De Suramérica al Caribe y el mundo: la batalla de la joven UNASUR en Haití
Clara Vernet.*
La Unión de Naciones del Sur no necesita presentación en América. Va camino de consolidarse —o ya lo está— como foro de discusión y encuentro de la política continental. Hoy enfrenta una misión mayor: convertirse también en protagonista el drama secular de Haití en un escenario que dominan Estados Unidos, Canadá y Francia. Habla Rodolfo Mattarollo, flamante titular de la Secretaría Técnica y Política del bloque suramericano en Puerto Príncipe.
Días antes de su asunción al frente de la Secretaría Técnica y Política de UNASUR en Haití, Rodolfo Mattarollo conversó acerca de la realidad e historia de ese país caribeño y respecto del programa de acción que el bloque regional aspira a desarrollar desde Puerto Príncipe.
—No es casual su nombramiento en Haití; usted ya ha vivido y trabajado en ese país y es un buen conocedor de su realidad.
—La primera vez que estuve en Haití fue para una tarea de derechos humanos de Naciones Unidas. Fui por tres meses y estuve cinco años. Desde 1995 al año 2000. Haití es un país que ha fascinado siempre a aquellos que lo han conocido y a los que no lo han conocido, también. Existe una bibliografía sobre Haití imponente, se ha escrito mucho y tal vez se ha hecho menos de lo que se podía esperar con tanto análisis.
"No siempre se recuerda, o quizá nunca lo supimos, que Bolívar reconstruyó su ejército en Haití, cuando estaba en una situación de casi derrota. Sin finanzas se dirige al primer territorio que se había independizado en América Latina —recordemos que Haití logra su independencia en 1804— y es ahí donde consigue los recursos básicos para continuar la lucha".
—Este dato que usted señala contrasta con la historia de violencia institucional y política que caracterizó a Haití.
—Jean Dominique, periodista haitiano asesinado en el año 2000, me dijo un día: “El Estado haitiano es despótico”, hizo un silencio y agregó, “pero débil.” Es, quizá, la definición más perfecta que he encontrado de un Estado que es despótico, en el sentido de que es arbitrario, que ahí donde puede ejercer poder los ejerce sin límites, pero que no tiene la visión de conjunto.
"Un país donde no hay servicios sociales. Un país en el que el 15 por ciento de la educación está en manos del Estado y 85 por ciento en manos privadas. Un país que mantiene un 80 por ciento de desocupación desde los 90. Un Estado que no garantiza los servicios básicos. Entonces, el terremoto viene a ser un desastre encima del desastre cotidiano que es Haití".
—¿En cuánto de esta situación influyó la presencia de los Estados Unidos?
—Mi último destino en Naciones Unidas fue en Sierra Leona, oeste de África, entre la Guinea Conakry y Liberia. Pero Sierra Leona era un mundo en sí mismo tan distante del Occidente que podría desarrollarse de otra forma, con una cierta autonomía. En Haití la presencia de Estados Unidos es tal que todo haitiano que quiera conseguir trabajo tiene la idea de sacar la visa para entrar a Estados Unidos.
"Recordemos que lleva tan sólo una hora y media de vuelo llegar a Miami. Y si no se consigue la visa, la meta es llegar de cualquier manera y buscar después la forma de sobrevivir. Y son muchísimos los que lo intentan. Sin embargo, el gran problema de Haití, quizá fundamental, es una oligarquía feroz, que no tiene el menor sentido nacional, terriblemente depredadora, que vive fundamentalmente de tráficos.
"Cuando uno se pregunta de dónde viene la riqueza de Haití y qué tipo de riqueza, la respuesta está en el tráfico de droga, tráfico de armas, actividades de contrabando".
—¿Cuál es la situación actual, después del terremoto?
—En Haití hay grandes deficiencias, una de ellas es la falta de dirección y liderazgos, de estructuras políticas que permitan contener la fuerza social. En noviembre próximo se deberá elegir nuevo presidente y habrá elecciones legislativas; hay 65 partidos políticos y 35 candidatos a presidente en un país de las dimensiones de la provincia de Tucumán (Argentina).
"De los desplazados después del 12 de enero, cuando ocurrió el terremoto, la mitad, aunque esto sea paradojal y hay que manejarlo con mucha cautela y con mucho respeto, la mitad, viviendo en las carpas está teniendo una serie de servicios sociales que nunca tuvo antes. Porque hay un poco de agua, un poco de alimento, un poco de salud, que nunca existió.
"Siempre se dijo de Haití que era la villa miseria más grande de América. Este es un cuadro medio desordenado de un país que es difícil imaginar en orden. Al mismo tiempo, es un país de contrastes; no quisiera ni por un instante que se viera esto como un desastre humano donde no hay luces. Es un país donde hay una creatividad extraordinaria en el terreno de las artes, de la música, de la danza, de las artes plásticas. En las ciencias sociales, hay representantes de Haití en la literatura sociológica mundial. Hay grandes contradicciones entre esa elite cultural y el resto".
—¿Qué puede hacer UNASUR
—Lo que puede hacer UNASUR en Haití es contribuir al desarrollo Sur-Sur, y no es un eslogan. Ello significa, en primer lugar, respetar a los haitianos, no imponerles un modelo de desarrollo, no entrar en la competencia de las tres grandes potencias que actuaron en el país —Estados Unidos, Canadá y Francia— y trataron de imponer modelos de policía, modelos de justicia, modelos económicos.
"Naturalmente los recursos de la Unión de Naciones Suramericanas no son comparables a los recursos de Estados Unidos o del Norte, pero veremos qué es lo que se puede hacer. Alguna vez me dijeron que los melones se ordenan con la marcha del carro, y creo que es bueno para situaciones como éstas".
—Pero, ¿por dónde se empieza?
—Es muy difícil decir por dónde hay que empezar. Yo diría que sospecho por dónde: hay que empezar; por construir una Justicia, más que otras cuestiones. Creo que hay que empezar por la cabeza. Así como en nuestro país, si no se hubiera cambiado la Corte Suprema no tendríamos política de derechos humanos, política social, hubiésemos muerto en la Corte sistemáticamente. Si no logramos construir una cabeza del Poder Judicial, no tenemos posibilidad alguna de avanzar.
"Por otro lado, la seguridad alimentaria es básica en un país en la situación de Haití. En esa materia está, hace algún tiempo, funcionando el programa argentino Pro Huerta del INTA que es lo más sólido que existe en este rubro. Lo lleva a cabo la Argentina con financiación de otros países y vamos a ver si la UNASUR puede co-financiar ese programa.
"Otro de los puntos es un plan de construcción de viviendas, en el sentido de construcción de viviendas con autogestión, con desarrollo comunitario, vinculando la cuestión de viviendas a la salud, a la educación… Los esquemas de desarrollo multinacionales desembarcaron allí, y hasta ahora es poco lo que se ha podido hacer.
* Periodista.
En www.prensamercosur.com.ar