Crisis financiera internacional: ¿Que se puede esperar del G-20?

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Diego Ghersi*

Se aproxima el 15 de noviembre, fecha pactada para la cumbre y las opiniones mundiales abarcan desde unos cuantos cambios cosméticos hasta la adopción del socialismo.

Si bien las esperanzas parecen cifradas en la obtención de un mensaje unificado acerca de las dimensiones de la crisis y cursos de acción consensuados para enfrentarla, los debates previos al encuentro tejen una telaraña de posiciones encontradas.

En principio vale destacar el malestar de naciones que, si bien no participarán del cónclave, influyen en el contexto de ideas.

El desacuerdo básico radica en la injusticia de que unos pocos países pretendan resolver una crisis que -por ser planetaria- debería contar con la participación de todos los Estados del mundo.

En ese sentido -y con contundencia- se ha manifestado el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Miguel D´Escoto al sostener que “las soluciones y el diálogo no deben venir exclusivamente del G-8, ni del G-20, ni del G-40. Deben proceder, en última instancia, del G-192, que es la Asamblea General de las Naciones Unidas".

De acuerdo con esa idea D`Escoto ha convocado a una reunión de alto nivel sobre la crisis para el próximo 30 de noviembre y nombrado a un grupo de expertos encabezado por el profesor Joseph Stiglitz, premiado con el Nóbel de Economía en el año 2001.

Stiglitz opina que las medidas de rescate implementadas por Estados Unidos son el punto final de la creencia de que los mercados están capacitados para regularse a sí mismos.

También sostiene que “esta crisis es la más grave desde la Gran Depresión y la tormenta acaba de comenzar”.

El economista esta convencido de que el paquete de salvataje de 700.000 millones de dólares no debió destinarse a los bancos sino a las empresas. Con esa idea traza una diferencia sustancial entre la catástrofe financiera y el riesgo de perder la economía basada en la producción real de bienes.

Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa han manifestado críticas respecto a la pretensión de quedarse simplemente en medidas de control del sistema capitalista.

El presidente venezolano ha sido explícito al mencionar que "el capitalismo no puede ser refundado, hay que enterrarlo y construir la sociedad socialista para los pueblos del mundo". Sus declaraciones no dejan dudas de que considera al capitalismo como “el mal más grande”.

También se reconoce a Chávez en coincidencia con Miguel D`Escoto acerca de agrandar el foro de discusión. En ese sentido el presidente bolivariano comentó que: “le sugerí a Nicolás Sarkozy que se hiciera una asamblea mundial de gobiernos para oírnos con paciencia y con respeto. Pero no, parece que ellos siguen encerrados en su mundo”.

Por su parte, el presidente de Bolivia, Evo Morales instó a la comunidad internacional a que "erradique el capitalismo" y lo sustituya por un "socialismo comunitario" si se quiere salvar al planeta de peligros como el cambio climático. A eso sumó su rechazo a que el modelo capitalista pretenda convertir la “madre tierra” en “mercancía”.

En coincidencia con las críticas al capitalismo, el presidente de Ecuador. Rafael Correa expresó que “no se puede confiar más en los sistemas monetarios internacionales que privatizan ganancias y socializan pérdidas”.

El Jefe de Estado recordó que sólo unos cuantos banqueros crearon esta crisis y ahora se pretende que todo el planeta pague por esto.

Resulta evidente que este grupo de personalidades representa las voces más agresivas en contra de cualquier intento cosmético del sistema económico mundial en crisis y pretenden que de sus ideas nazca un radicalizado Nuevo Orden Económico mundial.

Conviene señalar, que si bien ninguno de los tres mandatarios participará en la cumbre de Washington cabe esperarse que sus posiciones sean representadas en ella por Brasil y Argentina, dada la especial sintonía ideológica que en estos tiempos caracteriza -con matices- a las naciones de Sudamérica.

En ese sentido se ha manifestado la presidente argentina, Cristina Fernández en la Cumbre Iberoamericana de San Salvador. Allí, la mandataria se mostró dispuesta a ser la portavoz de las opiniones regionales en Washington y, de esa manera, reconstruir la multilateralidad sumando la voz de los nuevos actores para generar instrumentos alternativos al fracaso neoliberal.

En su discurso, Cristina Fernández no perdió la oportunidad de resaltar el origen del problema: “Iré a Washington, `el ojo del huracán` donde se desató la crisis que reveló la falta de liderazgo estadounidense para abordar el momento, por cuando ha impulsado un modelo que predicaba que lo malo e ineficaz es el Estado y lo bueno y eficiente es el mercado”.

Por su parte, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, exigió que la voz de los países más pobres sea oída en el diseño de un nuevo orden económico global y coincidió con su colega argentina en los alcances del rol de los Estados en la economía.

El brasileño está convencido de que es momento de decisiones políticas consensuadas con los países emergentes, quienes no pueden estar marginados porque su rol será indispensable para salir de la crisis.

En una posición intermedia se encuentra el presidente de gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, muy dolido por la –hasta ahora- ausencia de España en la cumbre de Washington.

La propuesta española sitúa el origen de la crisis en la desregulación bancaria que habría hecho posible que el sistema financiero mundial descansara sobre la especulación y la codicia, en lugar de atender las necesidades de la economía real. Estos mecanismos habrían acabado por perturbar seriamente a la actividad económica en lugar de alentarla.

Zapatero consideró imprescindible la revisión en profundidad de las instituciones financieras mundiales, y en concreto, la redefinición del papel del Fondo Monetario Mundial (FMI) para que ejerza con más efectividad su función preventiva y establezca mecanismos para la mejor coordinación entre los distintos supervisores nacionales de la actividad financiera.

En el arco opuesto a las ideas de Stiglitz se sitúa el actual mandatario estadounidense.

George Walker Bush espera -empecinado- que durante la reunión del G-20 "las naciones se vuelvan a comprometer con los fundamentos de un crecimiento económico a largo plazo basado en los mercados libres, la libre empresa y el libre comercio".

Por su parte, el candidato presidencial, el republicano John McCain ha implícitamente reconocido que en el trasfondo de la crisis existe un problema energético de tal seriedad que es capaz de acarrear el fin del capitalismo.

En efecto, en concordancia con Sarah Palin, McCain redobla la apuesta prometiendo recurrir a la energía nuclear para conseguir la independencia energética de su país. (Ver: “¿Refundar el Capitalismo?”. APM 27/10/2008)

En ese sentido, el senador republicano asegura estar en conocimiento de las tecnologías que le permitirían disponer de los desechos tóxicos producidos por las reacciones atómicas controladas, lo cual constituye una declaración sorprendente más digna de un druida que de un político serio y propia de alguien que ve con angustia cómo sus posibilidades electorales se reducen día a día en las encuestas de opinión.

Por su parte, el jefe de Estado francés y presidente de turno de la Unión Europea (UE), Nicolás Sarkozy, aseguró que “la Unión presentará un rostro único" en la cumbre financiera del G-20. Dicho rostro consistirá en "propuestas reflexionadas y trabajadas conjuntamente".

En el ámbito externo, el mandatario europeo intentó construir consensos de opinión durante la VII Cumbre de la Reunión Asia-Europa inaugurada el 25 de octubre en Pekín.

En dicha reunión, Sarkozy se entrevistó con el presidente de Indonesia, Susilo Yudhoyono, con el de Corea del Sur, Li Myung Bak, y con el nuevo primer ministro japonés, Taro Aso. Luego de los diálogos explicó que el deseo de obtener resultados concretos en Washington "es compartido ampliamente por europeos y asiáticos".

La posición de China fue escuetamente difundida por el ministerio de relaciones exteriores de ese país: "China desea que la comunidad internacional coordine y fortalezca la cooperación para enfrentarse de manera conjunta a la crisis financiera global y mantener la estabilidad mundial en este ámbito".

El primer ministro chino pidió más regulaciones del sistema financiero internacional, cuestión en la que se centran las coincidencias euro asiáticas.

Es evidente que el cónclave del G-20 será crucial para redefinir el futuro económico global. También es importante que en la mesa de discusión exista la posibilidad de acordar posiciones tan encontradas entre fuerzas equilibradas por efectos de la naciente multipolaridad.

Para los países periféricos es una oportunidad invaluable de hacer valer sus reclamos tan largamente silenciados, pospuestos y menospreciados.

Para los países centrales, la reunión de Washington constituye una instancia para preservar sus privilegios accediendo a medidas cosméticas que garanticen la continuidad de un sistema económico que desde su creación les ha otorgado siempre la ventaja.

Hasta esa crucial batalla el mundo deberá convivir con la incertidumbre.

*Publicado en APM

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