De Clarin a O Globo, de Chile a Uruguay: el poder y los grandes medios

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Gonzalo Perera*

 Recientemente, en la televisión pública argentina, el ex presidente Néstor Kirchner narró en detalle como el Grupo Clarín ofreció brindarle su apoyo a cambio de que presionara a favor del gran multimedio para que éste conquistara la parte de la empresa Telecom Argentina que por aspectos legales correspondía a una empresa nacional. Fernández y Kirchner no accedieron a esta "sutil sugerencia".

Clarín desató una feroz ofensiva contra el gobierno argentino, secundado por la mayor parte de los medios, negando todo logro de Fernández y Kirchner y anticipando toda suerte de catástrofes. La Ley de Medios fue el punto culminante del cruce de misiles políticos, que continúa aún hoy. Las voces disonantes respecto a la ajustada partitura de Clarín, se caracterizan por su sensata lucidez, y van desde Horacio Verbitsky hasta Adrián Paenza o nuestro compatriota Víctor Hugo Morales. Naturalmente, nadie medianamente sensato hará una defensa incondicional de todas las actitudes y medidas de los dos últimos gobiernos argentinos. Pero la grotesca manipulación de la información en contra del actual gobierno por parte de varios medios, es absolutamente evidente.

Es menos conocida pero no menos intensa la pulseada de Lula con Rede Globo. Este inmenso multimedio ha sido un factor de poder incomparable en Brasil. Para citar solo el ejemplo más evidente, el presidente Fernando Collor de Melo fue lisa y llanamente un invento de Globo para frenar el ascenso de Lula. El creciente descrédito a nivel popular de este imperio mediático, ha mostrado a Lula la ventana de oportunidad para lanzar su política democratizadora de los medios.

Es que la democratización de los medios de comunicación es un tema absolutamente central en política, pues esta última trata del poder y la posesión del derecho de transmitir información desde una posición privilegiada, es un inmenso factor de poder. En una primera definición, ser de izquierda es promover la distribución más homogénea posible del poder, lo cual, como es obvio, significa empoderar a los débiles y acotar la incidencia de los poderosos.

Mucho se ha escrito sobre la derrota de la Concertación en Chile. Ha triunfado la más rancia derecha, con cara lavada en su candidato, pero con bustos y cánticos dedicados a Pinochet en sus seguidores. Se ha dicho y con razón, que los conflictos internos de la Concertación son razón de un resultado que es más derrota del partido gobernante (con una presidenta con 81% de apoyo público, remarcando una vez más que apoyo y simpatía no es lo mismo que votos) que un triunfo del multimillonario opositor. Concuerdo con la reflexión, pero me parece una primera y algo superficial explicación. Mejores explicaciones de la derrota la brindan dos detalles.

Uno, es la referencia de Piñera a la esposa de Frei, en la noche del balotaje, como "Martita", reveladora de un afecto y conocimiento personal nada fingido, de un origen de clase y trayectoria vital muy similar, de lazos sociales comunes y compartidos. No menosprecio dos diferencias evidentes entre Piñera y Frei: el fortalecimiento de los lazos diplomáticos con EEUU que cabe esperar en el multimillonario y su política de indulto y suspensión de investigaciones en torno a los militares de la dictadura. Pero en cuánto a quién tiene el poder económico y social en Chile, cómo se distribuye, las diferencias políticas entre ambos son de una gran sutileza y muy pequeñas.

  La tecnología indujo una revolución ya en franco desarrollo: la información comienza a llegar a los jóvenes más por Internet que por televisión, por lo que la privilegiada posición en el ámbito televisivo puede pronto pasar a ser testimonial si no se acompasa con ofertas de acceso a Internet. Por ello, durante este gobierno, dos de los tradicionales grupos televisivos solicitaron los permisos correspondientes para vender banda ancha a sus abonados.

Es imprescindible entender la objetividad subyacente a este movimiento político-empresarial y su significado: tales permisos serían la llave para seguir ostentando el poder mediático, seguir transmitiendo la información que desean transmitir y del modo que les gusta y conviene. En este punto, nuestro primer gobierno de izquierda no sólo no avanzó, sino que de concederse permisos en los términos previstos por el decreto 537/009, habría dado un enorme paso en la dirección de la preservación del poder mediático.

Tabaré ha hecho una excelente presidencia. Cuando el 1º de marzo se despida de la banda presidencial para entrar en la Historia, lo habrá hecho, como el Presidente que hizo que ser joven no fuera delito y prueba de ello lo dan las XO regadas y conectadas en todo el país. Le guardaremos siempre, los militantes de la izquierda, el afecto, el respeto y el cariño que se le guarda a esos compañeros especiales, que marcan una época de nuestras vidas. Pero al mismo tiempo, otros desafíos comenzarán y entre ellos, uno de los mayores, sin duda, es el del poder mediático.

El Presidente electo es un excelente constructor de poder. Lo usará, no tengo duda, para acotar el poder excesivo ­y ya para muchísimos uruguayos francamente irritante­ de unos pocos que fijan la agenda y la lista de "verdades colectivas", para abrir las puertas a nuevas formas de acceso a la información, genuinamente democráticas. El gobierno encabezado por Mujica, con el férreo apoyo de todos quienes somos de izquierda, estoy seguro que enfrentará de lleno el desafío, con tanta prudencia como valentía y que, como tantas otras veces, sabrá cumplir.

*Analista y matemático

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