Consecuencias petroleras: Miami, ciudad de mar

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Varela.*

En el restaurante Versailles tengo una pila de amigos camareros —pero este día me atiende el mejor—. Le pido coctel de ostiones y menea la cabeza como a quien lo están interrogando y torturando en Guantánamo. Entiendo y le indago por el de camarones y entonces entorna los ojos al techo mientras con dos dedos hace un signo como que son muy chiquitos, lo que en cubano decimos "una mirringuita".

Bueno, olvido los aperitivos y paso de lleno al plato fuerte: Filete de Pargo. Se desmadeja. Casi se le cae la libretica de anotar y el bolígrafo. Es todo un lenguaje corporal.

Tienes que estar al tanto de sus señas como si estuvieras jugando pelota y él fuera tu coach de tercera y tú el corredor tratando de robarte la base… o terminas siendo "out", o lo que es lo mismo en el Versailles: intoxicado.

Finalmente el camarero me ataja verbalmente: "Chico, aquí no vengas a jamar nada del mar. Hoy lo único Nuevo es Ropa Vieja. La Sopa de Cherna creo que te la hacen con las cabezas de las que agarran ahora flotando boca-arriba en el Golfo de México por la mancha de petróleo ésa". Y es verdad, mi camarero no exagera.

A uno le cae terror comer pescado en el Miami cubano. Es que te lo sirven hasta con moscas encima ya como si fuese parte de la decoración del plato.

Yo no entiendo por qué, en una ciudad de mar, el pescado está viejo en casi todos los sitios cubanos. En los lugares americanos te sirven pescado fresco pero parece que los cubiches compran los que desechan en los muelles de Watson Island. En Miami tienes que pescar el peje tú mismo. O irte a la marina de Key Biscayne y agarrarlo cuando atracan los lancheros. Pero ahí lo difícil no es agarrar el pescado fresco sino el buen precio.

Ya se acabó la época de El Capitán, aquel sitio junto al río donde las rabirrubias nadaban en un acuario en medio del local y tú le indicabas al camarero: "la de la pintica roja"… y la sacaban por la agalla, la escamaban aleteando, y te la freían. Casi que te daba tristeza comértela. Te caía hasta un cargo de conciencia.

Bueno, esta vez —por chivar ya— insisto en el mar de todas maneras con mi confidente del Versailles. ¿Y la paella Valencia? Avemaría purísima, para qué lo hice, ahora casi que lo aplauden de otras mesas. Saca la lengua, se agarra al respaldar de la silla vacía y da una danza como si le hubiera entrado un santo (a veces pienso que equivocó el oficio y lo de él es teatro y no gastronomía).

Se recupera del trance, me agarra un hombro como si me fuera a besar y me murmura al oído: "Ni se te ocurra, macho… el calamar es anónimo y el cangrejo es genérico".

Borrosamente interpreto sus eufemismos cibernéticos y farmacéuticos. Pero vaya, me apeo finalmente con par de huevos fritos con platanitos maduros y arroz blanco, que para eso nos hubiéramos quedado en casa mi mujer y yo, porque ella pide café con leche (para no engordar).

Pero al menos debo estar agradecido de las amistades. Le salvan a uno de un fin de semana en el hospital con cigüatera. Lo digo porque cuando estoy pagando, de la otra mesa le preguntan a mi camarero: "¿Te queda Sopa de Cherna?". Y éste riposta: "¡Sí, entodavía! ¿Cómo la quieres: grande o pequeña?"… "¡Grande!" le ordenan. Le dejo la propina… y huyo con mi mujer.

Afuera hay un piquete gritando contra Silvio Rodríguez. En la fachada del Versailles siempre hay un piquete contra alguien. Yo estoy por creer que hasta los contrata la administración del restaurante como si fuesen músicos, payasos o magos, para atraer al cliente, entretenerlo. Pero la gente pasa y ve el barullo y el revuelo que arman cuatro gatos con carteles, como algo natural… parte del paisaje porque es el Versailles.

Cuando cruzo la calle enfrente veo una farmacia cubana de las pocas que quedan que no son cadenas americanas. Pero por eso no quiebra —pienso— porque cuando termina de comer el comensal cruza a la droguería por algún elíxir estomacal y el piquetero busca algo para la garganta, de tanto vociferar en la acera.

En Progreso Semanal (http://progreso-semanal.com).

Addenda

Los perseguidos limpian el desastre

Cientos de trabajadores latinoamericanos trabajan arduamente en las labores de limpieza de las costas de Louisana, aniquiladas por el terrible vertido de petróleo que desde hace 42 días pone en jaque la vida en la zona.

De los latinoamericanos que trabajan en la limpieza del derrame, 40 son mujeres, empleadas de la subcontratista Tamara’s Group, que a su vez tiene un contrato de la compañía contratista, Oil Mop.
(www.cubadebate.cu).

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