Con las venas abiertas

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Wilson Tapia Villalobos*

No se trata de un suicidio. Éste, más bien, pretende ser un comentario político. Pero entre Eduardo Galeano y Hugo Chávez me regalaron la inspiración. El periodista uruguayo, con su obra más conocida. Aquella que escribió en 1971 y que aún es texto obligado para quienes quieren conocer algo del trágico acontecer latinoamericano. Y el presidente venezolano, porque tuvo la ocurrencia de regalarle, precisamente, Las Venas abiertas de América Latina a su homólogo estadounidense, Barack Obama.

¿Consecuencias? En lo editorial, la obra de Galeano pasó del lugar 54 mil y tantos a agotarse en pocas horas. En lo político, Chávez se dio el gusto de hacer un gesto de distensión, pero con potente ají ideológico. En resumen, una manifestación de esta realidad virtual que estamos viviendo. Y que, sospecho, en América Latina no es nueva.

Ya ha terminado la Cumbre de Trinidad y Tobago. Ni siquiera quedan muchos ecos de lo tratado. Más bien las anécdotas son las que copan el ambiente. El nuevo supuesto hijo del presidente paraguayo Fernando Lugo es la noticia morbopolítica que roba titulares.

Nadie recuerda lo que dijo en la cumbre el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Pese a que su discurso fue lato y filosamente denunciante frente a los atropellos de la potencia regional. Sólo se recuerda la respuesta de Barack Obama, cuando se le preguntó su parecer: “Duró cincuenta minutos. Ese es mi parecer”, afirmó.

Como andamos con las venas abiertas, la sensibilidad aparece a cada momento. Y los gestos son interpretados de la mejor manera. Casi siempre en forma equivocada. Claro, los gestos que importan, que son los que provienen de EEUU Si tuviéramos que creerle a los analistas políticamente correctos o relacionados con Wáshington, que es más o menos lo mismo, Barack Obama trae consigo el remedio para Cuba. Una medicina ampliamente democrática y de costo cero. El sol volverá a brillar en La Habana y todos felices nuevamente para disfrutar las cálidas playas caribeñas.

Es posible que en estas miradas influya más que nada la expectativa que creó la campaña presidencial de Obama. Fue algo como un aire nuevo. Pero el aire lo lanzan los ventiladores propagandísticos, que es muy distinto a la realpolitik.

En cuanto a Cuba, no basta con que el nuevo presidente estadounidense sea demócrata. Que el anterior haya sido George W. Bush, un personaje un tanto ríspido por su conservantismo, es una anécdota. Bahía Cochinos –o invasión de Playa Girón–, en 1961, fue prohijada, preparada y realizada bajo el gobierno y con el consentimiento expreso del más demócrata de los demócratas, y que hasta hoy encendería tal vez tanta o mayor esperanza que Obama: John Fitzgerald Kennedy. Después de JFK vinieron varios gobiernos demócratas. Pasaron casi cincuenta años. Cinco décadas en que el embargo contra la isla se ha mantenido.

Pero no todos los problemas de América Latina tienen que ver con Cuba. Hoy, que la parafernalia se ha acallado en Puerto España, la región debiera mirar con mayor realismo lo que personifica Obama. Y, especialmente, lo que representa en medio de la crisis en que se encuentra el mundo. Estados Unidos sigue siendo la principal potencia mundial. Y eso ha significado, hasta ahora, que América Latina es una región de importancia estratégica, pero en la cual no ha sido necesario invertir demasiado capital ni creatividad. Las alianzas políticas de bajo costo han funcionado de maravillas.

Aunque es posible que en el actual escenario las ventajas comparativas de los Estados Unidos hayan disminuido algo. No mucho, pero algo. Y eso puede llamarlo a poner más atención a este terreno posterior. No en vano han surgido gobiernos como el de Ortega, en Nicaragua. O el de Chávez, en Venezuela. El de Evo Morales, en Bolivia. El de Rafael Correa, en Ecuador. La irreverencia de Cristina Fernández, en Argentina. Incluso el de Lugo, en Paraguay. Y no hay que dejar de lado la irrupción de Brasil en el concierto mundial. Es una voz emergente de gran potencia.

Sin duda, las cosas variaron desde que la Guerra Fría terminó. Pero hasta ahora Wáshington ha dado pocas muestras de haberse enterado en lo que a América Latina respecta. Obama tiene una oportunidad. Habrá que esperar para saber si el cambio que lo llevó hasta donde está fue sólo virtualidad o reconoce algo de lo que muestran las venas abiertas de América Latina.

La sensibilidad en política no es una herramienta muy utilizada. Pero más vale seguir esperanzados.
 

*Periodista.

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