De cómo opera la contrarreforma para salvar sus intereses
Alberto Maldonado S.*
Cuando recibieron la consigna de oponerse a las reformas que cambiarán radicalmente la Ley de Hidrocarburos que estuvo en vigencia, “analistas” permanentes o de ocasión, salieron a oponerse con el argumento de que lo que buscaba el gobierno era “tener un instrumento legal a la mano para entregar a las transnacionales nuestra riqueza petrolera”. Casi convencen a medio mundo.
Escuchándoles, uno pensaba que, en realidad, eran unos patriotas a carta cabal que defendían los recursos del Estado y que prevenían a los ciudadanos respecto de unas reformas que solo pretendían poner en manos del ejecutivo la capacidad de decisión, en materia de contratos petroleros. Y, desde luego, todo lo que eso conlleva. Para un buen entendedor, era una trampa de los ejecutivos del área, para sacarle el mejor provecho a este negocio, sin duda alguna, viscoso.
Por ello, hasta se justificaba que los asambleistas de oposición hayan obligado al Presidente de la Asamblea Nacional a convocar a sesión extraordinaria, para el domingo 25 de julio (el día de Guayaquil) a fin de debatir el proyecto enviado por el Presidente Rafael Correa por la vía de lo “económico urgente” que debía ser discutido y resuelto en 30 días plazo. Y ese plazo vencía ese domingo a las 11:59´59´´
Los “patrióticos” asambleistas se proponían, según ellos., “salvar para la nación el sueldo del estado” (los ingresos petroleros) ya que, si el proyecto de ley entraba por el ministerio de la ley (a las 12:01´ del lunes) simple y llanamente nos quedábamos sin ese sueldo, que significa miles de millones de dólares al año. Y decidieron que la única manera de evitar semejante futuro, era negando el proyecto y mandándole al canasto de la basura (al archivo).
Fue indispensable que el propio Jefe de Estado, en su enlace sabatino (sábado 24), explique los alcances del proyecto enviado al Congreso y su conveniencia. Lo más importante, que el proyecto rescataba para el país la posesión de la riqueza petrolera y, en adelante, las transnacionales que operan en los campos de explotación (casi todas en la Amazonía ecuatoriana) debían aceptar la nueva modalidad: la contratación por servicios prestados, en lugar de los de asociación.
El mismo Presidente, un día después, con ocasión del día de la Marina, volvió a referirse al tema y explicó con mayor didáctica los significados de la normativa de la nueva Ley. Mediante los contratos de asociación vigentes (con casi todas las compañías explotadoras) el Estado les reconocía un precio fijo por barril (de costos) La diferencia con los precios de venta, eran utilidades; utilidades que, en su mayor parte, iban a las arcas de las empresas. Según un cálculo hecho, en los últimos 20 años, el Estado ecuatoriano había percibido apenas el 17% de tales utilidades; el 83% se había ido al exterior.
En cambio, con la nueva ley, las empresas deben firmar contratos de prestación de servicios. Usted hace tal cosa y por eso le pagamos tanto; ni un centavo menos ni un centavo más. Y, lo más importante, todo lo demás, son utilidades que quedarán para el Estado.
Una de las objeciones de los oposicionistas fue también que, de acuerdo a la nueva Ley, el Jefe de Estado o su Ministro de Energía, podían adjudicar contratos “a dedo” y con dedicatoria. El Presidente explicó que, para los contratos con empresas estatales, la ley, desde hace décadas, permite la suscripción de contratos sin concursos de precios o licitaciones (como los que se exigen para el sector privado) por lo que no cabe la “denuncia” de los opositores. Además, ellos piensan que, como han estado acostumbrados, el Jefe de Estado y su equipo, “pueden” aprovecharse de esa condición para sacar el mejor provecho personal o de grupo o para entregar una riqueza a compañías fantasmas.
Puso el ejemplo en contrario: el campo petrolero llamado Sacha; PDVSA venezolana lo explotará junto con la empresa ecuatoriana (Río Napo) y todo lo que sea ganancias serán repartidas: 70% para Ecuador y 30% para PDVSA. El negocio es redondo para el país si consideramos que PDVSA pondrá capitales y equipos para los procesos de prospección, extracción y almacenamiento del petróleo; y para mantenimiento y mejoramiento de los pozos que están siendo explotados.
Llegó el domingo 25, por la noche; y los oposicionistas no pudieron reunir los 63 asambleistas que necesitaban para poder instalar la Asamblea y poner a debate el proyecto de Ley; se suponía que, para negarlo. Como ello no ocurrió, el Presidente, en uso de sus facultades, puso el ejecútese al proyecto y lo envió al Registro Oficial para su publicación; requisito final sin el cual no entra en vigencia.
Al parecer, el bloque del oficialismo, que cuenta con 54 votos firmes, más unos 10 afines, se dio cuenta al fin que la oposición, integrada por un colchón de recortes de derecha extrema, de centro derecha e izquierda, no podía asumir el control de la Asamblea, como lo hizo con la Ley de Aguas; como lo está haciendo con la Ley de Educación, con la Ley de Comunicación, etc.
Como lo advertimos hace semanas, por este camino, la oposición “pelucona” lo que estaba persiguiendo (y consiguiendo) es blanquear a la Asamblea Nacional para neutralizar el proyecto de “revolución ciudadana” y tratar de derrocar o deponer al gobierno central. No hay que olvidar que esta Asamblea (que reemplazó al viejo y corrompido Congreso) fue una de las innovaciones constantes en la nueva Constitución Política del Estado. Y se presumía que, en corto plazo, debía elaborar y aprobar las leyes fundamentales del nuevo Estado.
No en vano, los asambleistas que han reemplazado a los viejos legisladores y que tienen a su cargo la oposición cerrada a cualquier reforma que toque los intereses o el entramado de los grupos económicos de mando real, más otros grupos que se han “distanciado” del Gobierno y que son los más activos en su contra, han logrado algo que ni los antiguos alquimistas pudieron: mezclar: el agua con el aceite y producir plata.
Y por poco logran armar una mayoría legislativa (el peligro aún no ha pasado) que tendría a su cargo dos objetivos: boicotear su accionar legislativo y destituir “legalmente” al Gobierno Correa; y con él, todo lo que se ha logrado tanto en política exterior como en política interior. Eso estaba (¿está?) claro.
No hay mal que por bien no venga…
La sabiduría popular dice que “no hay mal que por bien no venga” Esta experiencia, debe servirles a los asambleistas que no pueden descuidarse; que, como a esas novias ingenuas, el chulo del barrio, el rato menos pensando puede comérselos. Y lo hará sin el menor escrúpulo, si le dan otra ocasión.
El otro bien es que estos episodios han servido para reubicar política e ideológicamente a legisladores y movimientos políticos que presumían de revolucionarios, de progresistas, de izquierdistas.
Me estoy refiriendo a Pachakutik, al MPD, a algunos que gustan llamarse “socialistas” y unos cuantos ”independientes” que juramentadamente eran dignos y honestos; pero que, a la hora de la verdad, actuaron en sentido contrario.
Pachakutic se presentaba como el partido político del movimiento indígena y llegó a ser protagonista de acciones populares como cuando dieron al traste con el gobierno dolarizador de Jamil Mahuad. Inclusive, hasta cuando protagonizaron la conquistas del poder vía Lucio Gutiérrez Borbúa y hasta cuando este les dio una patada en salva sea la parte, pintaban como progresistas.
Pero, desde hace rato, la dirigencia indígena acusa un marcado giro hacia la derecha; y algunos (Auki Tituaña, David Tenesaca, Lourdes Tibán, Marlon Santi y otros) han dado un giro abierto hacia ese sector. Inclusive llegaron a ser descubiertos en conversaciones con la llamada Junta Cívica de Guayaquil, que es la representación más rancia de la peluconería porteña. Y doña Lourdes Tibán no se pierde ocasión para aparecer en las fotografías y videos de los medios sipianos, junto a quienes se suponía que hasta hace poco eran sus adversarios políticos.
Lo del Movimiento Popular Democrático (MPD) tiene también su historia. Aún cuando han jurado y rejurado que son marxistas leninistas y que son luchadores populares, la gente no olvida que alguna vez, en el viejo Parlamento, sus dos o tres diputados (nunca han logrado más de 5) estuvieron junto a los socialcristianos de León Febres Cordero. Tampoco olvidan la guerra que desataron contra el gobierno de Rodrigo Borja (social demócrata) y la suavidad con la que actuaron frente al gobierno conservador de Sixto Durán Ballén. Tampoco olvidan que estuvieron muy cerca de Lucio Gutiérrez, aún después de que este se declarara “el mejor aliado” nada menos que de George W. Bush hijo…
El enojo de estos camaradas con Correa fue porque les descueró frente al país, cuando pretendieron oponerse a la evaluación de los profesores fiscales que, a través de la UNE fueron, durante décadas, su plataforma de lucha y de financiación Y también porque fortaleció el desplazamiento del poder absoluto que ejercieron en la universidad pública, especialmente la Universidad Central del Ecuador (40.000 estudiantes). Los dos frentes no fueron solo de poder político (especialmente en las calles) sino de poder económico ya que se quedaron sin sus dos fuentes principales de ingresos, de los cuales jamás dieron cuentas.
De los socialistas, mejor no hay que hablar. Para muestra, un botón: cuando llegó el gobierno de Galo Plaza (1948-1952) al principio, le declararon la guerra puesto que este señor representaba la más rancia aristocracia (los indios se referían a él como el Patrón Galito) y hasta expulsaron a unos cuantos dirigentes que “cometieron el delito” de estar junto a este dirigente político. Pero, al promediar este gobierno, Galo Plaza les invitó a participar en su gobierno y sus dirigentes no tuvieron empacho en “deponer las armas” y aceptar “el reto” Por ello, años después, uno de sus dirigentes más claros y honestos (ya fallecido) decía que “sus compañeritos socialistas son bravos pero para la burocracia”
Este episodio volvió a demostrar dos situaciones:
1. Que el Gobierno Correa sigue carente de algo elemental: de una política de comunicación que se anticipe a las acciones de la oposición (no hay que ser genios para ello sino tener sentido común y un poco de olfato) y que llegue con sus mensajes a los niveles populares, a tiempo. Si hubiesen explicado en forma sencilla de lo que se trataba, las reformas hidrocarburíferas hubieren tenido un respaldo popular contundente:
2. Que el “enemigo” ni es tonto ni carece de recursos de todo tipo para sus acciones. Que, especialmente siguen contando con el respaldo de toda la prensa sipiana (impresos, radiales, televisivos y ahora internéticos); un prensa agresiva, sin ética ni moral, que lucha por mantener el estatu quo a cualquier precio.
Pero tampoco pueden olvidar, ni los asambleistas de la revolución ciudadana, ni los Pachacutik, ni los emepedistas, ni los socialistas, que la derecha, cuando llega al poder, no perdona. A lo largo de la historia de la humanidad, la derecha fascistoide ha dado muchas demostraciones de intolerancia contra “moros y cristianos”. Una de esas demostraciones, en Ecuador, fue el asesinato de los Alfaro y su arrastre por las calles de Quito (28 de enero de 1912). Leyendo a José Peralta (Alfaro y sus victimarios) uno se da cuenta que estos grupos supuestamente democráticos y amplios, apenas llegan al poder, demuestran ser exactamente lo contrario.
* Periodista.