Cuento navideño de los días del final

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La Jerusalén celestial tarda en llegar; no se sabe quiénes serán los salvados. ¿Bastarán las buenas obras o todo está ya decidido en la vasta, infinita mente de la deidad? Los niños en muchas regiones del Hemisferio Norte intentarán, si la noche está despejada, otear el cielo, descubrir la Estrella Polar: querrán ver el trineo con regalos. Tal vez los pocos alquimistas de la vieja Tradición también levanten los ojos en esa dirección. La nieve es un poco lo que queda de los sueños del creador de las cosas.

Los fundamentalistas de cualquier cuño se preguntarán «¿Hasta cuándo?» y se prometerán a sí mismos acabar con los que yerran e inducen a error, con los que pecan e inducen a pecar; habrá que limpiar el cuerpo -y limpiar de cuerpos el camino- para que brille el alma. En sus estantes y anaqueles brilla el cañón de sus armas. Saben que la última guerra ha comenzado.

Los pobres de América Latina urbana quizá ganaron unos céntimos con el abrir y cerrar las puertas de los autos en los estacionamientos de los centros multicomerciales; otros han sudado -y sudarán hasta tarde el día 24 de diciembre- enfundados en ese perverso disfraz rojo con barbas de algodón.

En las esquinas con semáforo de la avenidas que rumbean hacia los sectores pudientes, los pobres payasos y malabaristas -cuyas funciones de 20 segundos son infinitas- plancharon sus camisas de color. A su lado, mirándolos de reojo, los que limpian parabrisas entre la luz roja y la amarilla.

Curiosamente, por ser ésta fecha sacra, alguna joven prostituida, algún joven prostituido podrá contar las monedas ganadas; Jesús niño es apenas una mirada extraña. Las jóvenes dependientas de tienda y los jóvenes que amarran los vistosos envoltorios de los regalos no se atreven a mirar el reloj desde el día 15 por lo menos. En Santiago de Chile a las jóvenes camareras les corre el sudor entre las mamas a la vista. Es grande la geografía de América y demasiados los niños que aspiran pegamento para olvidar que están vivos, y porque su nacimiento fue un error monstruoso de la estadística: son los que deben ser eliminados para que no interrumpan la fiesta. La virgen María de algunos no tiene ojos para verlos ni manos para tocarlos.

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¿Dónde estarán los ángeles con los que dicen haber tenido alguna experiencia el 51 por ciento de los estadounidenses? Tal vez sobrevuelan Iraq y dirigen los cohetes. El señor Rumsfeld ríe en la victoria -todo es apariencia-. Los espíritus ingleses de la Navidad, viejo Dickens, fueron invitados a cenar a Downing St. número 10.

Y en España el goce rápido -paliza a la mujer incluida- y las tapas prolongadas no impiden que Miguel Lázaro, psiquiatra y sicoterapeuta grupal diga: «Mucha gente padece el síndrome navideño, que consta de una fase pre y una fase post»1 (como un coito, diríamos).

Porque «para estas personas, la Navidad no es una celebración sino una pesadilla. Las causas son complejas y engloban factores sociales, culturales y personales. Entre ellos se podrían destacar el recuerdo de los ausentes; las reuniones familiares, que son caldo de cultivo de muchos encontronazos; la sobreabundancia de comidas, compras y bebidas; la sobrestimulación interna y externa, que nos estresa; el rechazo a la programación cultural y social, que nos exige alegría compartida, felicidad a raudales y gozo universal en todos los sitios y con todos; la pérdida de la espiritualidad; la dificultad de conciliar otros sentimientos, como los de rabia o tristeza, que entran en contradicción con el ?espíritu navideño?; la regresión infantil que sufrimos, la triste realidad que vivimos cada día y que resuena más en Navidad… Ahora bien, esto es transitorio, reversible y no precisa medicamentos. Eso sí, se puede transferir al prójimo».

Nos tranquilizamos. En alguna medida porque los gobernantes preparan el mensaje que dirán por cadena de radio y TV; y los obispos y párrocos aprenden el sermón de estos días. Y también porque la policía desvive desde hace una semana para evitar atracos, robos de paquetes y carteras; en Buenos Aires, México, Bogotá… los «secuestros express».

Mucha cerveza para combatir el calor en el Caribe y en el resto de América, hacia el sur.

Y para que medite el el sentido de estas fiestas siga leyendo lo que escribió Dahr Jamail*, de Inter Press Service.

¡Despierten! ¡Despierten!
Hambre y frío en Faluja arrasada

foto«Iraq arde de indignación, ira y tristeza… El pueblo de Faluja nos es querido. Son nuestros hermanos y hermanas y estamos tan entristecidos por lo que sucede en esa ciudad.» …No hay palabras que puedan describir mejor la situación en Iraq y particularmente en Faluja que éstas del doctor Wamid Omar Nathmi, un destacado politólogo de la Universidad de Bagdad.

Para los casi 300.000 habitantes de Faluja sin techo repartidos por el centro del país, su vida diaria como refugiados es una realidad ocupada por la búsqueda de alimentos, atención médica, calor y agua potable.

Mohammad Ali es un refugiado en un campo en el complejo de la Universidad de Bagdad. Lloraba cuando lo entrevisté; su macizo cuerpo de estremecía al lamentarse por su situación: «No sentimos que era Eid después de Ramadán este año, porque nuestra situación era tan mala. Lo único que hacemos es seguir ayunando».

Un hombre de una sola pierna sentado cerca de la mezquita asiente mientras fuma su cigarrillo y Mohammad continúa: «Quisiera preguntarle a todo el mundo: ¿qué es esto? ¡Digo a los presidentes de los países árabes y musulmanes que se despierten! ¡Despierten por favor! ¡Nos están matando, somos refugiados de nuestras propias casas, nuestros niños no tienen nada, ni siquiera zapatos que ponerse! ¡Despierten! ¡Despierten!»

Lloraba aún mas al agregar: «Me fui de Faluja ayer y soy discapacitado. Pedí a Dios que nos salvara pero nuestra casa fue bombardeada y lo perdí todo».

Otro hombre, Khalil, apuntó a varios niños cercanos del campamento y dijo: «Eid se acabó. Ramadán se acabó y los niños se quedan sin una sola sonrisa. No tienen nada y ninguna parte donde ir. Solíamos llevarlos a parques y divertirlos, pero ahora no tenemos ni siquiera una casa para ellos». Continuó señalando a los niños y a algunas mujeres cercanas: «¿Qué tienen que ver los niños? ¿Qué hicieron? ¿Qué tienen que ver las mujeres? No puedo describir la situación en Faluja y la situación de la gente. Faluja sufre demasiado, prácticamente dejó de existir».

Luego explicó: «Recibimos algunos suministros de la buena gente de Bagdad y algunos doctores voluntarios vinieron por su propia cuenta con algunas medicinas, pero se acaban a diario porque las condiciones son tan malas. No vimos nada del Ministerio de Salud, ni medicinas, ni doctores, nada».

fotoDijo que los que evacuaron Faluja no pensaban que se irían por tanto tiempo, así que llevaron solamente sus ropas de verano. Ahora hace bastante frío de noche, hasta 5 grados centígrados, y a menudo hay mucho viento. Khalil agregó: «Necesitamos más ropa. Estamos viviendo en un desastre aquí en este campamento Vivimos como perros y los niños no tienen suficiente ropa».

Es una situación similar en la mayoría de los campos de refugiados que he visitado. Pero hay una pequeña luz en estas tinieblas. Una organización internacional en particular, que no nombraré, logró reunir fondos para apoyar a muchos de los refugiados de Faluja.

Hablando bajo promesa de mantener sus nombres en el anonimato, dos de los médicos que reciben donaciones financieras de esa organización nos contaron sus logros hasta la fecha. Bajo su supervisión y asistencia, pequeños grupos de ayuda trabajan incansablemente para distribuir los suministros obtenidos con las donaciones internacionales.

En el campamento mencionado, gracias a la solidaridad, uno de esos grupos logró hacer llegar más de US$ 500 en frazadas, chalecos para los niños, y estufas a gas. Más de US$ 1.500 en mantass, estufas y cocinas portátiles fueron distribuidos también a otros cuatro campamentos de refugiados en Bagdad.

Un equipo de médicos iraquíes voluntarios fue rápidamente organizado para adquirir las medicinas necesarias para tratar a los refugiados. Los problemas más comunes en los campamentos son gripe, neumonía, resfríos, diarrea y otras enfermedades causadas por el agua.

Tanques, tubos, bombas de agua y materiales para purificarlas se necesitan desesperadamente en la mayoría de los campamentos. Más de tres mil dólares en donativos se usaron para suministrar a uno de ellos en Bagdad lo necsario para abastecerlo de agua potable. Pero desde luego se precisa mucho más.

Ahora han sido distribuidos más de US$ 9.000 en antibióticos de ampio espectro, como cipro, tagamet y amoxicilina. Agujas, guantes estériles, analgésicos, gasa y materiales de primeros auxilios han sido también entregados a tres campamentos de refugiados y utilizados por pequeños grupos de médicos voluntarios para tratar a enfermos.

Otros voluntarios lograron hacer llegar camiones cargados de medicinas y materiales diversos a campamentos fuera de Bagdad. Un doctor en Amiriyat al-Faluja, que recibió medicinas y suministros urgentemente necesitados, rebosaba de gratitud. El hospital principal en el que trabaja, tiene dificultades para tratar a 1.500 personas diarias. Antes de que la pequeña ciudad fuera inundada por refugiados, el hospital atendía sólo a 300.

«Con cientos de familias refugiadas en la ciudad no hemos podido atender a la gente. No puedo agradecerle suficientemente por todo esto. Son exactamente los suministros que necesitamos», dijo a los voluntarios que llevaron las medicinas. «Es un buen comienzo, pero evidentemente necesitamos más, porque se nos acaban las medicinas todos los días.» Los voluntarios tienen planes de hacer otra entrega pronto.

Más de US$ 1.500 fueron utilizados para comprar 250 frazadas y 50 estufas para un gran campamento cerca de Faluja. Otros US$ 5.000 fueron empleados en la adquisición de calentadores portátiles a parafina, cocinas y combustible. Se distribuyeron sobre todo en la mezquita Al-Amiryah -la principal que queda junto al monumento al refugio antiaéreo- que es el sitio en el que se reparten estos suministros a los refugiados en el área, y son indispensables por el clima frío que hay actualmente en Bagdad.

Algunos de los últimos refugiados en salir de sus hogares están en Husabe, una pequeña ciudad no lejos de Faluja. 234 personas que llegaron hace 11 días recibieron US$ 2.000 en estufas, alimentos y ropa.

Mientras se evalúan las necesidades, se gasta más de este dinero en campamentos que siguen con poca o ninguna ayuda del ministerio de Salud. Como la mayoría de las ONGs abandonaron Iraq debido a la falta de seguridad, este esfuerzo desde la base ha cubre algunas de las inmensas brechas dejadas por su ausencia.

«He estado rezando para que alguien nos ayude», dijo Suthir, madre de seis pequeños en un campo de refugiados en el distrito Amiryah de Bagdad. «Y Dios se ha preocupado de nosotros. Hemos tenido tanto frío por la noche, pero ahora tenemos una estufa.»

1 Entrevista publicada en el Diario de Mallorca el 11 de diciembre.

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* Periodista. Sus despachos desde Iraq se publican en diarios y revistas independientes y alternativos a la prensa oficialista de muchos países , traducidos a distintos idiomas.
Hemos seguido la traducción de Germán Leyens para Rebelión a href=»http://www.rebelion.org»target=»_blank»>www.rebelion.org), donde fue publicado en la primera quincena de diciembre.
Más información en http://dahrjamailiraq.com

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