Costa Rica, playa del espanto comienza con la mañana
Magalí Silveyra.
Enormes, lentas, longevas, inofensivas acuden (acudían) en masa a desovar. Con el tiempo nuevos ejemplares hacen (hacían) lo mismo: generaciones de tortugas, desde el principio del mundo tal como lo conocemos, reptan (reptaban) por la fina arena, dejan sus huevos, aseguran (aseguraban) la supervivencia de la especie y regresan (cada vez menos) a la mar. Con el tiempo la vital ceremonia se convirtió en festín de los depredadores bajo el sol en la playa.
Los depredadores son humanos. Las grandes tortugas desaparecen.
Y aquí el reclamo de una organización ecologista por la matanza (ya no el robo de huevos) de unos 15.000 ejemplares de tortugas cada año.
O aquí la protesta de los científicos por la agresión destructiva del parque marino Las Baulas. Las baulas son tortugas.
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