Cristina Mendiry: El perfil socio político cultural de Pablo Neruda y Osvaldo Bayer excede al de sus obras
Es la poeta Cristina Mendiry quien, en conversación con nosotros, manifiesta que ‘las imprecisiones generan malas decisiones’, que ‘el mundo es maravilloso, como cantaba Satchmo’ y que insufribles le resultan las obras kitsch o bizarras.
—¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
—Era 1966, casi septiembre. Estaba en tercer grado de la Escuela Primaria. Escribí una poesía de verso libre. Tenía 9 años. Quería homenajear a la primavera. Después ya no pude dejar de escribir.
—¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
—Los torbellinos me pintan. Me arrebatan. Me camuflan. Me corroen. Me destrozan. Me tiemblan. Me alientan. Me iluminan. Me inspiran. Me vuelcan. Me tardan. Me adelantan. Me sublevan. Me lloran. Me sonríen.
—“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?…
—Lo que muchos llaman inspiración, es sólo una idea. Una información cuasi-mediúmnica que se apodera de nosotros y no se detiene hasta que la complacemos.
Luego viene “todo aquello de la transpiración y los altos porcentajes de la misma”, prudentemente incomprobables.
—¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
—Pablo Neruda y Osvaldo Bayer. El perfil socio político cultural de ambos excede al de sus obras, en mi opinión.
—¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
—“Si peleas con monstruos demasiado tiempo, corres el riesgo de convertirte en uno de ellos.”
—¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
—“Trilce”, de César Vallejo.
“Ídolo de niebla”, de Enrique Blanchard.
“Correction”, de Thomas Bernhard.
La inteligencia, el misterio y la magia en su máximo esplendor.
—¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?
—En la presentación de mi libro “Lucía Vermehren no ha muerto”, pautada para el 29 de octubre de 1993, en la Sala de Representantes de “La Manzana de las Luces” —como constaba en las invitaciones y las publicaciones respectivas— hubo una modificación inesperada. Noche de lluvia, todos con impermeables como detectives de novela negra, fuimos derivados sin previo aviso a la Sala Leopoldo Torre Nilsson.
Obvio, mi libro era una composición de poesía policial de ese film que él dirigiera: “El crimen de Oribe”. Torre Nilsson se llevó lo suyo para su guarida. Su espíritu estuvo en mí allí. Todos sentimos lo mismo. Y nos reímos mucho al respecto.
—¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
—Lejanía. Un futuro indeterminado, inespecífico, desconocido, inentendible. Pero pocas veces, honorífico.
—“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
—Los relojes blandos se derriten en los cuadros de Salvador Dalí. Los vence la rutina en cualquiera de sus formas. Se desmayan de tanto esperar. Se diluyen. La espera, agota.
—¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.
—Un estilo, más bien es una percepción del arte, y la manifestación de la misma. La perfección es un horizonte inalcanzable. Una utopía.
—¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
—La crueldad, el abuso y el maltrato me indignan, quebrando mi corazón. Me violenta la injusticia. Sobre todo, cuando recae en aquellos más vulnerables. Lo que me harta instantáneamente, es la soberbia y la desconsideración.
—¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?
—Una niña creando diálogos y guiones en sus juegos. Y una adolescente justiciera y soñadora.
—¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
—Alfred Hitchcock, sin ninguna duda, en “Vértigo” o “La sombra de una duda”. Edgard Allan Poe, en “La caída de la Casa Usher”. William Shakespeare, en “La tempestad”.
—El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?
—El silencio de la oscuridad nos aturde.
El fervor de la intemperancia se reduce a la desolación.
La gravitación de los gestos se restringe a las orillas.
Las sorpresas denudan en silencios.
—¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
—Federico Manuel Peralta Ramos. Eduardo Sanguinetti.
—¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?…
—Aquellas cuestiones que derivan en una rígida y limitada estructura no aportan inteligencia al arte ni a la sociedad. Las imprecisiones generan malas decisiones. No prefiero ninguna.
—¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
—No me sucede. A los que valoro, los quiero. Y a los que no valoro, no los quiero.
—¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
—El mundo es maravilloso, como cantaba Satchmo. En mi opinión, Discépolo tenía una visión ultra pesimista o una vida muy cruel. Los humanos son los que hacen las cosas mal, en un alto porcentaje.
—Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
—Mahatma Gandhi.
—¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
—Les Luthiers.
—¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
—“Lejos de los ideales, todo es confuso.
pasado, vacío y turbio.
Todo es oculto, todo inseguro,
todo postrero, polvo sin mundo.
Lejos de los ideales, todo es oscuro.”
(parafraseando a Miguel Hernández)
—El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?
—Sin amor no hay contemplación posible para ningún ser, ni para el dinero ni la religión ni la política.
—¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
—A todo lo kitsch, a lo bizarro y a las pinturas de Florencio Molina Campos.
—¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?…
—La costanera de Mar del Plata. Caminar mirando el mar, con viento, sol, frío, lluvia, un paseo repetido e impostergable en cualquier época y cualquier horario. Siempre mágico.
—¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el
sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.
—La ceremonia de la danza
La visión de un bosque
La autenticidad del sacrificio
El pensamiento de la muerte
La ciudad en miniatura
El desajuste del azar
El sufrimiento de la lengua
La ceremonia de la muerte en miniatura
La visión de un bosque en una ciudad
La autenticidad del azar de la lengua
El sufrimiento del desajuste del pensamiento
La danza del sacrificio
“La danza del sacrificio, en la ceremonia de la muerte en miniatura, crea una visión de un bosque en una ciudad. Sin la autenticidad del desajuste de la lengua que muere en el sufrimiento del azar del pensamiento.”
—“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?…
—Las palabras viven hasta en el silencio y en el olvido.
—¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
—La obra de cualquier artista tiene vida propia. Si la obra es buena, será apreciada. Siempre rescato la obra. No tiene la culpa de quién la pudo haber creado.
—¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado— y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
—El olvido es una cualidad muy común de los seres humanos.
—No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
—A los voluntarios. Todas esas personas que desinteresadamente llevan adelante infinidad de actividades.
—¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
—Pasiones y entusiasmos, eternos y cambiantes.
—¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
—No sé si soy autoridad competente para decretar la desmesurada alabanza.
—¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?
—El Amor, tal vez sea un “bis a bis” que no pretende la simetría ni la electrocución. Los humanos suelen generar falsas esperanzas sobre el otro, llegando a la obsesión. Quizás algunos lo consideren una asimetría. Podría ser también un logaritmo, entonces.
—¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?
—El crepúsculo vespertino tiene la magia mayor. Comienzan a delinearse las sombras. Sobre todo, en las rutas y los campos, que al mismo tiempo empiezan a iluminarse temerosamente.
El amanecer despeja las dudas y los temores. Y la noche plena nos envuelve con las totales certidumbres serviciales a la hora de impregnarnos en la magia.
—¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
—Reunión cumbre de poetas del universo exterior.
—Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?…
—Sobrevivir a la pandemia.
Ficha
Cristina Mendiry nació el 2 de enero de 1957 en la ciudad de Pilar, donde reside, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Es Geógrafa, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ejerció, en su ciudad, la docencia secundaria durante 42 años. Concurrió a los Talleres Literarios de Estudio y Creación de Enrique Blanchard desde 1984 hasta 1999. Participó del primer grupo de escritores, sucursal pilarense de la Sociedad Argentina de Escritores, seccional Norte, en 1989. Integra desde 2014 el Grupo de Autores Locales de Pilar. Obtuvo premios y menciones en el Salón Provincial del Poema Ilustrado, en Luján, provincia de Buenos Aires, junto a la artista plástica Brígida Manzanares, en 1985 y 1988. Colaboró, entre 1984 y 1989, con la Revista “Maldoror”, así como, con poesía y ensayos, con la Revista “La Avispa”, entre 2000 y 2014 (y, en su última etapa, como Secretaria de Redacción). Publicó los libros “La historia del tratado” (1997) y “La historia de la Escuela Técnica n° 1 de Pilar” (2010). Participó en los volúmenes “Los libros del libro. Sobre la obra de Enrique Blanchard” (1992), “Ciencias Sociales para 7° E. G. B.” (2003) y “Vademécum” (2015). Poemarios publicados: “Castillos circenses” (1984), “Recurso de especie” (1989) y “Lucía Vermehren no ha muerto” (1993).
*Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Pilar y Buenos Aires, distantes entre sí unos 60 kilómetros, Cristina Mendiry y Rolando Revagliatti, julio 2020