De fútbol, negocios y felatios

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Víctor Ego Ducrot*

DiegoMaradona, director técnico de la selección argentina de f calificó a los periodistas entre más y menos “hijos de puta” y pidió que le practiquen sexo oral. ¿Hasta dónde puede llegar una actividad que moviliza millones de corazones (y de dólares) y la capacidad de encubrimiento que encierran las palabras mediáticas?

Casi siempre conviene ponerse de acuerdo sobre el contenido de las palabras. Según el diccionario Real, fútbol significa “juego entre dos equipos de once jugadores cada uno, cuya finalidad es hacer entrar un balón por una portería conforme a reglas determinadas, de las que la más característica es que no puede ser tocado con las manos ni con los brazos”; entre sus varias acepciones negocio quiere decir “aquello que es objeto o materia de una ocupación lucrativa o de interés” y felación “estimulación bucal del pene”.

Efectivamente, nos encontramos ante tres vocablos, que como el resto de los que existen, tienen un común denominador, un espacio universal que los posibilita como tales: las condiciones materiales de producción y reproducción de lo humano; en este caso aquello que podríamos denominar economía política de la lengua.

Aclarados ciertos tantos –al fin y al cabo sobre goles escribimos- deberíamos subrayar que el fútbol como deporte que moviliza millones de pasiones y a la vez como negocio que genera (y esconde) millones de dólares o euros, de muchas formas está vinculado (porque es humano) a las prácticas sexuales en tanto escenarios de deseos y de consecuentes satisfacciones o insatisfacciones.

El centro de la cuestión radica –es un criterio y por la tanto posible espacio de discusión y desacuerdos- en discernir si la erótica y la sexualidad son liberadoras o si, por el contrario, se convierten en jaulas desde las cuales se exacerban y con las que se protegen tendencias represivas, machistas, sexistas y discriminantes.

En el primero de lo casos no deberíamos condenar los apelativos eróticos ni las invocaciones sexuales, sean estas orales o no, en la medida que el placer del uno no conlleve al displacer del otro, tal cual lo reivindica la filosofía materialista y hedonista existencial que Idealismos e Iglesias varias se encargan de silenciar y condenar desde hace más de dos mil años.

Quizá no existan metáforas más lúcidas acerca de la disposición real (o no) de los humanos a aceptar las consecuencias últimas de la libertad que las expresadas en la literatura del Marqués de Sade, cuando con ellas interrogaba a los revolucionarios franceses sobre los límites mismos (o no límites) de la Revolución.

Pero lejos está el mundo de filosofías y revoluciones que debaten en torno al deseo y a la libertad del escenario desde el cual el entrenador de la selección argentina de fútbol, Diego Maradona, increpó a los periodistas, diciéndoles que “se la chupen”.

La convocatoria a conjuros eróticos no debería escandalizar si se plantea en términos de placer para el uno sin displacer para el otro, al fin y al cabo la palabra felación es tan connotativa como las palabras perro o calefón, por ejemplo. Lo que sí resulta escandaloso y obsceno es recurrir a ellas, como lo hizo Maradona, para descalificar y discriminar desde el machismo y el sexismo como ideología.

Desde el campo que nos ocupa, la palabra mediática, una vez más se registró la vital coincidencia entre la descalificación y la discriminación y el ocultamiento como práctica recurrente de lo periodístico.

Como actor privilegiado del universo futbolístico local y mundial, está claro que Maradona actuó y actúa en la compleja interrelación entre negocios, pasiones y pujas por el poder, interrelación en la que los medios y los periodistas también juegan y operan con la misma intensidad que lo hacen jugadores multimillonarios, entrenadores, empresarios de la intermediación, dirigentes institucionales y empresas vinculadas a la misma economía política.

Es dable suponer que, en ese marco, el ex astro convertido en DT tuvo y tiene cuentas por saldar cono periodistas y medios (no sólo con ellos), como siempre existieron las tensiones entre los de su oficio actual y la prensa. Dos diarios de Buenos Aires ofrecieron el siguiente recordatorio, que incluye dichos del propio Maradona.

Una vez, César Luís Menotti impidió la participación de un periodista en una conferencia de prensa, retirándole el grabador de la mesa. En otra oportunidad estuvo a punto de tomarse a golpes de puño con un cronista y, en 1981, movió influencias militares para que se levantara del aire una imitación que el actor cómico Mario Sapag le hacía en el programa de TV Operación Ja-Ja. A un mes del comienzo de la Copa del Mundo 1978, la dictadura militar emitió un bando sin membrete que ordenaba no criticar al equipo nacional.

Luego de ganar el Mundial de México, Carlos Bilardo solicitó el despido masivo de los integrantes de la sección Deportes del diario Clarín. En una gira por Europa, en 1984, los jugadores, fogoneados por Maradona y Oscar Ruggeri, llegaron a declarar persona no grata al enviado especial de la revista El Gráfico, molestos por el tenor crítico de sus comentarios.

Después del el 0-5 ante Colombia, el 5 de septiembre de 1994, Alfio Basile soportó un vendaval. En el proceso previo se le criticó su pasividad ante la guerra de exclusividades por los jugadores, desatada entre la empresa Torneos y Competencias y el grupo Clarín, por un lado, y el canal de TV Telefe y la Editorial Atlántida, por el otro. Después, el doping positivo de Maradona y la eliminación en octavos de final ante Rumania terminaron fulminándolo.

Daniel Passarella calificaba al periodismo como “los invictos, porque nunca pierden”. Sus conferencias de prensa fueron tensas, hoscas, llenas de contestaciones a desgano.

La decisión de tratar a toda la prensa por igual, sin dar notas individuales, y de no permitir que se vieran los entrenamientos le generó a Marcelo Bielsa la posición adversa de los periodistas de Torneos y Competencias.

José Pekerman reemplazó a Bielsa en octubre de 2004, justo cuando comenzaba la segunda rueda de las eliminatorias para el Mundial de Alemania. Llegó avalado por sus tres títulos mundiales en juveniles y los medios lo distinguían como “el argentino que todos queremos ser”. Cordial, simpático, de bajo perfil, más abierto que Bielsa con la prensa y de resultados comprobados, sin embargo, no pudo resistir la picadora de carne; sus críticos fueron impiadosos.

El 16 de abril de1997, días después de la derrota 2-1 de la selección argentina ante Bolivia en La Paz, por las eliminatorias, el propio Maradona dijo: "Julio Grondona debería echar a Daniel Passarella. Creo que Pekerman debería reemplazar a Passarella". Años más tarde, ya como entrenador, su equipo nacional recibió una de las mayores goleadas de la historia, ante el mismo rival y en la misma ciudad.

Otras de Maradona. El 3 de septiembre de1998 dijo: "Bielsa no me gusta para nada. El 28 de febrero de 2005 le apuntó a Pekerman: "me preocupa que (Pekerman) pruebe con muchachos que seguramente no van a estar en el Mundial. Es un engaño". El 21 de diciembre de 2007 su amistad con Basile ya era historia y no afirmaba, como en 2005, que el Coco (Basile) era "el mejor técnico del fútbol argentino"; sostuvo: "con los jugadores que tenemos no podemos ir a defendernos contra la peor Colombia de la historia".

Más allá de las contradicciones y dislates discursivos que lo tuvieron como protagonista, las cuentas pendientes que el actual Maradona tiene con periodistas y medios son y serán inevitables; es saludable que las salde, y por qué no en una conferencia de prensa, e incluso con gran virulencia.

Esa confrontación arrojaría luz sobre el sigilo con el que se desempeñan los medios, toda vez que ya no actúan como tales sino como actores en defensa de sus propios intereses empresarios. Pero para ello, Maradona (o quien fuere) debería expresarse con transparencia – él sabe como pocos sobre el entramado de intereses y negocios que esconde el fútbol – y no con insinuaciones, medias palabras y bravuconadas.

Lamentablemente eligió el insulto, también encubridor. La felicidad de millones de apasionados por el fútbol depende más del develado de matufias y negociados que de la suerte que corra el pene del mejor número 10 de la historia argentina.
   
*Director de la Agencia de Prensa del Mercosur, docente de la Universdad de La Plata, Argentina

 

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