Con Durão Barroso se dibuja el mapa de la UE

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El primer ministro portugués José Manuel Durão Barroso ha sido elegido -en realidad el Parlamento europeo no elige, expresa su «auspicio» que, de todos modos, es importante- presidente de la Comisión Europea con los votos de Partido Popular y de todas las derechas de la vieja y nueva Europa. Pero también con aquellos de la mayoría del grupo Democrático-Liberal (ALDE), el aporte de los socialistas portugueses, españoles y el de los laboristas británicos.

Quien sea -o es- Barroso se sabía por lo menos desde el «vértice» de las Azores, en el que apareció -obviamente con sonrisas- entre Bush y Blair mientras pactaban la guerra. El despliegue de electores permite prever que la comisión tendrá como brújula el neo-liberalismo y la voluntad de hacer siempre lo que dicta Wáshington, sin importar quien fuere el presidente de turno.

Dicho con más crudeza: con este presidente (Barroso) la comisión irá a la derecha …siempre que la circunstancias lo permitan. Tampoco Barroso parece dispuesto a atrincherarse con nada y con ninguno. Siempre sonriente, cortés, tolerante, abierto, nunca ha dicho no a nadie.

Hombre de toda estación, optimista por naturaleza, se presentó con todos los grupos, por separado, en audiencias previas y singularmente, como un realista integral. Realista en el sentido que no hará nada que no corresponda al equilibrio de las fuerzas en acción.

Tal vez hasta es sincero cuando dice que hará de comodín de la mejor manera posible: mediación y realismo estimulados hasta las últimas consecuencias -y el más indecente de los compromisos-.

Hasta en el tema de la guerra, su talón de Aquiles, no opuso defensas a sus opciones beligerantes -tampoco las desmintió-. Se limitó a expresar (en el encuentro con el grupo democrático- liberal) que Portugal no disponía de fuentes propias de inteligencia. Tampoco consigue que el jefe del gobierno portugués, en este caso el mismo Barroso, pueda confiar en las fuentes anglo-americanas. «¿Qué más me quedaba por hacer?» concluyó.

Le hicieron notar que existían otras fuentes, muy diferentes y contrarias a aquellas tramposas de Bush y Blair, que existe el intelecto para razonar e ejercer la crítica y el análisis. Pero, para Barroso, estos tipos de disertaciones no son tangibles.

Barroso dijo que no será el presidente de la derecha contra la izquierda y tampoco lo contrario; que prefiere ser el puente entre los países fundadores y los nuevos llegados; entre ricos y pobres; entre pequeños y grandes; entre centro y periferia. Un verdadero y convencido hacedor de puentes.

El jefe de grupo socialista, Shultz, desolado por tanta magnánima ausencia de posición, solo ha podido anunciar el voto contario de los militantes del PSE.

De verdad lo que se comprende es que este hombre (Barroso) es la mejor expresión de la Europa conservadora. Aquella (Europa) que no ha sabido y no ha querido tomar conciencia que la vieja idea de Occidente -la que se formó durante la guerra fría- terminó; que los intereses europeos y estadounidenses divergen y se separaran cada día más, inexorablemente, y que es necesario organizarse para defender los propios (intereses) junto con la paz del mundo.

Esta Europa no tendrá capacidad para forzar las etapas -como sería lo correcto- hacía una creciente autonomía política. De todas las políticas: exterior, tecnológica, comercial, financiera, monetaria, respecto de los Estados Unidos de América.

El hecho real es que encima de estas coordenadas inconexas, Barroso recibió los votos y los aplausos de muchos diputados del Europa del este, la última en llegar a la UE.

Con tanta pesada vejez dando vuelta -enmascarado obsequio de la modernidad tecnológica- y la promesa, tan obsesiva cuanto vaga, de un rol europeo soberano en las crisis y los desafíos del mundo contemporáneo, el discurso de despedida de Romano Prodi, ex presidente llegado de Italia, seco y sin retórica, figuró como un acto de seriedad.

Desde el punto de vista técnico Barroso será un presidente que respetará la mayoría de la composición del parlamento europeo votado en las urnas en junio. Desde el punto de vista político él (Barroso) es la foto de una Europa guiada por fuerzas no plenamente concientes del rol mundial que podría diseñar y ejecutar.

Los últimos diez países sumados, cuyos grupos dirigentes (no sus electores) son por sí mismos más americanos que europeos, deberían ser seducidos por una Europa capaz de producir consentimiento y hegemonía. Pero, por el contrario, corren el riesgo de sentirse atrapados por los Estados Unidos que, a su vez, sin importar cual sea el éxito de las elecciones de noviembre, presionaran sobre la dirección de la UE para hacerse cargo del loco endeudamiento -y también para apoyar una política económica sin salvación ni perspectivas-.

La salud política de Europa -ésta es la conclusión- no está nada bien. Italia, es inútil recordarlo, es una parodia de cuanto se ha dicho hasta ahora. La substitución de «Supermario» Monti por el filósofo Buttiglione es la confirmación del nivel por demás miserable al que llegó la ex mayoría que gobierna el país.

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* Traducido del italiano por Luigi Lovecchio especialmente para Noticias Arcoiris.tv

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