Diciembre de cierres desiguales. Las mujeres y diversidades en el sector educativo argentino

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Diciembre es, para el pueblo argentino, un mes de lucha, de movilización. Un mes donde históricamente los cuerpos en las calles gritan y reclaman sus consignas. Mientras tanto, también el sector educativo cierra el ciclo lectivo realizando evaluaciones y también exigiendo mejores condiciones laborales, salariales, edilicias, para ellxs y para sus estudiantes y familias.

Las mujeres y diversidades de la comunidad educativa ponen sus cuerpos y sus mentes en el cierre de año escolar y, a la vez que cierran notas, tienen presentes las necesidades de sus estudiantes, de sus compañerxs trabajadores y de las tareas de cuidado que tienen a cargo.

¿Por qué las mujeres y diversidades? Porque el sector educativo es un sector altamente feminizado: nueve de cada 10 adultos que asumieron la tarea de acompañamiento en la continuidad pedagógica son mujeres y ocho de cada 10 docentes también son mujeres, según datos proporcionados por la Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica, publicada por el Ministerio de educación de Argentina en el año 2020.

Son las mujeres y diversidades quienes se hacen cargo principalmente de la tarea educativa, enseñando o acompañando en los procesos educativos a sus hijxs, hermanxs, vecinxs, nietxs, y durante la pandemia de Covid-19, lo hicieron aún más.

La comunidad educativa argentina y latinoamericana tiene una historia de lucha, y aunque en general no se diga, está también, principalmente protagonizada por mujeres y diversidades.

Este diciembre se cumplieron 20 años de aquella revuelta del 2001 donde, tal como señaló Aram Aharonian (1), “Argentina vivió una serie de acontecimientos que marcaron sensiblemente su historia institucional y política. En 15 días el país tuvo cinco presidentes, consolidó su default financiero, abandonó la férrea política cambiaria que desde 1991 sostenía y devaluó el peso (…) Las protestas, en un país que acumulaba ya tres años en recesión y 30% de trabajadores sin empleo, que iniciaron un día antes con un cacerolazo, fueron violentamente reprimidas con un saldo de 39 personas muertas y 4.500 detenidas”.

Aquel diciembre de 2001 lxs docentes y la comunidad educativa en general, fue partícipe de la escena política. No podemos olvidar a Claudio «Pocho» Lepratti, auxiliar de cocina de una Escuela en el barrio Ludueña, de Rosario, provincia de Santa Fé, asesinado a manos de la policía.

El Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires  (Suteba) (2) recuerda su lugar en aquellas jornadas de resistencia popular ante el avance del neoliberalismo: Jornadas Regionales sobre la «Repercusión de la Reforma Educativa y las políticas neoliberales en la crisis interna de la escuela»; las  mesas de difusión distritales, radios abiertas, clases públicas, actividades con padres; y la renuncia de Juan Llach, ministro de Educación como parte de los logros de la movilización.

Hoy, veinte años después, la lucha de la comunidad educativa sigue presente frente a cada intento neoliberal de arremeter contra los derechos de lxs argentinxs.  Y las mujeres y diversidades educadorxs siguen siendo la punta de lanza del sector que representan.

Ahora, se discute, nuevamente, el pago al Fondo Monetario Internacional (FMI). Desde el sector educativo también es necesario recordar que #LaDeudaEsConNosotras. Es con las mujeres y diversidades trabajadoras que constituyen el movimiento que habita las calles antes, durante y después de los dos años de pandemia qué aún vivimos. La deuda es con las mujeres y diversidades que sostienen, que generan redes de cooperación y trabajo para crear condiciones dignas de vida para sus familias, sus hijxs, sus vecinxs.

Las mujeres y diversidades han sido históricamente sometidas a una doble explotación en el sistema capitalista: primero, al interior de la familia como reproductora de la fuerza de trabajo y desarrollando los trabajos de cuidados, sin remuneración alguna (se podría decir que, en un momento industrial anterior, el salario del obrero, debía también garantizar la subsistencia y reproducción de mano de obra, es decir, la familia).

Y segundo, al ser introducida al proceso de producción fuera del hogar, donde realizamos el mismo trabajo que los varones pero sin percibir, en muchos casos, el mismo salario.

La desigualdad del sistema capitalista se expresa en los números y también en los cuerpos de lxs habitantes de todo el mundo. Según el Informe del Laboratorio mundial de desigualdad, 2021, la mitad más pobre de la población mundial posee el 2% del total de la riqueza, mientras que, el 10% más rico de la población mundial posee el 76% de toda la riqueza. Y no se puede omitir que en esta desigualdad estructural que vive el mundo, las mujeres y diversidades viven aún mayores consecuencias.

En este sentido, el mismo informe sostiene que la participación de las mujeres en los ingresos laborales totales se acercó al 30% en 1990 y se sitúa en menos del 35% en la actualidad, teniendo en cuenta que en un mundo con igualdad de género, las mujeres deberían ganar el 50% de todos los ingresos laborales.

Específicamente en América Latina, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, 2019, las mujeres ganan 17% menos ingresos por hora que los varones y pese al aumento de su participación laboral, «las brechas de género constituyen una de las formas de desigualdad”.

La desigualdad económica se visibiliza en todos los ámbitos de trabajo y también en el sector educativo. La brecha de género no es sólo económica sino también política. La posibilidad de acceder a los cargos de gestión en los ámbitos educativos es una limitación.

Uno de los datos que lo demuestran es la actual vigencia de 11 ministras mujeres en  los 24 ministerios de educación que hay en Argentina y la asunción de sólo dos mujeres como ministras nacionales a lo largo de la historia: Susana Decibe, perteneciente al Partido Justicialista quien desde 1996 a 1999 (durante la presidencia de Carlos Menem) y Graciela Giannettasio, también del Partido Justicialista, desde enero de 2002 a mayo de 2003, durante la presidencia de Eduardo Duhalde.

¿Por qué en un sector feminizado, las mujeres y diversidades no llegan a ocupar los lugares donde se toman las decisiones? Una de las causas reside en que, además de ser trabajadoras asalariadas, son quienes llevan adelante el trabajo al interior del hogar, no reconocido como tal, y por lo tanto no remunerado.

Esta condición trae como consecuencia una mayor probabilidad de dedicarse a actividades de baja productividad, quedando relegadas al sector informal, o imposibilitadas de avanzar en su carrera profesional, ya que el trabajo doméstico y de cuidados supone una doble o hasta triple jornada laboral para ellas.

En un diciembre de cierre del ciclo lectivo, es necesario también resaltar el lugar de las mujeres y diversidades en el sector educativo en un contexto de desigualdad social y de género. Es necesario reconocer la feminización de la tarea educativa y en este sentido, el lugar fundamental de las mujeres y diversidades en la lucha por derechos qué permitan a la comunidad educativa, y en ella a la sociedad toda, mejores condiciones laborales y sociales.

Notas

  1. https://estrategia.la/2021/12/17/argentina-a-20-anos-del-estallido-social-y-el-que-se-vayan-todos/
  2. https://www.suteba.org.ar/19-y-20-de-diciembre-revuelta-popular-fin-de-la-noche-neoliberal-11582.html

* Luciana Jouli es Licenciada en Educación Especial y Mayra Pedraza Licenciada en Ciencias Políticas, ambas miembros del Centro de Estudios y Formación en Política Educativa (CEFOPED) asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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