Democracia, redes y nuevas derechas, en la presentación del libro de Aharonian
Aharonian, que ejerce el periodismo desde los ’70 y fundó la cadena de noticias Telesur en 2005, analizó el uso sistemático de las redes sociales por parte de lo que definió como «grandes batallones de la guerra mediática» y puso el foco en las limitaciones de una democracia atravesada por «intereses de clase que están en pugna».
En una exposición auspiciada por la agencia Nodal (Noticias de América Latina) y el colectivo cultural Proyecto Ballena, el periodista y docente universitario dialogó con el sociólogo Jorge Elbaum y con las investigadoras Jimena Montoya y Solange Martínez, ambas del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
Elbaum recordó que el magnate Elon Musk, propietario de Tesla Motors (autos eléctricos) y de la red social X (ex Twitter), «alabó públicamente el discurso de Javier Milei» en la Argentina, en referencia a la reciente entrevista del candidato de La Libertad Avanza con el periodista estadounidense Tucker Carlson.
Y sobre la figura de Musk, amplió: «Encomienda a los matemáticos que arman los algoritmos multiplicar la voz de los anarcocapitalistas y reducir la voz de los sectores de izquierda, progresistas, nacional y popular, quienes en realidad pujan por una democratización de los bienes y los símbolos».
«La primera víctima de toda guerra es la verdad. Desde la invasión a Irak (la verdad) viene siendo bombardeada cada día por los batallones mediáticos y cada vez nos enteramos menos de lo que sucede, o de lo que ellos quieren que nos enteremos», describió el periodista nacido en Montevideo, autor de novelas y ensayos como «La Internacional del terror mediático» o «El progresismo en su laberinto».
Tras advertir sobre la manipulación de la verdad, aludió a las amenazas y encrucijadas del presente al advertir que «hoy se quiere hacer lo mismo con la democracia».
Para Aharonian, esas deudas «no son imperfecciones o falta de maduración del ideal democrático» sino rasgos propios de «una democracia burguesa», en la que «hay intereses de clase que están en pugna pero donde casi siempre pierden los de abajo».En ese punto, contó que en sus encuentros con estudiantes suele decir que «no hay forma de revertir esto sin tener las ideas claras», o sea sin saber de qué se trata realmente la democracia.
«Siempre recuerdo un cuento de Augusto Monterroso, escritor guatemalteco, que dice ‘cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí’. Señores, el dinosaurio todavía está ahí. Así que saquemos nuestras espadas, aprendamos cómo usarlas y empecemos a matar dinosaurios», concluyó Aharonian frente a un auditorio lleno.
«La nueva forma de comunicarnos en este mundo digital, las redes sociales, desplazaron a los medios de comunicación tradicionales y operan a partir de diferentes tácticas. La ultraderecha, parece, ha aprendido más rápido que nosotros a utilizar estas herramientas que sirven para interpelar la emocionalidad», puntualizó la licenciada en Comunicación Social.
Además, indicó que los espacios de ultraderecha recurren al lenguaje directo y apelan a la indignación, pero además convocan a la acción directa a partir del uso sistemático y planificado de fábricas de trolls e influencers con afinidad ideológica.
Para Montoya, la ultraderecha «ha entendido que las fragilidades y vulnerabilidades pueden ser explotadas y que deconstruyendo la realidad y sembrando confusión se puede polarizar aún más a la sociedad, y así sacar provecho en la imposición de imaginarios colectivos en el plano electoral».
Los planteos de Aram en El asesinato de la Democracia
– Este libro el final de la saga que comenzó con Vernos con nuestros propios ojos (2007, 2009, 2011, 2013), La Internacional del Terror Mediático (2015, 2016). El asesinato de la verdad y El progresismo en su laberinto (2017). No habrá más.
– Una de las bases de este libro es que sirva para entender que el mundo cambia. Y ha cambiado a pasos agigantados en lo que va de este siglo 21. Hoy hablamos de metaverso, de un nuevo capitalismo de plataformas y de vigilancia, de que la inteligencia artificial puede escribir textos mejores que los nuestros, pero nos arrinconan o nos arrinconamos para pelear en campo de batalla equivocados, o peor aún, perimidos, mientras las corporaciones tecnológicas desarrollan sus tácticas de poder. Creemos que podemos interpretar lo que pasa con código del pasado.
– Nos hacen creer que cargamos un teléfono personal, inteligente él, que nos pertenece. Pero, cuidado, no hay nada menos personal. El maldito algoritmo está allí, agazapado, y poco a poco el celular se va apropiando de nosotros: nos pide la huella digital mientras realiza nuestro reconocimiento facial. Nos vigila todo el día… y la noche también. Entonces, quizá recordemos algo llamado libertad e intimidad, esa que fuimos perdiendo, mientras el gran hermano y toda su familia nos vigilan cada paso que damos.
– Ante todo debo confesarles que la verdad fue asesinada. Y no fue el mayordomo. La primera víctima en toda guerra es la verdad, que desde la invasión a Irak viene siendo bombardeada a diario por los batallones mediáticos.
– Si ya la verdad había sido asesinada, hoy quien corre la misma suerte es la democracia. Hoy se quiere confundir democracia con el derecho a votar, uno de los pocos derechos que nos queda a los de abajo, para creer que participamos en una elección, a sabiendas que su condición no cambiará radicalmente. Pero antes de asesinarla, la ultrajaron de tal manera que no solo fue vaciado de contenido sino que perdió todo sentido para remitir a la realidad.
– Tal vez ningún término usado recurrentemente en el espacio público fue tan ultrajado en su propio nombre, mientras la capacidad de reflexión de una parte de la población ha sido colonizada a través de una narrativa que han construido a lo largo de más de 12 años donde el peligro de la democracia es esta misma democracia. Hasta los golpes de estado y las invasiones se dan en nombre de la democracia.
– El escritor uruguayo Eduardo Galeano sostenía que “La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. Cuando cae el telón, una vez depositados los votos en las urnas, la realidad impone la ley del más fuerte, que es la ley del dinero”.
– «Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura», señaló en su discurso de asunción en 1983, el recordado Raúl Alfonsín. La altísima desocupación, el 40% de pobreza, la educación y la salud pública en crisis, no son imperfecciones o falta de maduración del ideal democrático. Se trata de una democracia burguesa, donde hay intereses de clases en pugna, pero donde (casi) siempre pierden, perdemos, los de abajo.