Crítica de la razón turística

935

Oscar Taffetani*

Los defensores del turismo suelen decir que es una industria sin chimeneas, lo que lleva a pensar que se trata de una actividad no contaminante y siempre beneficiosa para la economía de un país o una región. Si pensamos en millones de caños de escape y turbinas funcionando al mismo tiempo, enviando a la atmósfera gases que sí son contaminantes y que sí aumentan la capa de smog en el aire de los campos y ciudades, el turismo pasa a ser una seria amenaza para los ecosistemas y para la vida de las comunidades. Sin embargo el daño irreversible, el daño sin cura, lo produce en el alma.

Haber convertido el viaje (con todo lo que el viaje, histórica y culturalmente significa) en un paseo acotado, con relaciones humanas acotadas y siempre sometido al toma–y–daca del comercio (cuánto vale, cuánto pago, cuánto dura) es el mayor crimen que ha perpetrado el turismo en la cultura contemporánea.

Para Gilles Lipovetsky, la humanidad (o deberíamos decir: esa pequeña parte de la humanidad con capacidad de consumo) “no conoce prelación, codificaciones definitivas, centro, sólo estimulaciones y opciones equivalentes en cadena. De ello proviene la indiferencia posmoderna, indiferencia por exceso, no por defecto, por hipersolicitación, no por privación".

Es allí, en ese punto, donde hay que ubicar, dándoles su exacta dimensión, los afanes del turismo y del "márketing" turístico. Una oferta de módico placer. Una simulación del viaje. Para gente que no tiene mucho tiempo.

Lo que queda (por ejemplo) de Semana Santa

Entre el 14 y el 18 de enero pasado tuvo lugar en Roma el Festival Internacional de Itinerarios del Espíritu. Asistieron más de 40.000 personas y hubo 150 expositores, convocados por la red católica Opera Romana Pellegrinaggi.

“El objetivo principal de la actividad –leemos en una crónica– fue exponer, a través de las tecnologías de la comunicación y la información, los itinerarios históricos de las peregrinaciones de Roma, Santiago de Compostela y Jerusalén (…) Estuvieron representadas las ciudades del mundo que más peregrinos reciben: Guadalupe (10 millones), Lourdes (9 millones), San Pedro del Vaticano (7 millones), Santiago de Compostela (6 millones) y Jerusalén (3 millones)”.

En el citado encuentro, el obispo Libero Andreatta llamó a cambiar el concepto de “turismo religioso”, tan en boga, por el de “itinerario del espíritu”. En otras palabras, propuso un retorno a las fuentes y a las antiguas tradiciones, valorizando la actitud del peregrino que emprende sus caminatas y travesías tan sólo para probar su temple y su capacidad de sacrificio, y con el único propósito de llegar hasta lugares santos y cumplir con sagradas promesas.

Pero el turismo –anticipamos– con sus inagotables redes económicas y comerciales, no cederá fácilmente las posiciones conquistadas. Para esta Semana Santa en Sevilla, por ejemplo, en el marco del turismo religioso, las agencias están ofreciendo servicios del tipo “Pilates Sevilla, con entrenador personal”.

De modo que no importa la saeta sevillana, aquella conmovedora expresión de fe popular a la que le cantó Machado. Ya no importan la cruz ni las escaleras ni los redivivos sufrimientos del Nazareno. Desde una cama sistema Pilates, este año, habrá turistas que disfrutarán de la Pasión y del Calvario (vaya un oxímoron) por televisión. “Tú te mereces un tiempo para ti –dice el prospecto–, a través de esta rutina de ejercicios lograrás una concentración que te hará olvidar los problemas de la vida diaria. Será una hora en la que tu prioridad serás tú mismo…”

En cuanto al ayuno, precepto importante de la tradición cristiana, del judaísmo y también del Islam, la oferta turística lo ha convertido en una oportunidad de obtener nuevos placeres. “La beatitud y la espiritualidad –dice un folleto del restaurante español La Raza– se combinan con el fervor popular de los que participan en procesiones, misas y saetas. Pero las jornadas festivas también traen vacaciones y citas familiares (…) el deber cristiano conocido como vigilia se ha convertido en una deliciosa tradición culinaria para el Viernes Santo. Ese día las carnes, embutidos y fiambres se sustituyen por deliciosos guisos de pescado, legumbres y verduras…”

La vida entre fines de semana

Alrededor de 2.3 millones de personas –según estimaciones oficiales– se moverán a principios de abril hacia Córdoba, Mar del Plata y otros centros vacacionales argentinos, aprovechando el fin de semana largo originado por el 2 de abril (aniversario del desembarco en las Malvinas) y por los feriados religiosos de Semana Santa (9 al 12 de abril). Ese flujo turístico, calculan, provocará un impacto económico del orden de los 1.009 millones de pesos, razón más que suficiente para que los gobiernos provinciales o incluso el gobierno nacional otorguen asuetos extra y eliminen días de clase en las escuelas.

Las fechas patrias, ciertos días históricos y hasta el mismo inicio de las clases, en todos los niveles, han sido corridos o cambiados “por necesidades del turismo”. Incluso los paros y medidas de fuerza de algunos gremios –observamos– suelen ser decretados teniendo en cuenta las necesidades de los ejércitos turísticos.

¿Está mal que los trabajadores se tomen un descanso?, alguien nos espetará. ¿O que gasten su dinero bien ganado en lo que les plazca? ¿O que consuman productos y servicios, reactivando una economía deprimida por la crisis?

No, no está mal, le respondemos. Queda sí pendiente (para otra civilización, otro milenio) esa incómoda pregunta sobre el alma.

* Periodista. Un despacho de www.argenpress.info –que cita como fuente Agencia APe
 

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.