Democracia, nuevos referentes
Wilson Tapia Villalobos*
Que duda cabe que estamos en época de cambios. Los nuevos referentes han comenzado a surgir. Primero fue casi con recato, sutilmente, pero la velocidad se ha acelerado. Y uno de los que más tensiones soporta es la democracia. Las críticas a formas e instituciones tradicionales demuestran claramente la exigencia de respuestas distintas.
Sin duda, la democracia, como concepto, sigue siendo “el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”, que definió Abraham Lincoln (1863), en Gettysburg. Pero ya suena algo extraño. Me imagino que es producto de la evolución de la Humanidad. Como que si ahora nos remontamos a Platón, nos suena mucho más ríspida aquella definición que decía que la democracia es “el gobierno de la multitud” o si escucháramos a Aristóteles afirmando que es “el gobierno de los más”. Claro, eso ocurría en el siglo III Antes de Cristo.
Hoy, puede que ni siquiera Norberto Bobio, pensador contemporáneo, nos satisfaga al decir que “este sistema es un conjunto de reglas procesales para la toma de decisiones colectivas, en el que se propicia la más amplia participación posible de los interesados”. Aunque más cercano por lo pragmático, igual suena a algo vacío porque los mecanismos para facilitar la participación no parecen estar funcionando.
No es nuevo ni poco habitual. La democracia siempre ha soportado agudas tensiones. Son las presiones de distintos sectores por hacerse con el poder y ejercerlo pasando por encima de sus preceptos fundamentales, que apuntan hacia el ejercicio pleno de la libertad. Lo que significa que los ciudadanos puedan influir de manera determinante –ojalá no sólo en la medida de lo posible, como plantea Bobio– en las cuestiones que tienen relación directa con sus vidas.
Lo que se produjo en Honduras fue un caso extremo, en que el presidente democráticamente electo, Manuel Zelaya, es defenestrado por golpistas. Pero quienes así actuaron defienden su proceder asegurando que lo hicieron para preservar el sistema democrático. Y enfilan su batería contra aquellos que desean reformar la Constitución Política del Estado –en Honduras y otros países del continente, como Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia– para permitir la reelección del presidente.
Tales críticas ocultan que esos líderes también impulsan medidas de equidad social y en contra de la discriminación, que nunca habían sido puestas en práctica en sus sociedades.
Es aquí donde el poder económico se entrecruza con el poder político. El juicio de los ciudadanos respecto a las diferentes instituciones del aparato del Estado, es categórico. La Política es cuestionada severamente, al igual que la Justicia y el Ejecutivo. Los partidos, por no cumplir con su misión de ser correas de participación para la ciudadanía. La segunda, por no tener ecuanimidad al entregar sus veredictos. Y en cuanto al Ejecutivo, por no responder en integridad a los requerimientos de la sociedad. Eso es lo que reflejan las encuestas en los más diversos países del mundo.
En una mirada muy somera sobre la democracia, se pueden detectar algunos otros problemas también graves.
En las naciones desarrolladas crece la batalla por la defensa de las redes sociales, especialmente las surgidas en torno a la internet. El Partido Pirata fue creado en Holanda para luchar contra la idea de impedir la copia de música en la web. Se entiende que esa es una forma de intervenir la libertad con que hasta hoy se opera en internet. Incluso, el Partido Pirata también aboga porque se ponga fin a la irrupción de los aparatos de seguridad que arrasan con la privacidad en las comunicaciones vía correo electrónico, por la telefonía en sus distintas tecnologías o cuando el ciudadano deja de ser un personaje privado y es captado hasta en las más nimias actividades por cámaras de seguridad.
Esta nueva colectividad ya cuenta con un euro diputado. Y su crecimiento puede llegar a ser tan importante como el logrado por las bancadas verdes en toda Europa, en los Estados Unidos y Canadá.
La amenaza de la libertad es una espada constante que denuncian quienes muestran su preocupación por la forma en que la economía domina el quehacer político. Afirman que los ciudadanos han sido convertidos en consumidores asustados, por el manejo que de ellos hacen los medios de comunicación. Y de allí que sus derechos se encuentren amenazados en la posibilidad de tomar decisiones con información y conocimiento suficientes.
Algunos de los que así piensan recuerdan a Catón (Siglo I AC), insigne legislador romano. Éste aseguraba que el miedo puede hacer que los ciudadanos, incluso, renuncien a su libertad con el fin de lograr seguridad de las autoridades.
Desde la otra orilla, se critica que la democracia esté siendo amenazada en sus cimientos. Para quienes así piensan, todas estas demandas atentan contra el derecho de propiedad, base esencial de la democracia que ha operado hasta ahora. Y es por eso que medidas como la adoptada por la presidenta argentina, Cristina Fernández, respecto de la repartición del espectro radioeléctrico, asumen el volumen de una cuestión catastróficamente antidemocrática. Fernández ha propuesto repartir de la siguiente manera el espectro: 33% para los privados, 33% para el Estado, 33% para las organizaciones sociales.
Pese a los desencuentros, una nueva forma de democracia ya se anuncia. Nada hace presagiar que esta cara novedosa aparezca sin traumas.
* Periodista.