Díaz Eterovic / “Latinoamérica en su conjunto puede ser leída como una novela negra”

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El escritor es uno de los precursores de la novela negra policial en el país. El detective Heredia —protagonista ya de 13 novelas— se ha convertido con el paso de los años en una verdadera leyenda de la ficción nacional.
Está por salir la última, pero no final, aventura de Heredia este mes de octubre: El leve aliento de la verdad; sin duda un buen momento para conversar con Ramón Díaz Eterovic. | GONZALO HERNÁNDEZ SUÁREZ.*

 

Díaz Eterovic (Punta Arenas, 1956) nos describe algunas claves de su trabajo por mantener viva y atractiva la figura de Heredia, un particular investigador privado, y comparte su mirada sobre la escena de la novela policial chilena, sintetizando que más allá de las historias se encuentra el “derecho a la palabra”.

 

—¿En qué pasos anda el detective Heredia por estos días? ¿Tendremos alguna nueva aventura suya en el corto plazo?
—Heredia sigue en sus ocasionales investigaciones. Este mes de octubre se publicará El leve aliento de la verdad, en la que Heredia investiga la muerte de varias mujeres, aparentemente víctimas de un asesino en serie.
«La investigación lo lleva a recorrer el mundillo de la televisión y a enfrentarse con narcotraficantes y policías corruptos, mientras lucha contra el desánimo que le provoca el paso de los años y debe tomar una decisión respecto a su relación con Doris Fabra, su amiga policía.
«También trabajo, lentamente, en otra historia de Heredia, vinculada al negocio minero que afecta a algunos pueblos que ven como el poder del dinero arrasa con sus costumbres y sus pequeñas economías».

 

—Han pasado más de dos décadas desde la publicación de La Ciudad está Triste, la primera entrega de la saga. ¿Cómo se adapta el personaje central a las transformaciones políticas, sociales y económicas que ha sufrido Chile a lo largo de estos años?
—Heredia es un personaje que envejece y el paso de sus años va a la par con la historia y los cambios que se han producido y se producen en la sociedad chilena. Por eso, en las primeras cuatro o cinco novelas sus investigaciones transcurren en la época de la dictadura, para luego asumir otras situaciones ya en la etapa de la llamada transición democrática y hasta nuestros días.
«Heredia se define como un testigo, y en ese sentido sigue observando la sociedad, analizando sus carencias, asumiendo casos que tienen que ver con problemas de atropellos presentes en nuestra realidad. Sus principios no han cambiado y por lo tanto sigue siendo un resistente a todo tipo de injusticia y desigualdades».

 

>—Van cerca de quince entregas con el personaje de Heredia, a estas alturas una leyenda de la ficción nacional. ¿Hay algún desenlace pensado para sus aventuras en el mediano o largo plazo?
—No me gusta hablar mucho de novelas que aún no escribo. Tengo algunas ideas, temas, situaciones que quisiera abordar en tres o cuatro novelas más. Y quizás terminar la serie con una historia en la que el escriba deba investigar la inesperada desaparición de Heredia.
«Pero es sólo una idea y sé de sobra que la creación literaria no siempre va de la mano de las planificaciones previas ni se rige por fórmulas exactas. Como decía Julio Cortázar, la literatura no es un teorema, es un gato. Sólo tengo claro que Heredia seguirá merodeando por los barrios de Santiago y metiéndose en situaciones que lo llevarán a buscar esa leve verdad que suele establecer en sus investigaciones».

 

—¿Cómo se logra un personaje duradero y consistente como Heredia? ¿Cuál crees tú que ha sido su principal virtud para evolucionar con la saga y no perder frescura?
—Probablemente se deba a la personalidad de Heredia y a que no ha cambiado mayormente su manera de ver y enfrentar la vida desde que llegó a mi lado, hace ya 27 años, mientras vivía en una pensión del barrio San Telmo, en Buenos Aires.
«Heredia —lo digo por opiniones que he recogido de los lectores— es un personaje que se hace querer y del que siempre se espera una nueva aventura. Por otra parte, está el hecho de que en cada novela enfrenta problemas distintos, se mantienen algunos personajes secundarios que son importantes en su mundo (Anselmo y el gato Simenon), y también suelen aparecer personajes nuevos que contribuyen al desarrollo de las historias contadas en cada novela.
«No es fácil mantenerse fiel a un personaje, pero me siento cómodo junto a Heredia, mirando el país desde una perspectiva que compartimos».


 

—Numerosos escritores jóvenes se atreven con la novela negra en el último tiempo. ¿Cómo ves la escena policial en Chile en la actualidad?
—Soy un convencido que a partir de los años 80 del siglo pasado, la novela policial se instaló con plena propiedad en la narrativa chilena. Ya no es un género omitido, subvalorado, «ninguneado». Se le aprecia, se le comenta, se lee.
«Destaca a partir del trabajo de escritores que ya no están tan solos en el empeño de desarrollar una narrativa policial que nos identifique. Hay autores ya mayores que han seguido en sus proyectos en el ámbito de la novela policial o novelas negra.
«En los últimos años, y seguramente olvidando a algunos, han aparecido textos de Poli Délano, Antonio Rojas Gómez, José Gai, José Leal, Mauro Yberra, Helios Murialdo, Sebastián Edwards, Sergio Gómez, Luis Sepúlveda, Roberto Ampuero.
«Luego hay autores más jóvenes, como Juan Ignacio Colil, Eduardo Contreras, Gonzalo Hernández, Ignacio Fritz, César Farah, Boris Quercia; y otros aún más jóvenes que estos últimos, como Pablo Rumel y Luis Felipe Torres.
«Y también se han incorporado algunas autoras, más allá de las conocidas Marcela Serrano o Elizabeth Subercaseaux. Orietta de la Barra, Gabriela Aguilera, por ejemplo. Y tautores de otros registros que abordan el género policial, como Germán Marin, Isabel Allende, Jorge Calvo, Marcelo Lillo.
«Nombres más, nombres menos, es un género que hoy tiene más exponentes de los que nunca tuvo en toda su historia, desde los primeros cuentos de Alberto Edwards o las novelas de Luis Enrique Délano y Camilo Pérez de Arce. Es una narrativa que tiene algo más de acogida en las editoriales y que, dentro de las limitaciones del medio, tiene recepción crítica y es materia de estudios académicos.
«Y todo esto se relaciona con el hecho de que el género policial o la novela negra ha terminado siendo un género esencial para reflejar ciertas realidades oscuras de nuestra sociedad, en la que la relación poder y crimen se manifiesta de muchas maneras».



 

—Pensando en lo que fueron las ediciones del Festival Santiago Negro en los años 2009 y 2011, respectivamente. ¿Cómo se proyecta una instancia de ese tipo para el futuro? ¿Es posible repetir la iniciativa y extenderla a regiones?
—Por cierto, sería muy bueno que Santiago Negro tuviera otras versiones. Fueron encuentros muy bien organizados, atractivos para los lectores y en los que pudimos conocer de cerca a destacados escritores españoles y latinoamericanos. Sin duda contribuyeron a posicionar el género policial en nuestro medio literario.
«Espero que el Centro Cultural de España persista en su apoyo a este festival. Ha sido fundamental su apoyo. Y desde luego que me parece buena la opción de llevar algunos de sus debates a regiones. Pienso que habría más de alguna entidad de regiones interesada en participar en un evento como Santiago Negro».

 

—Se suele decir que la novela negra es una radiografía de las deficiencias (a todo nivel) de las sociedades. A tu juicio, ¿es Latinoamérica un lugar “privilegiado” para la escritura del género, y por qué razón?
—Es un lugar que se presta para el desarrollo del género, sin duda. Latinoamérica en su conjunto puede ser leída como una novela negra.
«Del pasado nos llega la memoria de las dictaduras y sus crímenes de todo tipo, y en la actualidad están sus sistema políticos y económicos que favorecen los negociados y situaciones criminales como parte de ellos. También está el fenómeno de la violencia urbana y del narcotráfico que, en casos como el de México, ha dado vida a todo un subgénero dentro de la narrativa policial.
«La violencia, la relación del poder con el crimen, y el crecimiento de la marginalidad son variables en la que se incuban muchas historias que pueden ser contadas desde los códigos de la narrativa policial». 


 

—¿Qué autores —tanto chilenos como extranjeros— recomendarías por estos días a los lectores? ¿Algún título que te haya cautivado especialmente en el último tiempo?
—Recomendaría a un autor español, un maestro del género que en Chile no es muy conocido: Francisco González Ledesma; las reediciones que están llegando de una pareja de suecos que fueron un suceso en los años 60: Maj Sjowall y Per Wahloo; las novelas de Ian Rankin y Arnaldur Indridason, un islandés notable, autor de algunas novelas como La mujer verde y Las marismas; tanmbién Jean Claude Izzo, un clásico francés.
«Y hay que leer o releer a Rubem Fonseca. En fin, la lista podría ser muy larga».


 

—Más allá de tu labor como autor de género negro, es sabido que has escrito en otros registros: cuentos infantiles, poemas, además de tu trabajo en distintas antologías. ¿Qué rescatas de estas experiencias que son, quizás, más desconocidas para tus seguidores habituales?  

—Más allá de los encasillamientos o las clasificaciones, me considero un escritor que trabaja con las palabras, con su imaginación y sus sentimientos, y a partir de esos elementos ocupo uno u otro registro para expresarme, según siento que una idea me lo demanda.
«Entre esos registros y lo que hago con ellos, sin duda, hay conexiones y la reiteración de ciertos temas, que supongo son parte de una misma visión de mundo.
«El año pasado publiqué dos libros de cuentos. En uno de ellos Chumangos recreo situaciones relacionadas con mi geografía natal, Magallanes. Y en el segundo Un taxi en la nieve hay historias que se conectan con lo policial, como en los cuentos «Tarde de toros» o «La mitad más triste del maldito corazón».
«Y bueno, aunque no los publique, sigo escribiendo poemas, que son, desde luego, una exposición más directa de lo que llamaría mi estado de vida.
«Lo que rescato en definitiva es la posibilidad de ejercer la libertad de expresarme de la manera que considere más apropiada para tratar determinados temas.
Los registros que utilizo son secundarios, lo importante es lo que quiero expresar cada vez que ejerzo mi derecho a la palabra».
——
* Escritor
Editor de la revista digital Mediapinta (www.mediapinta.cl) donde se publicó originalmente esta entrevista.

 

(Para mayor abundamiento sobre Heredia y Díaz Eterovic, puede leerse la charla que mantuvo en la redacción de Surysur, que se encuentra aquí).

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