Cuba y los meteorólogos de la política

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Germán Piniella*

 A menudo hay meteorólogos sin pudor que luego de anunciar que "Mañana habrá un día soleado y sin nubes", ven inmutables cómo desde el amanecer siguiente hasta la noche los cielos se abren en interminables aguaceros. El cielo se encapota y la lluvia arremete sin compasión ni tregua contra los confiados ciudadanos que salieron sin paraguas ni capa de agua. Ni una nube se esfuma, ni un rayito de sol asoma. Y ellos entonces aparecen nuevamente en la pantalla y sin el menor recato aclaran: "Hoy ha estado lloviendo todo el día".

 De lo avisado el día anterior, nada. De los presagios en que el público confió, cero. Más que predecir el tiempo, hacen la autopsia del clima. Y echan tierra sobre el fallido pronóstico anterior.

No todos son así. Los hay que explican honestamente que el cambio súbito se debió a una u otra causa, que el pronóstico nunca es ciento por ciento certero, y que el tiempo trastocado fue debido a determinadas condiciones inesperadas en una u otra capa de la atmósfera o a consecuencia del cambio climático o a cualquier otra razón lógica y científica. O a que sencillamente se equivocaron. Son los que no se consideran infalibles.

Hay periodistas y políticos que se parecen a los meteorólogos que cité al principio. Se comportan de manera muy parecida y a menudo hacen declaraciones o publican en la prensa que arremete contra Cuba noticias, editoriales y artículos de opinión que parecen ominosos pronósticos del tiempo, como los mencionados, en vez de información. Son avisos de catástrofes inminentes, huracanes sociales, tsunamis económicos, terremotos políticos de un grado de intensidad que supera cualquier escala posible.

Y un tiempo después las amenazas desaparecen, las profecías no se cumplen y los mismos que advirtieron del desastre ignoran sus noticias anteriores, olvidan sus augurios funestos y aterran con un nuevo vaticinio.

Cuba es uno de sus blancos preferidos, aunque no el único. Como ineptos profetas desmemoriados han anunciado la inminente caída de la revolución cubana en incontables ocasiones, solo para olvidar sus palabras cuando estas no se cumplen.

¿Recuerdan el desplome de la Unión Soviética? Por esa razón, y por la desaparición del campo socialista europeo, en la década de 1990 Cuba perdió el 80 por ciento de su comercio exterior y condiciones favorables de intercambio (no subsidios, sino normas distintas, más justas y menos sujetas a los precios inflados o deprimidos del mercado mundial).

Según esos pitonisos, el derrumbamiento cubano era cuestión de días.  Muchos en Miami hicieron las maletas en espera de la buena noticia, listos a venir a "salvar el país", a "restituir la democracia", a "evitar el caos que sobrevendría". Y cuando el gobierno cubano se mantuvo firme, cuando el país reacondicionó su comercio, buscó nuevos socios, sobrevivió al llamado período especial y comenzó a salir de la crisis económica y a aumentar su PIB, ni siquiera hicieron como los meteorólogos y buscaron un equivalente de "Hoy ha estado lloviendo todo el día", sencillamente olvidaron sus profecías y crearon nuevos pronósticos.

¿Cuántas veces se tambaleó el poder revolucionario en boca de esos profetas, cuantas veces ha agonizado Fidel o ha muerto y el gobierno lo mantiene en silencio? ¿Cuántas veces se ha hecho el diagnóstico de su enfermedad? La entrega temporal del mando del país a Raúl Castro, y el traspaso por vía constitucional luego de la renuncia de Fidel, hizo que nuevamente aparecieran los agoreros. Pronto habría motines, alzamientos, emigraciones masivas, desorden, anarquía, colapso total… el desbarajuste era inminente. Más tarde, al transcurrir pacíficamente la transmisión del poder, de acuerdo con la ley cubana y con el respaldo mayoritario de la población, se hizo el silencio.

El bloqueo económico que Estados Unidos impuso a sangre y fuego a Cuba y que dura ya cuarenta y siete años ha causado casi 200.000 millones de dólares en pérdidas al país. Además de que es un disparate llamarlo "embargo" lo mismo en inglés que en español (por favor, busquen la palabra en los diccionarios), los meteorólogos de la política silencian las presiones que ejerce EEUU sobre terceros países para que no comercien con Cuba, le nieguen créditos, dejen de visitar la isla o no envíen ayuda solidaria. Y sobre todo silencian la ilegalidad de ese bloqueo y de las leyes extraterritoriales que lo refuerzan. Probablemente, cuando algún día desaparezca, también olvidarán que existió. 

Principalmente como secuela del período especial después del derrumbe del socialismo europeo, y de las múltiples agresiones del bloqueo, Cuba sufrió una severa crisis económica. Dos de sus consecuencias fueron el conflicto del transporte público y el de la generación y suministro de electricidad. Diariamente se leían en la gran prensa internacional noticias que anunciaban el próximo colapso del transporte y recontaban los innumerables apagones en ciudades y pueblos del país.

Se avizoraban "veranos calientes" y más emigraciones masivas. Pero resulta que Cuba anunció un plan de importaciones para el transporte y una nueva "revolución energética", y poco a poco comenzaron a verse las inversiones, y aparecieron los primeros autobuses, y hubo menos apagones, hasta que prácticamente desaparecieron las noches oscuras y las paradas de autobuses dejaron de parecer la entrada a un estadio de béisbol. Cuba incluso comenzó a exportar su concepto de revolución energética a otros países. De pronto desaparecieron el transporte público y el estado de la energía eléctrica de las noticias acerca de Cuba. Nada de hablar de mejoras, nada de dar seguimiento a la noticia –algo que es elemental en periodismo–, nada de ser objetivo.

Podría seguir poniendo ejemplos. En casi cinco décadas de revolución, y también de agresiones constantes por la mayor potencia económica y militar que ha conocido la historia, esta islita mucho menor en superficie que el estado norteamericano de la Florida y con menos habitantes que la ciudad de Nueva York, ha resistido exitosamente una invasión, intentos de asesinar a sus líderes, ataques terroristas, agresiones de toda clase, campañas de calumnia y un largo etcétera que llenaría volúmenes. Todos los intentos han sido infructuosos. Y sólo por una causa que nunca ha estado presente en los partes meteorológicos de la política hacia Cuba: el pueblo cubano.

Si la dictadura de Fulgencio Batista duró poco más de cinco años, si la de Gerardo Machado en la década de 1930 duró menos, si las muchas tiranías latinoamericanas (todas apoyadas con entusiasmo por Estados Unidos, pública o secretamente) también fueron relativamente efímeras –en términos de tiempo, no de víctimas que sumarían millones en su totalidad continental–, ¿cómo es posible que en medio siglo de escasez, supuestos asesinatos, torturas e injusticias, el pueblo cubano no se haya sacudido de encima una dictadura que lo oprime?

La razón es una sola: sería luchar contra sí mismo.

Por eso ahora, cuando nuevamente se pronostican catástrofes, se asegura que Cuba no podrá soportar la devastación de los dos ciclones que se unen al otro huracán de la crisis económica mundial, se profetizan epidemias arrolladoras, se afirma apocalípticamente que el hambre asolará el país, se avizora de nuevo la emigración masiva, se descartan como inútiles las medidas que ha tomado el gobierno, se duda de las cifras oficiales, se citan fuentes muy seguras que hablan de más desastres (siempre anónimas, siempre sin confirmar), nosotros los cubanos nos disponemos a reconstruir el país, a luchar contra las adversidades, a soportar nuevas agresiones.

Este es el pueblo que guerreó en el siglo 19 durante 30 años, en ocasiones casi desnudo y como arma principal el machete, su instrumento de trabajo, para obtener su independencia de España. Este es el pueblo que propinó a Estados Unidos su primera derrota militar en América al vencer una invasión organizada, entrenada y financiada por la CIA.

Este es el pueblo que no da lo que le sobra en dudoso gesto de generosidad, sino comparte lo poco que tiene con los que tienen menos, aún en estos momentos, que ha combatido en África por la independencia de varios pueblos, que envía sus médicos y sus maestros a lugares recónditos a curar y a instruir sin pedir nada a cambio, que enseña gratuitamente no solo a los suyos, sino a los que no tienen para pagar su educación en su propio país, incluso a ciudadanos de la nación que lo amenaza.

Cuba resurgirá: restañará sus heridas, reconstruirá sus viviendas, recuperará sus sembrados, reiniciará sus industrias, restaurará sus museos y teatros, sin dejar de brindar ayuda solidaria a otros que tienen menos, sin abandonar su alegría, sin dejar de cantar. Y entonces, cuando hayamos recobrado lo perdido, cuando hayamos borrado los vestigios de los huracanes, cuando podamos decir con certeza que hemos regresado a la normalidad, quizás los meteorólogos de la política, olvidando todos sus funestos vaticinios, pronostiquen con total ineptitud y falta de pudor nuevas desgracias. Y echarán tierra sobre los fallidos pronósticos anteriores.

* Escritor y periodista.
 Editor asistente en La Habana de la versión en español de http//progreso-semanal.com

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