Comer y aparearse: igual a otras especies
Eduardo Pérsico.*
Algo del entretejido de la historia humana podrían explicarse con los datos habidos en cada migración, gigantescos y dolientes traslados del hombre no solamente bíblicos y perduran.
Por más violencia armada y artilugios verbales que usen, a los países centrales el costo de su "descivilización" no les será gratuito ni muy lejano.
La humanidad sigue empujada a las travesía en masa a territorios desconocidos de gentíos miserables y desechos por el hambre, que reemprenden alrededor del mundo otra nueva y forzada epopeya de la especie. Migraciones convocadas por esa perversa causa que la origina también hoy: las hambrunas que agobian a una grandiosa parte de la humanidad.
Ciertas referencias de esos traslados pueden explicarse con estadísticas, pérdidas y asimilaciones culturales o étnicas que se nos ocurran, pero a los países centrales les supone agobiador debatir estas contradicciones de la civilización salvo en los discursos. El Poder, que se expresa en las naciones dueñas del reparto y responsables de semejante infamia, se distrae exhibiendo mapas, tratados de cooperación, muros en construcción, soberanías y esas categorizaciones que a nadie en la instancia del hambre le sirven de algo.
De una novela, un cuento y ni siquiera de un sueño podría decirse que es una mentira, pero al margen de eso en esta feroz instancia de inmigraciones y traslados por hambrunas que destruyen identidades y perfiles, el tema central de la humanidad vuelve a centrarse en millones de seres humanos en la nostalgia, el amor y el rechazo de la patria en el nuevo y cruel escenario del exilio.
Y cuando el conflicto se reinstala en los países centrales molestados por la inmigración —una certeza histórica inmanejable al Poder salvo que decidan bombardear barcazas los europeos o dinamitar su alrededor Estados Unidos— más temprano que tarde los hambrientos harán que resurjan tantos atenuados conflictos íntimos en cada país.
* Escritor.
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