Corbyn y el progresismo: «No basta con resistir, también tenemos que construir»
Hola amigxs. Me complace dirigirme a ustedes hoy en la segunda cumbre de la Internacional Progresista. Estas charlas suelen comenzar con el orador destacando que nos encontramos en un momento urgente. Pero hoy, cuando miras a tu alrededor, no puedes evitar ver que es cierto. Están ocurriendo tantas cosas en el mundo –y tan rápidamente– que a veces resulta vertiginoso y difícil seguir el ritmo.
La Internacional Progresista es un proyecto joven, pero ya ha hecho mucho por unirnos, por actuar a favor de un cambio radical y por hacer comprensible nuestro mundo que se mueve tan rápido. Me enorgullece que el Proyecto Paz y Justicia sea miembro y me siento honrado de formar parte del Consejo con tantos líderes, lideresas y activistas inspiradorxs. La primera cumbre de la IP, celebrada en septiembre de 2020, tuvo lugar bajo el título «extinción o internacionalismo». Un año y medio después, hay que ser realistas: el dial se ha acercado a la extinción.
El mes pasado, lxs científicxs del clima de la ONU advirtieron que es «ahora o nunca» para limitar el calentamiento global. Casi se les puede oír gritar en sus teclados, desesperadxs por que los gobiernos hagan algo de verdad, cuando esbozan la necesidad de reducir las emisiones de CO2 de forma «rápida, profunda e inmediata».
La alerta roja llega tras el fracaso de la COP26 en Glasgow, donde tuvimos que recurrir a voces alternativas al margen del evento para que nos dijeran la verdad y planificaran un futuro mejor. Pero sus palabras –y las de lxs científicxs– no son sólo una advertencia sobre el futuro, sino que describen la realidad actual de miles de millones de personas.
El sur de Asia ha entrado en su tercer mes de calor extremo, con temperaturas que superan los 40 grados centígrados día tras día. Imagínense: no hay respiro, no hay alivio, trabajando con ese calor.
Los seres humanos somos increíblemente adaptables, pero la muerte llega antes cuando hace tanto calor. Los científicos han descubierto que incluso aumentos relativamente pequeños de la temperatura media incrementan enormemente el riesgo de muertes masivas relacionadas con el calor. Hemos visto cómo el calor extremo provoca incendios forestales, destruyendo hábitats y matando animales y personas.
30 millones de personas fueron desplazadas por choques climáticos en 2020. Y estos choques acumulan más conflictos por venir al arruinar las cosechas. El Punjab, el granero de la India, ya ha sufrido este año una preocupante caída del rendimiento del trigo debido al calor.
Y no sólo el sur de Asia es sofocante. En marzo, tanto el Ártico como el Antártico tuvieron 30 grados centígrados por encima de sus temperaturas medias habituales al mismo tiempo. Permítanme repetirlo: tanto el Polo Norte como el Polo Sur tuvieron 30 grados centígrados más de lo habitual en marzo. El hielo se está derritiendo y el nivel del mar está subiendo. Las pequeñas naciones insulares están en peligro, al igual que los muchos miles de millones de personas que viven en una costa o dependen de cadenas de suministro que necesitan infraestructuras costeras.
Sabemos que el modelo económico imperante, con su contaminación, extracción y obsolescencia incorporada, tiene poca consideración por nuestro medio ambiente. Pero sus arterias, las cadenas de suministro globales que conectan las minas del mundo, las fábricas, las rutas marítimas, los puertos, los almacenes, las redes de entrega y lxs consumidorxs están enormemente desequilibradas, incluso antes de que se sientan todos los efectos del colapso climático.
En la economía capitalista mundial, fuertemente integrada, sobre todo después de décadas en las que el FMI ha obligado a los países a abandonar la producción en favor de sus mercados nacionales, la interrupción supone un desastre. Ya hay más de 800 millones de personas –una de cada diez personas de toda la población mundial– que se acuestan con hambre.
El precio del trigo ya se ha duplicado este año. Y podría seguir subiendo a medida que se sientan los efectos de la criminal invasión rusa de Ucrania y el consiguiente aislamiento económico parcial de Rusia. Los dos países estaban entre los cinco principales exportadores de trigo del mundo antes de la guerra. Muchos países del Sur Global dependen de ellos para su suministro de alimentos.
La guerra de Rusia contra Ucrania debe ser condenada. Y debe centrar nuestra atención en todas las demás víctimas de la guerra en los países beligerantes y en todo el mundo. Por supuesto, estamos con el pueblo de Ucrania, como estamos con todos los pueblos que sufren invasión, desplazamiento y ocupación. Y debemos permanecer totalmente firmes, como los movimientos progresistas de todo el mundo, en nuestro apoyo a lxs refugiadxs, cuyos derechos y vidas deben ser protegidas. Quienes huyen de la violencia y el hambre en Afganistán y Yemen, ahora los lugares más pobres del mundo tras su destrucción por la guerra, deben ser recibidxs con humanidad y hospitalidad, no con racismo y resentimiento.
Las guerras causan hambre, angustia mental, miseria y muerte durante años después de que cesan los combates. No tenemos tiempo que perder. Debe haber un alto el fuego inmediato, la retirada de las fuerzas rusas y una solución negociada.
Si no lo hay. No sólo el pueblo ucraniano seguirá enfrentándose al horror de los proyectiles, los tanques y las sirenas de ataque aéreo. No sólo lxs refugiadxs ucranianxs sufrirán un futuro incierto y el alejamiento de sus familias y comunidades. No sólo se enviará a jóvenes rusos a ser maltratados en el ejército y a morir en una tierra extranjera por una guerra que no entienden. No sólo el pueblo ruso sufrirá las sanciones. No sólo los pueblos de Egipto, Somalia, Laos, Sudán y muchos otros que dependen del trigo de las naciones beligerantes se enfrentarán a un hambre creciente. No sólo subirán los precios para lxs consumidorxs de todo el mundo, intensificando la lucha por salir adelante.
Pero todxs lxs habitantes de la Tierra se enfrentan a la amenaza del Armagedón nuclear. La amenaza de una confrontación directa entre las fuerzas rusas y de la OTAN es un peligro claro y presente para todxs nosotrxs. Ambos bandos están siendo alentados por fuerzas salvajes y peligrosas en sus respectivos medios de comunicación. Estas acciones son extremadamente peligrosas. Construyen una atmósfera de máxima amenaza y miedo que hace mucho más probable el fin de la vida tal y como la conocemos.
Ya hemos estado aquí antes. La mayoría de la gente no sabe lo cerca que estuvimos de la guerra nuclear. En 1983, los dirigentes soviéticos estaban convencidos de que Occidente iba a lanzar un ataque nuclear. El 26 de septiembre, el sistema soviético de alerta temprana nuclear se disparó, sugiriendo que Estados Unidos había iniciado uno.
El protocolo establecía que la URSS lanzaría un ataque nuclear de represalia inmediato. El oficial de guardia, Stanislav Petrov, anuló el protocolo, impidiendo un ataque de represalia, creyendo –o tal vez esperando– que se trataba de una falsa alarma. Esperó en esos minutos tan tensos a ver si las bombas caían. Tenía razón y había salvado a la humanidad. Así de cerca estuvimos de la aniquilación. Un solo hombre que contraviene los protocolos militares establecidos y confía en sus propios instintos por encima de la tecnología.
Por eso es tan importante que apoyemos la Prohibición de las Armas Nucleares, el Tratado de Prohibición Global, que ahora forma parte del derecho internacional gracias a la inspiradora campaña de los países del Sur Global. Y ahora debemos unirnos y construir un movimiento global por la paz. Como dice la declaración política de la IP: desmantelar la máquina de guerra y construir una diplomacia de los pueblos.
No será fácil. A las empresas de armamento les va muy bien la guerra. Financian a lxs políticxs y a los think-tanks. Tienen numerosxs portavoces en los medios de comunicación. Quienes luchan por la paz real son despreciadxs porque detrás del conflicto están los intereses de la maquinaria bélica.
Por eso también se ataca tan implacablemente a lxs defensores de la justicia. Amenazan la riqueza mal conseguida y el poder de unxs pocxs. Lo vemos una y otra vez. Sus intereses no son el interés general. No son sus intereses.
Lo vemos con dolorosa claridad en la pandemia, ya que las grandes farmacéuticas se niegan a compartir la tecnología de las vacunas, desarrollada principalmente con fondos públicos. ¿Quién se beneficia? Lxs ejecutivxs y accionistas de las farmacéuticas. ¿Quién pierde? Todxs lxs demás. Mueren más madres y padres. Más medios de subsistencia se arruinan. Y la amenaza de la mutación viral se cierne sobre todxs, vacunadxs y no vacunadxs.
¿Cómo se salen con la suya? Han convencido a los gobiernos de algunos de los países más ricos y poderosos de que los intereses de las empresas son sus intereses. No es una conspiración. Basta con ver los hechos. El Estado se utiliza para consolidar la riqueza de lxs más ricxs. Los bancos centrales inyectaron 9 billones de dólares en 2020 en respuesta a la pandemia. ¿El resultado? La riqueza de lxs multimillonarixs aumentó un 50 por ciento en un año, mientras al mismo tiempo la economía mundial se contrajo. Se hizo más pequeña.
Lxs multimillonarixs y las empresas dicen odiar la acción del gobierno. En realidad, les encanta. Lo único que odian es que los gobiernos actúen en su interés.
Y por eso luchan por mantener a los gobiernos en su bolsillo e intentan derrocar a los que no lo están. Necesitan que el Estado los sostenga. Dado que es probable que el crecimiento económico sea bajo en las próximas décadas, ya que la élite evita y gestiona mal la transición energética, la riqueza y las deudas de lxs poderosxs necesitarán un refuerzo constante por parte de los bancos centrales y la política gubernamental.
Así que cuando damos un paso atrás y analizamos todos esos peligros y las dinámicas que los acompañan, nos damos cuenta de una verdad. Solíamos pensar que había una serie de crisis distintas: la climática, la de los refugiados, la de la vivienda, la de la deuda, la de la desigualdad, la de lxs ricos cada vez más ricxs y lxs pobres cada vez más pobres. Intentábamos aislar cada una y resolverla.
Entonces empezamos a darnos cuenta de que las principales crisis: la del capital, la del clima y la del imperio, estaban entrelazadas. Así que tuvimos que enfrentarnos a todas ellas al mismo tiempo, pero de diferentes maneras.
Ahora podemos ver que no nos enfrentamos a múltiples crisis separadas. El propio sistema es la crisis. El sistema global no está en una crisis que pueda resolverse. El sistema es crisis y debe ser superado, sustituido, transformado. Como dice el eslogan, necesitamos un cambio de sistema, no un cambio climático.
Por eso, esta semana la Internacional Progresista se reúne bajo el no tan alegre título de Cumbre del Fin del Mundo.
Porque el fin del mundo ya está aquí, sólo que distribuido de forma desigual. La imagen del apocalipsis –bombas y ataques, derrames de petróleo e incendios forestales, enfermedades y contagios– es una realidad para la gente de todo el planeta.
La periferia es el futuro, no el pasado. Se nos dijo que los países desarrollados dan a los países en desarrollo una imagen de su futuro. Pero la periferia está a la vanguardia de la historia, donde las crisis del capital golpean más fuerte, las consecuencias del colapso climático llegan más rápido y el llamado a resistirlas suena más fuerte.
Y esa resistencia es poderosa e inspiradora. A pesar de todo, hay mucho, mucho que nos da esperanza.
Desde la última cumbre de la IP, el mundo fue testigo de la mayor huelga de la historia. Lxs agricultorxs indixs y sus aliadxs obreros se resistieron a dos proyectos de ley neoliberales que el gobierno de Modi quería hacer aprobar en su parlamento. Lxs agricultorxs se defendieron a sí mismxs, a sus medios de vida y a las necesidades de los pobres. Y ganaron.
O tomemos como ejemplo a Amazon, la quinta empresa más grande del mundo que obtuvo beneficios récord en la pandemia. Su codicia y explotación está siendo resistida ferozmente por trabajadorxs, comunidades y activistas en todos los continentes del mundo. Se han unido para hacer que Amazon pague.
En América Latina, en un país tras otro, la gente se está reuniendo para apoyar a líderes y lideresas políticxs progresistas para decir no más a la dominación del capital, la destrucción de sus comunidades y el abuso de sus entornos.
Pero no basta con resistir. También hay que construir.
Y eso es lo que veo en las comunidades de todo el mundo. Personas que se unen ante la adversidad y se dan cuenta de que si trabajan juntas consiguen más. El socialismo ya está en nuestras comunidades. Es nuestro trabajo, nuestra causa, convertirlo en una alternativa poderosa. Y eso es lo que estamos haciendo aquí esta semana. Esta Cumbre es un lugar de construcción. ¿Por qué estamos haciendo un balance de este mundo agonizante? Para construir el nuevo que lo sustituirá, rebosante de vida, unido por el amor, impulsado por la soberanía popular.
¿Cómo lo hacemos? Es muy urgente. Realmente no hay más tiempo que perder. Primero, nos unimos. Las fuerzas progresistas han de unirse más allá de las fronteras y de los problemas para movilizarse y organizarse para hacer frente a las crisis del capital, del clima y del imperio.
Esto significa que la tarea a la que nos enfrentamos todxs y cada unx de nosotrxs es doble. Fortalecemos a lxs obreros y a lxs trabajadorxs rurales en sus luchas contra la explotación, a los pueblos y comunidades en sus luchas por la dignidad y a las fuerzas progresistas para movilizar el poder del Estado. Y los unimos a todxs en poderosas alianzas populares con capacidad para rehacer el mundo.
A medida que el sistema se descompone, nos enfrentaremos a lxs campeones de la reacción, así como a la élite que quiere mantener las cosas como están. Ya hemos probado su veneno con Trump, Bolsonaro, Modi, Erdogan, Putin y Duterte.
Para derrotar a estos monstruos de nuestro tiempo y a los nuevos que vendrán, construimos el poder popular para unir la lucha contra el fin del mundo con la lucha a fin de mes. Nuestros movimientos deben mejorar la vida de la mayoría de la gente con: medios de vida seguros, vivienda, atención sanitaria, más tiempo para pasar con amigxs y seres queridos, poder sobre sus propias vidas y un medio ambiente limpio, seguro y sostenible.
Si lo hacemos, cultivaremos la esperanza por encima de la desesperación. Y daremos vida a un nuevo mundo a partir de las cenizas de éste.
Así que quiero que se comprometan hoy: Dupliquen sus esfuerzos en las luchas en las que están involucradxs. Únanse a esa campaña a la que han estado pensando unirse. Muestren solidaridad real. Enfréntense a lxs acosadorxs. Construyan sindicatos. Formen parte de los movimientos. Y ayuden a unirlos, como estamos haciendo hoy en la Internacional Progresista.
Un nuevo mundo es nuestro para construir. Háganlo por ustedes. Háganlo por su familia. Háganlo por su comunidad. Háganlo por la humanidad. No hay nadie que venga a salvarnos. Sólo nosotrxs mismxs. Si no lo hacemos, la vida será mucho peor para la mayoría de la gente dentro de una generación. Pero si lo hacemos, la vida será mucho mejor.
Quiero que dentro de una generación puedan mirar atrás y decir: sí, yo construí los sindicatos, las organizaciones comunitarias, los movimientos sociales, las campañas, los partidos, la Internacional que cambió el rumbo.
Quiero que puedan decir que sí, que somos la mejor generación que juntxs produjo y distribuyó los alimentos, las viviendas y la asistencia sanitaria para que nadie sufra la pobreza, preservó y compartió la sabiduría de los pueblos de este planeta, difundió el amor entre las personas y las comunidades, construyó el sistema energético para descarbonizar nuestro planeta, desmanteló la maquinaria bélica y apoyó a lxs refugiadxs, frenó el poder de lxs multimillonarixs y aseguró un nuevo orden económico internacional.
¿Será fácil? Por supuesto que no. Nos enfrentaremos a una enorme resistencia. Por supuesto que sí. Habrá subidas y bajadas. Pero cada día podemos levantarnos y saber que pondremos nuestro granito de arena. Eso es todo lo que podemos hacer. Día tras día. Semana tras semana. Mes tras mes. Año tras año. Construir nuestras campañas, construir nuestros movimientos, construir nuestro poder y tomar el futuro en nuestras manos.
Así es como se consiguieron grandes victorias en el pasado. Todas las luchas que se unieron: por el voto, por la independencia, por los derechos civiles, por la tierra, por la salud, por el empleo: eso hizo que nuestro mundo fuera más civilizado. Podemos sacar gran fuerza y orgullo de esta historia. Y podemos y queremos subirnos a los hombros de lxs jóvenes del mundo y reclamar su futuro y sus oportunidades.
Incluso frente a una enorme resistencia y opresión y a un sistema que se desmorona, construiremos un mundo adecuado para la próxima generación. Como escribió una vez el gran y maravilloso poeta chileno Pablo Neruda: «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera». Y la primavera, amigxs míxs, está llegando.
*Político progresista británico. Fue líder del Partido Laborista entre 2015 y 2019. Discurso inaugural de la Cumbre del Fin del Mundo. Traducción de María Inés Cuervo