De Blasio y la pobreza fronteriza en Nueva York

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Paladín de la democracia delegativa del “nosotros decidimos por Ustedes”, y del desarrollo económico neoliberal, los Estados Unidos enfrentan cada día más una de sus mayores contradicciones. Ésta muestra, en palabras hispanas del recientemente electo alcalde demócrata de Nueva York, Bill de Blasio que: “cada día los ricos son más ricos y los pobres son más pobres.” (Asunto que por lo demás ya denunciaba Amartya Sen, cuando sentenciara: “Los ricos se hacen más hambrientos.”).

En efecto, Nueva York, al igual que muchas otras ciudades de la Unión, podría ser el ejemplo emblemático del fenómeno descrito como “pobreza fronteriza”, es decir, aquella situación en la cual un porcentaje significativo de la población se agrupa apenas por sobre la “línea de la pobreza” convencional. En parte ello es producto del descenso de estratos medios, que caen como efecto de la degradación de sus condiciones de vida; en medio de recurrentes crisis del capitalismo global y sus impactos locales.

Por otra parte, también contribuye al aumento de la “pobreza fronteriza” la “elevación” de aquellas personas, que habiendo sido clasificadas como pobres, “suben” en términos de sus ingresos, quedando sin embargo estancadas por encima de la línea de pobreza sin una mejora sustancialmente de sus vidas, y expuestas a una mayor fragilidad y desprotección social. Este ascenso de los pobres hacia una nueva frontera de pobreza es así puramente estadístico y nominal, y una consecuencia de políticas públicas insuficientes y mal diseñadas. De hecho, cerca del 46% de los residentes de Nueva York viven en condiciones apenas por encima de la línea de la pobreza. Con esto, también se pone en evidencia que la tan publicitada expansión de las “clases medias”, bajo el capitalismo global, se reduce a una intensificación de la mediocridad de calidad de vida; incrementándose persistentemente la cantidad de personas que viven angustiadas, saliendo y entrando en los nuevos modos de ser pobres que entraña la “pobreza fronteriza”.

El tema de fondo de las nuevas formas de la pobreza, bajo las modernas y seudo modernas sociedades del capitalismo global contemporáneo, al igual que la desigualdad y sus persistentes mecanismos de reproducción social, es redescubrir que son problemas de naturaleza política, y, que señalan el desbalance de poder entre los diferentes grupos sociales significativos. Nos agrade o no, también reflejan el tipo de ética social y la moral prevalecientes. No obstante, enfrentar estos problemas no pueden disimularse mediante el discurso de las buenas intenciones, y la excusa de su “complejidad”.eeuu de blasio1

Junto al reconocimiento explícito, tal y como lo ha hecho De Blasio, no queda sino vincular un compromiso institucional para el cambio de las condiciones de vida de la gran mayoría de los que siguen quedando atrás. Si bien estos problemas sólo podrán enfrentarse colectivamente, ello requiere “en justicia” una ponderación de los esfuerzos, que redistribuya no solamente los beneficios económicos de vivir en sociedad, sino por sobre todo los poderes de valorar, decidir y actuar que involucren una agencia activa de todos sus miembros. El desafío es grande para De Blasio, y para todos aquellos que como él han tenido la osadía de decir “las cosas por su nombre” en sociedades que, si bien parecen muy abiertas en materia de libertad de ganancia, siguen siendo extremadamente cerradas y oligárquicas en términos de decisiones sobre el destino individual y compartido. La vieja cantinela liberal de “es pobre el que quiere”, no resiste un instante en el mundo actual ante la abrumadora evidencia de la coerción de los medios externos. Las restricciones a la libertad individual y autonomía personales aparecen cada día más extendidas, en unas sociedades en las cuales la juventud nace y crece con su futuro hipotecado.

No hay respuestas fáciles, ni soluciones voluntaristas, populistas o tecnocráticas frente al problema de la “pobreza fronteriza” y las desigualdades. Y, la promesa del nuevo Alcalde de Nueva York de “terminar con la desigualdad”, como las de muchos políticos en fase de promoción, están predestinadas a caer en el vacío del silencio si no son escuchadas las demandas sociales, y un nuevo arreglo institucional establece un balance del poder entre todos los grupos sociales. Un nuevo escenario constructivo, donde prevalezcan la cooperación y la solución efectiva de los conflictos, debe preceder a un nuevo proyecto de convivencia. El gran riesgo es la reiteración de las “políticas de la frustración”; como en su momento las denominara Ralph Dahrendorf. En éste escenario de ruptura de anhelos, en medio de reclamos sin audiencia en el poder, la desigualdad tiende a reproducirse e incrementarse; consolidando su base de justificación institucional y conformismo valórico. Por cierto, el aplacamiento de las demandas por la vía del “expediente de la ignorancia”, del no saber por qué nos sucede lo que nos pasa, siempre será un recurso de los poderosos para sostener y garantizar la supervivencia del status quo. La disipación de las capacidades de los agentes de cambio, es también la mejor condición social para la reproducción de un sistema desigualador, y para reducir la sustentabilidad social; aumentando con ello los riesgos, a mediano y largo plazo, de crisis ampliadas de gobernabilidad y gobernanza. Esto nos exige vivir y actuar desde el presente para el porvenir, teniendo en cuenta nuestro pasado. La desigualdad, o mejor las desigualdades, así como las pobrezas, constituyen un desafío republicano a la propia democracia, y a las prioridades que las sociedades se ponen para construir su futuro desde una actualidad que, aún siendo restringida, da sin embargo cabida a espacios de libertad que pueden ir ensanchándose para dar paso a la justicia.

Si se gobierna con miras de corto plazo, y el móvil de la ganancia corporativa gerencia la sociedad, muchos de nosotros tenemos cuando menos la intuición, de que las cosas seguirán por camino tortuoso, y si en el trayecto hay logros valederos, estos podrían perderse en medio de una Historia que quizá convierta en profecía la fantasía de H. G. Wells, en la cual unos embrutecidos y ciegos Morlocks de vida subterránea, pueden emerger en una noche aciaga y devorar a los diáfanos Elois que, indolentes, viven en la superficie disfrutando de lo espléndido de la vida.

Referencias:

Dahrendorf, Ralf. (1998): “La política de la frustración”. http://www.project-syndicate.org/commentary/the-politics-of-frustration/spanish#LGmDlk6CDLh9qsYS.99

Gutiérrez P., Ramón-Antonio. (2009): “El ascenso de los pobres fronterizos”. http://www.upazpralc.org.uy/pdf/el_ascenso_de_los_pobres_fronterizos.pdf
Sen, Amartya. “Los ricos se hacen más hambrientos.” http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=1896
Wells, H. G. La máquina del tiempo. Editorial Norma, Buenos Aires.

*Presidente de Desarrollo Solidario Internacional. Actualmente conduce el Programa de Investigación: «Persistencia de la Pobreza y Nuevas Formas de Empobrecimiento en América Latina y el Caribe» en el Centro de Investigación en Ciencia Regional Aplicada. –

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