Cómo las corporaciones dominan la diplomacia estadounidense: Cinco revelaciones de Wikileaks

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Rania Khalek*

Una de las plagas más importantes que paralizan la democracia de EE.UU. es la fusión del poder de las corporaciones con funcionarios elegidos o nombrados a los más alto niveles. La influencia tiene un precio muy alto en la política estadounidense donde se compra y se paga a los políticos con donaciones cada vez mayores del gran capital a las campañas electorales, asfixiando toda voz que defienda el interés público.

Millones de dólares en financiamiento para las elecciones inundan las salas del poder de Washington junto con decenas de miles de lobistas corporativos bien remunerados, y una puerta giratoria interminable que permite que los ejecutivos de las corporaciones se desplacen entre los sectores público y privado ha borrado la línea entre organismos del gobierno y corporaciones privadas.

Esta dominación corporativa sobre la actividad del gobierno ayuda a explicar por qué estamos infestados por un sistema de salud que llena los bolsillos de los ejecutivos de la industria en detrimento de los enfermos; una industria de la guerra que causa insuperable muerte y destrucción para enriquecer a fabricantes de armas y contratistas de la defensa; y un sector financiero que viola a la clase trabajadora y a los pobres para distribuir miles de millones de dólares en bonificaciones a los directores ejecutivos de Wall Street.

Las implicaciones de este corporativismo en rápido crecimiento llegan mucho más allá de nuestras fronteras en el campo de la diplomacia estadounidense, como en un caso en el cual los esfuerzos de diplomáticos de EE.UU. obligaron a mantener las maquiladoras por debajo del salario mínimo para trabajadores haitianos asediados.

En este contexto de corrupción del gobierno por parte de las corporaciones, uno de los mayores logros de WikiLeaks ha sido sacar a la luz la exorbitante influencia que las corporaciones multinacionales tienen sobre la diplomacia de Washington. Muchos de los cables de embajadas de EE.UU. publicados por WikiLeaks revelan la descarada intervención del personal de nuestras embajadas en los negocios de otros países por cuenta de corporaciones estadounidenses. Desde compañías mineras en Perú a compañías farmacéuticas en Ecuador, un cable de embajada de WikiLeaks tras el otro ilustran un modelo de diplomáticos de EE.UU. que embaucan por cuenta de intereses corporativos en el extranjero del modo más sórdido e indecoroso imaginable.

Mientras la fusión del poder corporativo y gubernamental no es exactamente algo nuevo, es uno de los temas más críticos pero poco descrito de nuestros tiempos. Y WikiLeaks nos ha presentado una mirada al funcionamiento interno de esta colusión corporativa-gubernamental, que a menudo opera a los más altos niveles del poder. Es claro como el agua que se trata de un procedimiento operativo normal que los funcionarios del gobierno de EE.UU. tengan un segundo empleo como secuaces de las corporaciones. Gracias a WikiLeaks podemos presentar cinco ejemplos que muestran hasta dónde está dispuesto a llegar Washington para proteger y promover las corporaciones estadounidenses en todo el mundo.

1. Funcionarios estadounidenses trabajan de vendedores para Boeing.

La fusión del poder estatal y corporativo es impresionante en una gran cantidad de cables que detallan cómo los funcionarios del Departamento de Estado de EE.UU. actúan como agentes de mercadeo por cuenta de una afortunada corporación. Antes este año el New York Times reveló detalles sobre la manera en que los diplomáticos de EE.UU. han promovido activamente la venta de aviones jet comerciales construidos por la compañía estadounidense Boeing.

Pero eso no lo mencionan los cables de la embajada de EE.UU. revelados por WikiLeaks que describen las manifestaciones. El tono es de compasión hacia la compañía minera, mientras presentan a los manifestantes como tenebrosos y siniestros “manifestantes militantes contra la minería” que sabotean malvadamente a Majaz.

En un cable posterior a las protestas, J. Curtis Struble, ex embajador de EE.UU. en Perú, sigue la línea de Majaz de que los comunistas y sindicatos son los culpables de sembrar las semillas de rebelión, una acusación que huele al típico proceder de Washington de tildar de ‘rojo’ a todo el que se oponga a las prácticas abusivas de las corporaciones en el mundo en desarrollo.

“Las fuerzas anti-mineras en acción en Majaz representan por cierto una extraña combinación –la iglesia católica, violentos izquierdistas radicales, ONG, ronderos y tal vez narcotraficantes-. Trabaja entre bastidores una combinación del Partido Comunista Peruano/Patria Roja, maestros nacionales, el sindicato SUTEP y tal vez traficantes de amapolas de opio”, dice Struble.

El resplandeciente perfil de la compañía minera de Struble dice: “Majaz ha gastado 20 millones de dólares buscando cobre durante más de un año, construyendo carreteras y suministrando servicios y empleo a los habitantes de la zona. Los militantes todavía niegan acceso a la mayor parte de la ruta del oleoducto.”

Ni una sola vez reconoce Struble la larga historia de la devastación que las compañías mineras han causado en toda la región, como la contaminación del suministro local de agua y de la tierra, el uso de brutales paramilitares para asesinar a dirigentes indígenas que las desafían, o el desplazamiento causado por el robo de tierras indígenas.

Solo días después de las flagrantes violaciones de los derechos humanos cometidas contra los manifestantes, otro cable revela que los embajadores de EE.UU. y Canadá organizaron una reunión con representantes de varias compañías mineras internacionales en Perú. Struble expresa su plan de reforzar la seguridad en las minas, evitar el cierre de carreteras por manifestantes que perjudicaría el comercio, y alentar al gobierno peruano para que procese a los manifestantes.

5. Diplomáticos y espías corporativos.

Un cable más reciente de una embajada de EE.UU., de fecha 17 de marzo de 2008, revela que los diplomáticos estadounidenses espiaron a activistas indígenas y a sus partidarios que estaban organizando protestas contra la cumbre de Jefes de Estado de la Unión Europea y de Latinoamérica que estaba programada en Lima ese año.

El embajador de EE.UU. en Perú, James Nealon, identificó a activistas indígenas específicos y siguió la huella de la participación del presidente boliviano Evo Morales, del presidente venezolano Hugo Chávez, del embajador de Bolivia, Pablo Solon, del destacado activista quechua Miguel Palacín Quispe y de otros líderes comunitarios influyentes.

¿Qué tiene en común toda esta gente? Su apoyo inquebrantable a los derechos indígenas y al medio ambiente, junto con sus exitosas tácticas de organización y su popularidad entre las poblaciones indígenas, que hacen que los amos corporativos de Washington tiemblen en sus botas.

Nealon describe a los grupos contra la cumbre como una “variedad de movimientos sociales radicales peruanos y ONG europeas contra la globalización”, y cita grupos campesinos e indígenas específicos con los nombres de destacados organizadores a quienes rastrea la embajada de EE.UU. El cable está repleto de referencias insultantes a Hugo Chávez de Venezuela y a Evo Morales de Bolivia, en particular contra Morales y sus partidarios. Un líder social boliviano es descrito como “ideólogo favorable a Morales” y otro como “alto consejero de Evo Morales y gurú contra el libre comercio y la globalización”

En casi todos los cables desde Perú, el gobierno de EE.UU. interpreta a los enemigos del poder corporativo como enemigos de EE.UU. Como resultado, los activistas de izquierdas y los organizadores comunitarios, en particular los que amenazan los beneficios de las corporaciones, se convierten en objetivos regulares. Los sindicatos, ecologistas, y las comunidades indígenas que desafían a las multinacionales se contemplan permanentemente con desdén y como facinerosos hostiles. La propensión del gobierno de EE.UU. de amalgamar las amenazas a los intereses corporativos con amenazas a los intereses estadounidenses debería alarmar a todo el que valore la democracia.

¿Qué es lo que ignoramos?

Aparte de reírnos un buen rato al ver a diplomáticos patéticamente corruptos que se prostituyen ante ejecutivos corporativos, estos cables nos brindan un vistazo fuera de lo común al servilismo de los diplomáticos estadounidense ante los monstruos corporativos, sin que importe el coste para la gente y el medio ambiente.

Parece que la colusión entre ejecutivos corporativos y los diplomáticos de EE.UU. tiene lugar a un ritmo en aceleración permanente en todo el globo, y sin embargo, esos tenebrosos esfuerzos siguen envueltos en el secreto. La transparencia y la responsabilización han recibido un golpe tan devastador durante la última década, que los denunciantes y medios noticiosos como WikiLeaks son los únicos mecanismos que quedan que todavía son capaces de elucidar las consecuencias de la influencia corporativa desenfrenada que infecta nuestro gobierno.

Como todavía hay decenas de miles de cables de las embajadas divulgados por WikiLeaks que no se han publicado, es seguro que existen cientos, si no miles, de episodios que involucran la cooperación entre las corporaciones y el gobierno de EE.UU. que aún no han sido descubiertos.

*Activista progresista. Tomado de Information Clearing House

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