Costa Rica: el efecto pinza

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Luis Paulino Vargas Solís*

Noviembre, diciembre y enero acumulan tres meses consecutivos de caída de las exportaciones de bienes de Costa Rica. En realidad, éstas venían trastabillando ya desde inicios del año anterior, y más claramente a partir de mayo. De hecho, el monto exportado en enero de 2009 es un 17% respecto de enero del año anterior y un 32% respecto de abril de 2008.

También las importaciones cayeron en el trimestre noviembre–enero. Comparando enero con octubre la baja es violenta: 41%. La caída se explica principalmente por la reducción –prácticamente vertical– de las importaciones de materias primas y productos intermedios, bienes de capital y materiales de construcción.

Este es indicio claro de que estamos en recesión abierta, cosa que directamente se refleja en menores importaciones de los bienes necesarios para que el aparato productivo funcione. Pero esos datos también anuncian que la recesión seguirá profundizándose.

Este movimiento declinante es ratificado por los datos del Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE), el cual viene retrocediendo desde octubre, y en diciembre tuvo la baja más fuerte registrada en los 17 años de historia de este índice.

Se podrían agregar muchos otros datos. Los ingresos tributarios se estancan y en enero reaparece el déficit fiscal; el crédito no crece a pesar de la reciente recapitalización de los bancos públicos; el comercio reporta ventas muy débiles en la temporada de fin de año. Crece la morosidad de créditos, cosa que en próximos meses podría poner en aprietos a más de un banco.

En pocas palabras: la economía de Costa Rica se cae a pedazos. Sea dicho lo anterior sin ánimo de exagerar ni de alarmar a nadie.

No solo hay una aguda crisis mundial que nos golpea. También hay un enorme cumulo de desequilibrios al interior de la economía costarricense, gestados desde hace varios años, bajo la mirada indiferente, e incluso con la abierta complicidad, de las autoridades económicas del actual y el anterior gobierno. Lo que estamos empezando a vivir es el efecto pinza del que meses atrás se me ocurrió advertir: por arriba la crisis mundial; por abajo los excesos acumulados al cabo de varios años de irresponsabilidad y francachela.

¿Qué hacer? Ofrezco aquí, a título preliminar, una propuesta general de criterios y políticas, alternativos a aquellos impulsados por el gobierno y los sectores de mayor poder económico.

La actual es una situación de emergencia
Así debería ser entendida y desde esa base debería ser enfrentada. Por lo tanto, se requieren acciones urgentes y decididas y de muy amplio espectro.

Prioridad: proteger el empleo y las condiciones de vida del pueblo
Estos dos elementos deberían ir unidos de forma indisoluble. No es aceptable ni la pérdida del empleo ni la reducción de jornadas laborales y salarios, ya que una y otra alternativa redundan en una misma consecuencia: el deterioro de las condiciones de vida de la población y, por esa vía, la profundización de la recesión, conforme más gente se ve imposibilitada de mantener su nivel de vida y se ve obligada a restringir gastos y, en consecuencia, a recortar la demanda por bienes y servicios.

Criterio ineludible: la solidaridad
Si el asunto queda librado a su ciego automatismo, con seguridad la crisis dañará mucho más a las clases medias y trabajadoras y a la gente más pobre. Tiene cierto parecido a un huracán. Arrasaría con construcciones medianas y pequeñas, pero sería bien soportado por las mansiones de lujo.

Las políticas que el gobierno y cámaras empresariales están proponiendo simplemente reforzarían este efecto; es como si se quisieran que el ojo del huracán pase por las barriadas pobres y se aleje de los residenciales principescos. Así pues, constituyen una forma de solidaridad a la inversa: ampara a quienes más protegidos están y expone a quienes más vulnerables se encuentran.

Esto resulta inadmisible. La solidaridad debe funcionar en el sentido correcto y debe implicar, de forma explícita, un aporte extraordinario por parte de quienes más tienen y, en general, un aporte proporcional y justo, de acuerdo a las posibilidades de cada quien.

Indispensable: política fiscal muy decidida y cuidadosamente diseñada
Si la prioridad es proteger el empleo y las condiciones de vida de nuestra gente, y nuestro criterio de base es la solidaridad, entonces necesariamente deberíamos estar dispuestos a hacer un ejercicio, tan decidido como cuidadoso, de la política fiscal.

Es algo sobre lo que he insistido en artículos previos: se requiere una política de gasto e inversión pública que genere empleos con la mayor celeridad posible; redistribuya ingresos a favor de quienes más lo necesitan y proteja y mejore la calidad de vida de nuestro pueblo. Sin duda, ello agrandará el déficit fiscal, pero será un déficit plenamente justificado. También podría impactar sobre la balanza de pagos, pero justo por eso hay que intervenir con decisión en los flujos de importaciones y capitales, para prevenir cualquier crisis del tipo de cambio.

La política fiscal es además un instrumento necesario para mantener en funcionamiento la economía y frenar la pérdida de empleos. Por su parte, y bajo las deterioradas condiciones actuales, las políticas monetarias y crediticias –en que obsesivamente insisten el gobierno y las cúpulas empresariales– resultan un mecanismo de menor eficacia, no obstante lo cual es un terreno que también exige ajustes (bajar tasas de interés; aumentar la disponibilidad de crédito para la producción; reestructurar deudas en problemas).

Reforzar la retaguardia: concertación de políticas a nivel centroamericano y solidaridad latinoamericana

La crisis debería llevarnos a recuperar al ámbito centroamericano como nuestro espacio económico natural. Concertar políticas a nivel centroamericano y reanimar el comercio regional ampliaría nuestro margen de maniobra frente a la crisis. La cooperación en escala ampliada, a nivel latinoamericano, contribuiría adicionalmente en ese sentido.

Empezar a recuperar sentido de responsabilidad en la gestión de la economía
Hemos tenido una banca –incluso la pública pero sobre todo la privada– que ha dado muestra elocuente de irresponsabilidad y ligereza en el manejo de nuestro ahorro y en la asignación del crédito. Hemos visto desplegarse, en toda su plenitud, estilos de gestión empresarial depredadores e irrespetuosos: respecto de la naturaleza, la gente, los derechos laborales, las obligaciones tributarias.

Enfrentar y superar la crisis desde criterios de solidaridad y justicia, exige cambios sustantivos en cada uno de estas cosas. Y si ello provoca que algún banco extranjero o alguna transnacional decidan irse, pues que les vaya muy bien. La economía debe volver a funcionar para la gente y respetando la naturaleza, no para alimentar la codicia de unos cuantos.

Garantizar lo que comemos
Para poder comprar lo que se come es necesario, cuanto menos, tener un empleo y un salario decente. Pero también es necesario y conveniente que el país produzca lo que comemos. Con más razón en un contexto de crisis. Por lo tanto, debe recuperarse y relanzarse la política agropecuaria, con decisión y de forma coherente y sostenida.

Reinsertar la economía en nuestra realidad
Las trasnacionales son tan grandes como ausentes. No solo acontece que su único interés es la ganancia y el dominio de mercados a nivel mundial, sino que, además, no hay nada que las haga identificarse con nuestra sociedad y nuestro pueblo, excepto, quizá, el aprovechamiento de algunos privilegios manirrotos que les han sido concedidos. Hay que reinsertar la economía en nuestra realidad, y ello es más urgente cuando nos golpea una crisis de grandes proporciones que amenaza el empleo y nuestras condiciones de vida.

Por ello, debe procederse, con urgencia, a una redefinición profunda de políticas, a favor de nuestras empresas –en especial las micro, pequeñas y medianas–, y nuestra agricultura y artesanía y nuestras cooperativas. A favor también de nuestras empresas públicas, para su fortalecimiento, la profundización de su compromiso con el desarrollo y la justicia, la transparencia de su gestión y su sujeción a estrictos principios de rendición de cuentas.

Ojalá podamos emerger de la crisis con una economía puesta al servicio de la vida de nuestra gente.

* Ensayista.
Despacho de www.argenpress.info

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