Día de la salud: ¿algo para celebrar?

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

No amanecieron embanderados los hospitales y oficinas públicas vinculadas a la salud el siete de abril de 2005. Quizá porque, como un pez recién tomado, la salud les resbala de las manos y se escabulle.

Para los pobres –insustituibles a la hora de mantener la buena alimentación de los otros–, “estar bien” es un bien inalcanzable.

fotoPuede que en la época de los grandes “ejércitos de reserva” necesarios para la revolución industrial, algunas de las preocupaciones en materia de salud apuntaran a los pobres: había que vacunarlos, por ejemplo, y dentro de ciertos límites cuidar de su seguridad laboral. Pero ya no se necesitan ejércitos a la espera de un trabajo: bastan pocos batallones, y la salud se hace cada vez más cara: el desarrollo de la medicina, o sea.

Mientras en el Primer Mundo son un drama el descuido que hace aumentar las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y la obesidad del que come porquerías en exceso, en el resto de los mundos del planeta el sobre peso infantil deviene de la ingestión de porquerías porque no hay otra cosa, y si las ETS afilan su guadaña es por ignorancia –o porque, caramba, el turismo sexual, que deja tantas divisas, tiene un precio, ¿o no?–.

De cualquier modo la salud allá y las infecto-contagiosas: como la TBC, un poco de malaria y otras infecciones recurrentes, más trastornos nutricionales de todo tipo, deficiencias alimentarias, desajustes del crecimiento y desarrollo, subdesarrollo motriz, la disminución de la capacidad de aprendizaje, la preñez adolescente, los accidentes del trabajo, la silicosis, etc… campean aquí.

fotoOjo con los analgésicos

Casi en coincidencia con el Día de la Salud, la estadounidense Food and Drug Administration (FDA) convino en que un medicamento de la multincional Pfizer, Celebrex, puede venderse en ese país, siempre y cuando advierta en forma notoria que quienes lo utilicen enfrentan riesgos cardiovasculares como daño colateral a su ingesta.

Menos suerte tuvo –de la misma fábrica– el analgésico Bextra. Su venta se suspendió en EEUU y la UE por mandatao de las autoridades de salud a ambos lados del Atlántico. La razón es que el “asesino de dolores” era una fija en materia de ataques al corazón y efectos secundarios sobre la piel.

La salud fue protegida; no se descarta que esos benéficos productos se expendan próximamente en países de América Latina y otros del Tercer Mundo.

fotoMadres e hijos

“Las madres y los niños constituyen la verdadera riqueza de las sociedades”, afirma la Organización Mundial de la Salud. Consigna que contrasta severamente con algunos hechos. Se constata en este año de gracia de 2005 que más de 500.000 mujeres mueren cada año en todo el mundo durante el embarazo y el parto –alrededor de 23.000 en el continente americano, indica acuciosa la Organización Panamericana de la Salud–. Como corresponde, la comunidad global recibió entristecida el Día Internacional de la Salud; se promete, claro, revertir esta triste realidad en la medida de lo posible.

Los esfuerzos para frenar el crecimiento demográfico (¿es que en el subdesarrollo no miran televisión?) cuentan con un aliado estadístico. Se estima que 20 niños menores de 5 años mueren cada minuto; si usted ha llegado hasta aquí, calcule cuántos: dependiendo, claro, de la velocidad con la que haya leído.

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Lo anterior quiere decir que desaparecen no menos de 30.000 niños y bebés cada 24 horas. Unos 11 millones al año.

La mayoría de estas muertes podrían haberse evitado. Alguna vez hubo un programa de desarrollo humano, ¿recuerdan el Programa del Milenio?. Se habló de agua potable para todos, cloacas, hospitales (y escuelas, y reparto justo de las rentas nacionales, y normas sanas de comercio internacional y otras cosas). Mientras, un niño en Haití –“protegido” Haití por quienes “protegen” tantas cosas– tiene 17 veces mas probabilidades de morir antes de los cinco años que un niño canadiense.

Una mujer nacida en América Latina o el Caribe en los llamados “sectores menos favorecidos”, tiene una relación de uno a 27 en cuanto a la probabilidad de morir por complicaciones del embarazo que una mujer nacida en Estados Unidos –no se indica la clase social de la última–.

Las estadísticas internacionales en materia de salud y educación rara vez comparan datos utilizando Cuba como referencia… Tal vez porque el “comunismo castrista” también es mala influencia en este rubro. Lo dicho no es gratuito1.

Lo más triste es que, con los conocimientos y tecnología médicas existentes, en todos los paises se podrían salvar muchas de esas vidas, y otras más. Madres, niños, jóvenes, trabajadoras y trabajadores podrían tener buena salud física y mental; integrarse a la educación y la producción, al arte y la ciencia de sus sociedades locales, aportar al plantea “globalizado”.

Pero no. Los recursos no se asignan. Punto aparte.

fotoY el “compañero sida”

Estudios dignos de de ser tomados en cuenta –avalados por la OMS– señalan que el 20 por ciento de las muertes en África las causa, directa o indirectamente, el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Es probable que sean bastante más: en muchas áreas geográficas de ese continente faltan médicos y la recolección de datos no es del todo fiable.

Aún así, es posible afirmar que sólo en 1999 hubo más dos millones de agonías y decesos producto del VIH en África; diez veces más muertes que las causadas por las guerras, esa astuta herencia colonial. Se estima que hasta un 20 por ciento de la masa laboral –digamos 25 millones de personas– viven con bajo la espada de Damocles que ya hirió sus cabezas. Esperan la muerte.

Suma y sigue: la mortalidad infantil por enfermedades relacionadas con el VIH es de uno a tres con respecto a los adultos.

En definitiva, han muerto en África unos diez millones de enfermos de SIDA: el 63 por ciento de todos los muertos de la Tierra en el mismo periodo. Claro, en África vive el 65 por ciento de los enfermos de SIDA del mundo. Si o se detiene el virus –y sus mutaciones– África verá reducirse su población en forma drástica.

Tiene un hijo, ¿qué hacer?

Una importante polémica ocupa a académicos y trabajadores sociales en Suráfrica: ¿deben las madres que padecen sida dar de mamar a sus hijos? ¿No apresurará sus muertes el alimento primordial? La académica e investigadora Anna Courtsoudis, de Durban, es inflexible y opina que teniendo en cuenta el «balance de riesgos», la leche materna es lo más seguro.
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La señora Courtsoudis, y otros expertos se basan en una investigación realizada a fines de 2000, que parece determinar que el amamantamiento como forma única de alimentación en las primeras semanas de vida reduce a alrededor de cuatro por ciento el riesgo de infección con VIH en los bebés nacidos sanos; las madres infectadas darían a través de su leche los anticuerpos necesarios para combatir el sida.

No son pocos los médicos en Suráfrica –donde una de cada cuatro mujeres embarazadas da positivo–, que no están de acuerdo y dicen que la alimentación con leche artificial no necesariamente debe causar neumonía y diarrea, enfermedades con frecuencia mortales para los bebés. La organización Médicos Sin Fronteras piensa que la alimentación con leche artificial en buen estado y preparada como corresponde –con agua potable hervida– puede darse aún en áreas rurales.

Nestlé y otros fabricantes, felices.

Tal vez el sida termine en África cuando muera el último enfermo; los pocos sobrevivientes, entonces, podrán continuar la labor del VIH con nuevas guerras –sabemos quienes les proveerán de armas y municiones, de trajes de “fajina”, cascos y mochilas–. Así las cosas podrán volver a fojas cero y África regresar a su status de “continente virgen”, “santuario para la vida animal” y, en especial, lugar agradable para que vacacionen los ancianos europeos, algunas firmas estadounidenses obtengan materias primas varias, los ecologistas digan lo que tengan que decir.

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Naturalmente los descendientes y parientes de aquellos muertos servirán el te, la cena, los tragos; y trabajarán en las minas y las granjas, alimentados con soja rigurosamente bio-ingenieril.

Y quién sabe, con la mira puesta en Amazonia, un programa semejante puede estar en marcha para América del Sur. Todo sea por salvar a la nauraleza.

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Nota

1Cuba es un pais tercermundista como pocos, los cubanos no han tenido más que acostumbrarse a vivir racionados y además no se les respeta, nos dicen por ejemplo, derechos como el “básico” de viajar adónde quieran. Este derecho es inviolable en los demás países, lo que explica por qué decenas de miles de bolivianos, ecuatorianos, marroquíes, albaneses, guatemaltecos, mexicanos, zaireños, argentinos, etc…, etc… dejan sus espléndidas propinas en los mejores hoteles y restoranes en Nueva York, Madrid, París, Barcelona, Londres, Estocolmo y otras ciudades.

De cualquier modo, los cubanos –que no se mojan la espalda en los meandros del río Bravo, no se deslizan hacia el norte por la frontera mexicana, no mueren en las balsas (pateras las llaman, como algunas 4X4) en el Mediterráneo ni ofrecen mujeres ni drogas en Europa– han logrado acceso a los recursos disponibles en materia de salud, de los que además se benefician enfermos de otros países, como los 18.153 niños víctimas de Chernobyl, ¿recuerda Chernobyl?, que encontraron ayuda médica en los servicios de salud de la isla, al igual que por variados males muchos latinoamericanos.

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