¿Danza con lobos?

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Elsa Claro.*

En 2004 fueron emitidos dramáticos mensajes y fotos sobre cuatro contratistas estadounidenses ejecutados  en Iraq. El suceso hizo suponer a los desprevenidos que se trataba de civiles a cargo de reparar lo destruido por los invasores, pero pronto se supo que eran mercenarios.

 

Poco antes habían circulado detalles relativos a empresas formadas con ex soldados y oficiales, sobre todo de los ejércitos norteamericano y británico, quienes actuaban en cualquier sitio con el único requisito de ser pagados en efectivo o con recursos naturales. Dinero, minas, o acciones en empresas africanas, por ejemplo.

Estas corporaciones son fruto del modelo neoliberal que antepone el mercado y las ganancias superlativas a cualquier otra consideración ética y coloca el destino de un país, o el de sus habitantes, en carácter de artículo vendible o comprable. Dicho de otro modo: las guerras fueron privatizadas, tal como se hizo con industrias, yacimientos, sistemas sanitarios o infraestructura de servicios.

Sobre esas bases surgen firmas como la  Blackwater (hace poco rebautizada con  el esotérico sello de Xe Services LLC, para lavarse la cara  tras ser prohibida su presencia en Iraq, debido a la injustificada matanza de civiles); la DynCorp (otra favorita del Pentágono) o, entre tantas, la muy beneficiada Development Alternatives, Inc. (DAI), que según testimonio del ex agente Philip Agee, es uno de los instrumentos de la CIA destinado a desestabilizar países donde no hay el tipo de “democracia” que Estados Unidos quiere imponer. Opera en Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua y otros países.

Particular notoriedad alcanzó DAI cuando uno de sus contratistas fue arrestado a inicios de diciembre del 2009 en La Habana, adonde vino con la tarea de entregar sofisticados medios de comunicación satelital, a personas desafectas al proceso cubano, cumpliendo un encargo de la USAID (Agencia Internacional del Desarrollo de Estados Unidos, otro título eufemístico para una entidad de espionaje y subversión, vestida como institución de socorro).

Ni siquiera los portavoces de la administración Obama comisionados para desmentir la verdadera índole del encartado, pudieron soslayar que existe un programa del gobierno estadounidense (muy aupado por Bush) para “promover la democracia en Cuba y fortalecer la sociedad civil”. A tal fin dedican 55 millones de dólares del presupuesto federal, y a la DAI le confirieron el trato principal con el evocador calificativo de “Programa de Democracia en Cuba y Planificación de Contingencia” o, como diría The Washington Post, para "fortalecer a la sociedad civil en apoyo de un gobierno democrático en Cuba".

“El uso de una cadena de organismos es un mecanismo que emplea la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para canalizar y filtrar fondos y apoyo político– estratégico a grupos y personas que promueven su agenda en el exterior”, expuso la colega Eva Golinger en referencia a las tácticas de espionaje, penetración y subversión que no han dejado de practicarse sobre los gobiernos que no satisfacen a la Casa Blanca desde donde, sin la menor duda, reaccionarían rabiosamente si algo de ese tipo ocurriera a la inversa.

Para desfigurar las labores encargadas a desarrollar en la Isla por el encarcelado Alan P. Gross, se le define como experto en desarrollo internacional, con 20 años de experiencia y la inocente misión de ayudar a los contactados por él y a quienes entregó el equipamiento que portaba, para que pudieran ¡bajar música y enlazarse con Wikipedia! Circula otra leyenda exponiendo que los destinatarios son judíos, para ayudarlos a tener vínculos con sus semejantes.

Cualquiera fueren los receptores, el suceso prueba que los mercenarios están bien insertados en la comunidad de inteligencia norteamericana. Tienen fondos amplios para perturbar el desempeño de los gobiernos. No otra cosa fue encargada a la DAI en el 2002 contra el gobierno bolivariano de Venezuela.

Muchos piensan que el primer contexto donde se explayaron los mercenarios fue Iraq, pero durante la Guerra del Golfo (1991), junto a las tropas regulares estadounidenses los hubo, y también en  Bosnia (1992-1995) efectivos de la empresa MPRI combatieron lo mismo con uniforme croata que con el bosniaco o en las filas de la OTAN.

Datos poco divulgados señalan que a comienzos del 2008 había en Iraq más mercenarios que soldados de línea. Al inicio de la ocupación (2003) se calculaban 10.000. Cinco años más tarde eran 190.000, (censo del Comando central de EEUU). Para esa fecha, se había gastado por encima de 85.000 millones de dólares en pagar los servicios de esas empresas militares privadas, según consta en un informe del Congreso que ordenó sucesivas investigaciones para comprobar cómo se empleaban las elevadas sumas concedidas a George W. Bush con destino tan reprobable.

Desfalco, traspaso de fondos estatales a privados, tráfico de influencias y la desaparición de millones de dólares fue lo reportado por los auditores. "Los contribuyentes han sido objeto de fraude, abuso y despilfarro de fondos" porque Halliburton cobró en exceso por sus servicios en Iraq. (Criterio expuesto por el senador y ex candidato presidencial, John Kerry).

Cálculos conservadores estiman que sobre los 13.000 millones de dólares ganó la privilegiada Halliburton solo en Iraq, pese a llegar a extremos como el suministro de comida en mal estado o agua no potable a los soldados, mientras los susodichos contratistas se hacían cargo de sesiones de “interrogatorio” y tortura lo mismo en Guantánamo que en Abu Ghraib, el afgano Bagram, o en cárceles secretas similares a la recién descubierta en Letonia.

Pareciera que el gobierno norteamericano usa a este tipo de gente porque tiene tantos focos y frentes abiertos que les escasea el personal y debido a que poseen una “cualidad”  cómoda, pues estos modernos legionarios actúan al margen de toda ley o de convenios universales. En 1989 la ONU puso en vigor la Convención Internacional contra el reclutamiento, financiación y entrenamiento de mercenarios, cuyo empleo fue prohibido por las Convenciones de Ginebra suscritas al término de la II Guerra Mundial. Pese a ello, estos ejércitos privados obtienen 100 000 millones de dólares anuales.

Para quienes como Gross acometen funciones sediciosas hay otros fondos.

Las incontables anomalías de la anterior administración norteamericana parecen ser heredadas sin gran disgusto por la actual. Se colige de los actos en Afganistán-Pakistán, donde actúan unos 104 000 mercenarios, o sus empeños en Latinoamérica, pues desde el inicio del Plan Colombia tienen  contratistas infiltrados en las ciudades o en operativos militares. El rescate de la ex candidata Ingrid Betancourt y otros, incluyó a 3 de esos mercenarios celosamente librados por un comando estadounidense-colombiano.

En julio 2009 se conoció el acuerdo entre Washington y Bogotá para 10 años, con el control de Washington sobre 7 bases militares en el país andino. Las partes aseguraron que no implicaba la presencia de tropas, pero casi la mitad de la dotación está formada por mercenarios incluyendo aquellos encajados en estamentos civiles e instituciones. Similar amaño ocurre en países objeto de la malquerencia imperial y con una estrategia que trueca la guerra antisubversiva por la “antiterrorista”, so pretexto de lucha contra el narcotráfico o la gastada defensoría de los derechos humanos que ellos son los primeros en irrespetar.

*Periodista especializada en asuntos internacionales.

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