Colombia, un país en rebeldía que busca marcar la historia con sentido social

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Es muy frecuente oír, decir o leer por distintos medios y a distintas personas de variados organismos del estado y de grupos dominantes que el país va bien, que la economía está en ascenso, que el país no obstante algunas excepciones o variables está superando las crisis sociales y económica y la tendencia es avanzar en el desarrollo y el bienestar. Al auscultar estos conceptos ante la realidad del país, que se le ocultan al colectivo, la realidad es totalmente distinta.  Veámoslo.

Persiste un concepto de desarrollo basado en la premisa social de enriquecimiento de los poderes económicos y financieros, contrario a un desarrollo inspirado bajo el referente del bienestar social, de la cultura, de la educación.  El primer evento se predica del enriquecimiento empresarial, del aumento de sus utilidades, de sus acciones, pero en ello no va aparejado el bienestar social de la población vulnerable y más necesitada.

Desarrollo se identifica con buscar mejores niveles de vida integral, ya no se mide solo con el aspecto meramente económico. ¿Y qué de lo social? Se nos dice por otro lado que el país avanza porque crece la inversión extranjera, porque la producción esta alcanzando mejores niveles porque baja el desempleo, porque hay control inflacionario, porque el comercio incrementa sus ventas, porque han aumentado las importaciones y las exportaciones, y así muchos índices más. Estos son meros espejismos.

Nadie desconoce que estos factores son positivos, pero la pobreza sigue ahí, pues la brecha entre pobres y ricos es más grande cada día, y las desigualdades crecen en proporción geométrica, lo que quiere decir que todos esos paradigmas de crecimiento favorecen a los sectores macro universales que detectan el poder en su más amplio sentido. No podemos aceptar las cortinas de humo de un estado fallido que desde otrora nos vienen practicando las mismas mentiras.

Por eso estas reflexiones, se evocan para   encontrar procesos de liberación social global donde todos conozcan y encuentren beneficios y todos participen socialmente en su búsqueda y no quedar siempre a merced de los mismos dominios económicos, sociales. Políticos, culturales, religiosos y formativos, etc. El espíritu de solidaridad es una actitud de liberación, una forma de pensar y de acción que supera todo individualismo y mueve el desarrollo integral.

Debemos asumir una posición sobre la visión de abolir toda alienación que alimenta los poderes y las relaciones de quienes los sostienen, y para eso debemos tener una respuesta: acción social, unidad comunitaria.

La conciencia social busca romper los intereses predominantes en la sociedad y en muchos estamentos acudiendo a los mecanismos democráticos de la denuncia, de la rebeldía social, de tener la conciencia clara para el voto, de tal manera que impidamos que los mismos malhechores políticos en cuerpo ajeno continúen oprimiendo la nación apoderándose del erario público a través de gestiones corruptas.

La liberación social defiende los intereses de la gente haciendo que aquellos que reciban el mandato no traicionen, pero a la vez se encaminen para que ese colectivo social se integre en el mandato, participe y sea un eslabón más de la cadena productiva y de gobierno. Urge pues que todos los de espíritu social se integren a todo organismo de dirección nacional, departamental o municipal.

Es ahora o nunca, para pensar y actuar en la política de desarrollo y en la toma de decisiones para que el capitalismo sea una fuerza social, equitativa y solidaria y no la fuerza canalla de siempre, pero haciéndolo fuera de los mismos partidos y movimiento corruptos. Urge que los ciudadanos retomemos actividades grupales para discernir la problemática humana, para discernir nuestro sentir de la vida y no estar vagando en las aguas turbias de la apatía.

Un espíritu social de liberación para el desarrollo tiene en cuenta factores internos y externos donde el gran tejido social asume su propia gestión y no dejarlo en manos de los grupos dominantes.  Tal como el gobierno nos presenta el desarrollo, buscan evitar que se vulneren los intereses de los grupos dominantes, que no se vean menoscabados ni puestos en peligro.

Hablar de liberación social para el desarrollo es evitar el engaño y toda formulación perniciosa, es afianzar tareas de participación para permitir una existencia más social. Aspirar por la liberación social con espíritu humanista es percibir la libertad aceptando que ello implica luchas, conflictos, enfrentamientos de muy distintas formas. Cuando se habla de estos procesos de liberación se hace desde la óptica transformadora del mundo.

Doctrinas sociales han hecho historia en la toma de conciencia haciéndonos ver que la capacidad del hombre es la fuente que descubre leyes de la naturaleza y leyes sociales que incursiona donde el hombre se desarrolla socialmente, y desde la óptica interior y de la fe, doctrinas de amor que proclaman que el hombre posee la grandeza espiritual para crear unidad social, solidaridad y compromiso cristiano.

Las tradicionales opciones políticas poseen los elementos que impiden la realización del bien común, pues ellas están preñadas de desconfianza de incredibilidad, ya que se apartan del orden constitucional, ético y moral y de todo contexto de justicia social.

La praxis social planteada, absorbe, desdeña todo acontecer histórico alienante y opresor, viniere de donde viniere. El espíritu liberador hace referencia a lecturas políticas sobre los signos de los tiempos para encontrar en consenso caminos de cambio, de unidad. Inspirar la conciencia social es el proceso liberador de las cargas impuestas por quienes detectan el manejo político, económico social y de justicia entendiéndose por social, salud, salario, trabajo, educación, seguridad, vivienda, etc., cargas que imprimen sello de desigualdad que inhibe la participación del colectivo social.

Cuando se habla de  la participación del  colectivo social habrá voces que dirán que para que, si el  congreso  es la representación del pueblo. Pero esta representación en el mayor de los casos es una farsa y si no observemos  como estas representaciones  se ven  involucradas en delitos y su legislación tiene el sello  indeleble  de  intereses  personales o de determinados entes. Cualquier otro comentario sobra pues como dice el argot … Por los hechos de corrupción los conoceréis.

El espíritu de cambio expresa la ruptura con los ordenamientos existentes que dan cuenta de la dimensión ética y de los valores que vienen siendo desconocidos. La tarea es romper paradigmas existentes donde el gobierno y los grupos dominantes son la unidad relevante para decidir qué se debe hacer y cómo debe ser un proceso de cambio.

Socializar las tareas y los capitales es un imperativo nacional y mundial en el cual el colectivo social debe tener un lugar definido y no esporádico o de contentillo. La unidad social debe ser gestora de crear conciencia sobre la ineficiente acción para consolidar el verdadero gobierno, uniendo esfuerzos humanos y de recursos sobre un claro programa de gobierno de participación social como lo reza nuestra constitución.

La socialización de los programas debe tener el ingrediente moral y ético donde la política busque el bien común y no como la política actual que ejerce su tarea con base en improvisaciones donde otros aprovechan los espacios para mantener sus intereses personales. Es posible que estemos alimentando con este discernimiento social una desobediencia civil pero bien lo vale.

No se está llegando tal vez con este plantear para unos utópicos la panacea, pero si es un llamado a pensar en tomar acciones efectivas.  Cuando se esbozan estas praxis y si se mira lo que sucede en el mundo, nos damos cuenta que la sociedad parece encontrarse conforme, aun en medio de las vociferaciones inconformistas y romper esta apatía es la consigna.

Pero ese mismo entorno dice que no obstante los laberintos de la sociedad, se han hecho cosas, pero aún hay mucho por hacer y esa es la tarea. Que a través de este diálogo abierto penetremos abiertos y lucidos a seguir pensando en cambiar las cosas denunciando lo que está mal hecho, participando en toda organización social y política para poder exigir, para poder denunciar lo que no opera y enseñar a nuestras generaciones sobre el papel del hombre en este mundo para hacer respetar la dignidad, los principio y los derechos que son nuestros por naturaleza propia y nadie debe pisotear.

La aspiración a conducir el desarrollo social sobre la base de la liberación social no quiere decir que se va a descodificar el sistema capitalista y dominante en su totalidad, pero si se va a ir dando la eliminación de las contradicciones del sistema que genera las desigualdades y las injusticias sociales. Busca esta praxis fruto de lo que nuestro entorno nos susurra, hallar nuevas formas de expresión solidaria, nuevas formas de gestión pública, de gestión política en democracia.

Hoy los sistemas políticos, sociales, religiosos, financieros y económicos no consideran al hombre en su dimensión social antropológica, pues lo han convertido en un medio, por aquellos que buscan con su manipulación lograr sus propósitos de explotación y adoctrinamiento y no como el fin que encierra, el de la transformación, el del amor, el de la trascendencia.

La usurpación de los derechos de participación no puede estar por encima del deber real de participación ciudadana.  Los monopolios en el sufragio no pueden seguir creando formas de dominio, sino de crear incursión ciudadana, no pueden seguir existiendo marañas que impidan que el colectivo ciudadano tenga su asiento en el espíritu y la gestión de gobierno. Urge como dice un comentario…. Es necesario invitar al individuo a tomar conciencia y responsabilidad y liberarse de los condicionamientos que le atan para crecer y desarrollar su potencial con sostenibilidad.

Cuando los gobiernos y los grupos dominantes conocen la indiferencia del colectivo social ante los problemas del país y el caos en que está sumido, se hacen más visibles las posiciones de aquellos para seguir primando los anti valores, los abusos, los desgreños administrativos. Conclusión, sigue imperando la voluntad del poder con más firmeza. Se está demostrado que los poderes terrenales han dejado devastación social, espiritual y deshumanización total.

Por tanto, urge la mística de la solidaridad que se traduce en la ética del servir, en la ética política que humaniza, que libera, haciendo posible un mundo más justo, más humano, combatiente con  la verdad.

La praxis propuesta también va dirigida a la juventud para despertar en ella su conciencia social participativa que está siendo absorbida en mayor escala por los espejismos del consumismo enloquecedor y los placeres de la tecnología, que vienen generando las aberrantes políticas neoliberales y la globalización constituidas sin ningún control que de otro lado irrumpió violando creencias, culturas, pensamientos políticos, y muchos elementos del pensamiento libre.

La invitación a esta praxis, como forma de participación del ciudadano y de los órganos de los variados sectores sociales, que han sido monopolizados por los partidos políticos y grupos de poder, es para que nos asociemos, nos vinculemos, participemos pues hay total viabilidad y está en línea con la responsabilidad de atajar el manejo irresponsable y corrupto del estado, sus entes, y órganos privados de poder. Una forma de buscar asociación es no votar por los mismos en cuerpo ajeno que montan sus maquinarias canallas para seguir maniobrando el poder nefasto.

El desarrollo que hoy se nos proclama viene acompañado de crisis para los sectores vulnerables a quienes el desarrollo no les es propio. El desarrollo que se da está acompañado por el subdesarrollo de lo moral, de lo político, de lo social, de lo ético. Urge orientarnos a la evangelización y socialización del amor, hacia la formación de la juventud, hacia profundizar los sentimientos, la solidaridad, el respeto, el servicio, la justicia para recuperar la unidad social, la familia y sus valores.

No podemos seguir profanando la dignidad  humana y sus encantos. Nosotros los hombres somos los propios enemigos en una lucha de poderes, de resquebrajamiento moral, de implantar la violencia como el medio para todo ordenamiento social porque no existe voluntad colectiva que lidere los cambios, logrando sí la disolución de la solidaridad en todos los entornos de la vida cotidiana republicana.

Hay un elemento que no hemos profundizado y que no por ello carece de valor, todo lo contrario, es de vital categoría en el proceso político social, aunque para muchos pareciera un despropósito. Pero este elemento encarna la esencia humana para que, a través de ella, el hombre recupere su grandeza. Este elemento es el amor, amor que ha sido mancillado, que lo hemos matado y por ello las crisis humanas se han desbocado hacia funestos procederes como la droga, el licor, el narcotráfico y el auge de un desarrollo tecnológico donde se quiere endiosar al hombre.

El amor es la expresión positiva del hombre para desarrollar sus proyectos, sus cambios, pues él impide la ambición y el poder para mirar la solidaridad, la comunicación, para irrigarse como camino de la humanidad, para alcanzar la paz. El amor es el camino que permite que el arte de gobernar no sea la producción de procesos perversos y de formación de monstruos sociales.

El amor es la fuente de la política que vislumbre una conciencia cosmológica de solidaridad, capaz de unir a los hombres y a ellos con la naturaleza, donde se reconozca una dignidad humana y un verdadero espíritu social. El espíritu del amor social no es excluyente, es integrador.  No cabe la menor duda que estos planteamientos llevan a muchos debates. De eso se trata para que tome forma y práctica la revolución y la rebeldía de las conciencias en medio de tanto desorden social, político y de Estado.

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