Cuba: Cultura en la Revolución y/o Revolución en la Cultura.

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Orlando Licea Díaz.*
Hay dos tremendos asuntos, apuntados desde la previsión martiana, con los que tuvo, tiene y tendrá que lidiar nuestra Revolución, -y cualquier revolución- antes de convertirse en evolución, ¿Cómo hacer cultura desde la incultura? y ¿Cómo hacer seres humanos verdaderamente libres y buenos a partir de la cultura? Martí lo dijo así:  ¿Cómo hacer cultura desde la incultura?

“De todos los problemas que pasan hoy por capitales, sólo lo es uno: y de tan tremendo modo que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia. La mente humana, artística y aristocrática de suyo, rechaza a la larga y sin gran demora, a poco que se la cultive, cuanta reforma contiene elementos brutales e injustos. La educación suaviza más que la prosperidad: no esa educación meramente formal, de escasas letras, números dígitos y contornos de tierras que se da en escuelas demasiado celebradas y en verdad estériles, sino aquella otra más sana y fecunda, no intentada apenas por los hombres, que revela a éstos los secretos de sus pasiones, los elementos de sus males, la relación forzosa de los medios que han de curarlos al tiempo y naturaleza tradicional de los dolores que sufren, la obra negativa y reaccionaria de la ira, la obra segura e incontrastable de la paciencia inteligente” OC. T5 Pág.102

 

¿Cómo hacer seres humanos verdaderamente libres y buenos a partir de la cultura?

 

“Los hombres crecen, crecen físicamente, de una manera visible crecen, cuando aprenden algo, cuando entran a poseer algo, y cuando han hecho algún bien.

Sólo los necios hablan de desdichas, o los egoístas. La felicidad existe sobre la tierra; y se la conquista con el ejercicio prudente de la razón, el conocimiento de la armonía del universo, y la práctica constante de la generosidad. El que la busque en otra parte, no la hallará: que después de haber gustado todas las copas de la vida, sólo en ésas se encuentra sabor.-Es leyenda de tierras de Hispanoamérica que en el fondo de las tazas antiguas estaba pintado un Cristo, por lo que cuando apuran una, dicen: “¡Hasta verte, Cristo mío!” ¡Pues en el fondo de aquellas copas se abre un cielo sereno, fragante, interminable, rebosante de ternura!

Ser bueno es el único modo de ser dichoso.

Ser culto es el único modo de ser libre.

Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno.” OC T8 Pág.289

 

Es curioso que Martí insertase estas reflexiones en medio de dos tremendos artículos, el primero, en el prólogo que escribió para un libro de Rafael de Castro Palomino “Cuentos de Hoy y de Mañana” que trata ¡sobre la historia de algunas experiencias comunistas! y el segundo en el trabajo Maestros Ambulantes, precursores de las campañas de alfabetizació n, que debían ser materia obligatoria de estudio para cualquier trabajador de la cultura.

 

Bastaría quizás con estas breves citas, para hacer reflexionar sobre el asunto a quienes tienen la experiencia directa del trabajo cultural durante estos 50 aguerridos años. Y para dar respuesta acerca de lo que hemos logrado y lo que nos falta por lograr, sin eludir los errores a rectificar. Sin embargo, es una obligación de quien escribe, dejar sus impresiones sobre el tema que aborda.

¡Es tremenda, sin duda, la lucha de clases! El primer problema lo enfrentamos  con la histórica Campaña de Alfabetizació n. Certero golpe en el corazón de la injusticia, o mejor, en el estómago, -que la injusticia no tiene corazón-. Tuvimos que empezar por “esa educación meramente formal” de la cual carecían los humildes. Luego comenzamos a luchar por el sexto grado y hasta por el décimo, colosal tarea en la que, durante largos años estuvimos empeñados.

En algún momento, había que pasar a la segunda etapa, a  “aquella otra más sana y fecunda, no intentada apenas por los hombres”. Al organismo encargado de promover la Cultura tocaría esa responsabilidad histórica. Primero se creó el Consejo Nacional de Cultura, que fue el antecedente del Minclut.

La creación de las  Instituciones Culturales Básicas en cada Municipio del país fue la fórmula estructural que aplicamos. La punta de lanza de este intento serían las Casas de la Cultura, seguidas por las Bibliotecas, los Museos, los Teatros, las Casas de la Trova, los Coros, las Bandas de Música, los Grupos de Teatro, los Grupos de Danza (generalmente comparsas), y el Teatro Infantil, constituyeron un tremendo intento por generalizar la cultura y llevarla a todos los rincones.

Junto a este gigantesco esfuerzo generalizador, había que atender también al arte  como valor estético, a las manifestaciones cuyos creadores son profesionales, que obtienen los recursos necesarios para desplegar su vida a partir de la actividad artística que desarrollan. La UNEAC, la UPEC y los respectivos consejos nacionales dependientes del Mincult, fueron creados con este objetivo.

Había, además, que formar a quienes se encargarían de llevar el arte hasta los humildes. El sistema nacional de educación artística fue la estructura creada con estos fines. Los instructores de arte, especie de alfabetizadores artísticos, ocuparían la base de esta pirámide, seguidos por las escuelas especializadas, como las de música, artes plásticas, cine, etc. surge el Instituto Superior del Arte, con el fin de formar talentos.

Hasta aquí, lo esencial del trabajo en el sentido estructural. Con estas herramientas abordamos la tarea de darle contenido a la intención y al esfuerzo, trabajo mucho más delicado y complicado.

 Apenas transcurrido un año del triunfo, en junio de 1961, se efectuaron en el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional, varias reuniones en las que participaron las figuras más representativas de la intelectualidad cubana. Artistas y escritores discutieron y expusieron ampliamente sus puntos de vista sobre distintos aspectos de la actividad cultural y sobre los problemas relacionados con sus posibilidades de creación. En estas reuniones estuvo y participó Fidel, su discurso ha quedado para la historia como “Palabras a los Intelectuales” , la frase que quedó como colofón de sus reflexiones fue: “Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho.”

 En este discurso, Fidel se refirió a otros temas como el papel del estado en la promoción de la cultura: “y si a alguien le preocupa tanto que no exista la menor autoridad estatal, entonces, que no se preocupe, que tenga paciencia, que ya llegará el día en que el Estado tampoco exista.”

 La importancia estratégica de la cultura para la incipiente revolución estuvo siempre clara para Fidel, en este sentido expresó: “Nosotros, los de esta generación sin edades en la que cabemos todos: tanto los barbudos como los lampiños, los que tienen abundante cabellera o no tienen ninguna o la tienen blanca. Esta es la obra de todos nosotros. Vamos a librar una guerra contra la incultura. Vamos a librar una batalla contra la incultura. Vamos a desatar una irreconciliable querella contra la incultura y vamos a batirnos contra ella y vamos a ensayar nuestras armas.”

“Estamos pidiendo el máximo desarrollo en favor de la cultura y muy precisamente en función de la Revolución, porque la Revolución significa, precisamente, más cultura y más arte.”

Trascendente y de plana vigencia, porque a veces nos hemos confundido sobre este problema, -quizá más de las necesarias-, fue el siguiente señalamiento de Fidel:  “De la misma manera debemos propiciar las condiciones necesarias para que todos esos bienes culturales lleguen al pueblo. No quiere decir eso que el artista tenga que sacrificar el valor de sus creaciones, y que necesariamente tenga que sacrificar su calidad. Quiere decir que tenemos que luchar en todos los sentidos para que el creador produzca para el pueblo y el pueblo a su vez eleve su nivel cultural a fin de acercarse también a los creadores.”

El problema del contenido clasista de la libertad de expresión y creación, fue quizá el núcleo de esa reunión de intelectuales. Entre las múltiples reflexiones sobre el asunto Fidel apuntaba: “Era la época aquella en que no lo enseñaban a uno a pensar sino que lo obligaban a creer. Creo que cuando al hombre se le pretende truncar la capacidad de pensar y razonar se le convierte de un ser humano en un animal domesticado. ..

“La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un real patrimonio del pueblo. Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en todos los órdenes espirituales;”

“Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad; que la Revolución ha traído al País una suma muy grande de libertades; que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser.”

Y entre los temas que fueron objeto de su atención ese día, estuvo el de la definición de lo que constituye ser revolucionario, -preocupación constante de Fidel-, que fue magistralmente completada en el discurso donde se refirió a la posibilidad de la reversibilidad de nuestro proceso revolucionario, únicamente viable si los revolucionarios cubanos dejan de serlo.

Desde hace tiempo hemos venido desarrollando un trabajo orientado a hacer reflexionar acerca de la importancia de que la Cultura trascienda al arte, la literatura y los espectáculos, -la estética- para incluir a la recreación, al amor, a los conocimientos acumulados y de necesaria divulgación, al apoyo social desde múltiples aspectos, a lo espiritual etc. y por la creación de un centro de referencia para estudiar experimentalmente estos factores. Sin que hasta hoy se haya logrado tener ese centro de acción y reflexión, que pueda servir de referencia, orientado por la citada Resolución. Y también sin que la Cultura se haya decidido, hasta hoy, a abordar esos asuntos, quizá porque implicaría reconocer su incompletud, o porque asume que no son asuntos que están en su jurisdicción.

Desde la mirada de la Cátedra hay algunas cuestiones que quisiera señalar: El concepto de lo que está dentro y fuera de cualquier realidad o institución es dialéctico, se desarrolla en el tiempo, es histórico, y, por tanto, resulta susceptible de cambio y evolución. Lo mismo en la Cultura que en la Revolución. 

Existe un marco ancho y otro estrecho del concepto cultura. Existe el riesgo de que la estructura cultural se convierta en el Ministerio del Arte y no de la Cultura. La arquitectura, la cocina, la recreación misma, y hasta el deporte pueden formar parte de la acción cultural, si concebimos a la cultura como el acerbo de conocimientos y experiencias acumulados que, en su sedimentación histórica, pasan al pueblo –y no al pueblo abstracto, sino al concreto, integrado por las clases, capas y segmentos sociales-

Lo culto y lo popular, lo excelente y lo chabacano, lo marginal y lo “central”, lo burgués y lo proletario, lo revolucionario y no revolucionario, lo dialéctico y lo metafísico, por sólo citar algunos pares dialécticos significativos, han venido manifestándose en estos años, con diferentes matices y dominios.

Las estructuras creadas, si bien han servido para dar forma concreta a nuestro tremendo esfuerzo cultural, también han fragmentado la cultura, creando unas especies de “estancias” o “estancos”, que en determinados momentos y esferas, han frenado el desarrollo de algunas manifestaciones, así como de la Cultura en conjunto. En este sentido el Doctor Armando Hart Dávalos, en su excelente artículo, Ciencia y Conciencia, expresó y abarcó en toda su amplitud e importancia lo esencial de este concepto:

 

“En la gestación de la Nación Cubana, en el tiempo que va de 1790 a 1868, las mejores ideas del país no tenían en compartimentos estancos los conceptos de educación, ciencia, cultura y arte. Felipe Poey, el científico materialista, Tomás Romay, el médico que abandonó un claustro cargado de teología y se marchó a trabajar en los hospitales, Domingo del Monte, gran promotor cultural, José Antonio Saco, investigador de la sociedad y la economía cubana de su época, Félix Várela y José de la Luz y Caballero los dos más eminentes pedagogos de su tiempo, no veían divorciados los contenidos de sus disciplinas de estudio. Por aquel entonces la formación ciudadana, la pedagogía, las letras, las ciencias naturales e incluso los estudios de economía política, no se mantenían en islas independientes ni amuralladas en sus propios terrenos específicos”.

Va resultando necesaria la creación de centros integrales, capaces de incluir en su programación, junto a las artes, a la recreación, la gastronomía, el baile, los conocimientos etc. Que unan lo culto, lo popular, lo artístico, lo recreativo, el apoyo social etc. de forma armónica, ubicando en primer lugar la plenitud del ser humano y poner todo el contenido necesario en función de la calidad, plenitud y disfrute de la existencia. Hasta lograr la síntesis del arte y la cultura, de lo culto y lo popular etc. en una Cultura y un Arte únicos, que favorezcan y estén en función de la plenitud humana.

Entre las ideas de Fidel, expresadas en las palabras a los intelectuales se incluyó la del centro que está promoviendo la cátedra, claro que en nuestro caso, no sólo para intelectuales, sino también para otras categorías de personas.

“Hay la idea también de organizar algún sitio de descanso y de trabajo para los artistas y los escritores. En cierta ocasión, cuando andábamos peregrinando por todo el territorio nacional, se nos ocurrió la idea en un lugar muy hermoso, de Isla de Pinos, de construir un barrio, una aldea en medio de los pinares para premiar (en ese tiempo estábamos pensando establecer algún tipo de premio para los mejores escritores y artistas progresistas del mundo) y homenajear a los escritores y artistas. Ese proyecto no tomó cuerpo, pero puede ser revivido para hacer un reparto o una aldea en un remanso de paz que invite a descansar, que invite a escribir, y yo creo que bien vale la pena que los artistas, entre ellos los arquitectos, comiencen a dibujar y a concebir el lugar de descanso ideal para un escritor o un artista y a ver si se ponen de acuerdo en eso.

Pero dentro de esa planificación cabe el construir un sitio de descanso para los escritores y artistas, y verdaderamente sería una satisfacción que la Revolución pudiera contar esa realización entre sus obras.”

 

Hasta hoy hemos insistido y trabajado con pasión, dedicación y éxito –sin que algunos lunares demeriten la belleza de la obra- en hacer Cultura en la Revolución. Va siendo hora de que ubiquemos en su justo lugar su contraparte imprescindible y nos pongamos, con el mismo ahínco, inteligencia y dedicación, a hacer Revolución Martiana en la Cultura (Que no es lo mismo que revolución cultural China, aunque algunas de sus experiencias nos sean útiles) para lo que nos sobran capacidades, talento y entusiasmo. Una parte importante de la batalla en el terreno de las ideas, se libra –querámoslo o no, nos demos cuenta o no- en este terreno, tanto para el especialista y el artista, como para cada habitante del país en su espiritualidad concreta.

Nota: Todas las citas son de las Palabras a los Intelectuales, discurso pronunciado por Fidel en la Biblioteca Nacional José Martí.

*Profesor de Psicología de la Universidad de La Habana, Presidente de la Cátedra Arte y Salud, y escritor

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