Discusión, intercambio. – EL PORVENIR DE UNA »GRAN OLEADA»

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Los elogios a la movilización de los estudiantes en Venezuela saturan ese 80% de medios de comunicación, televisión, radios, diarios, que están en manos de la oligarquía en esa nación, pero donde se acusa al gobierno por la falta de “libertad de prensa”.

En Chile los estudiantes han cambiado dos veces el destino del país con sus movilizaciones: en 1931 cuando botaron, junto a los trabajadores, a la dictadura oligarca de Carlos Ibáñez, y en 1973 cuando contribuyeron al advenimiento de la dictadura de Pinochet atacando el gobierno legítimamente democrático de Allende.
Usted elija cuál prefiere.

No conozco a Teódulo, salvo por excelentes referencias acerca de su capacidad intelectual que me entrega un amigo común. Como voy a diferir diametralmente de sus opiniones, lo primero que he tenido presente es que Teódulo es venezolano y su artículo se refiere a un problema de su propio país, donde él es, además, un opositor al gobierno de Chávez. No voy a decir antibolivariano porque no sería justo frente al concepto universal que emana del Libertador caraqueño.

Siendo yo chileno y viviendo actualmente en mi país, Teódulo tendría argumentos poderosos para desautorizarme (en el buen sentido de la palabra) como contradictor válido a sus reflexiones acerca del momento que vive su patria, fundamentalmente porque él está “donde las papas queman”, como decimos en Chile, lo que es un envidiable privilegio. Yo estoy a varios miles de kilómetros de distancia.

Pero permítanme exhibir mis modestos atributos para terciar, y seguir terciando como lo he hecho en ocasiones anteriores, en un debate que, querámoslo con Teódulo o no, involucra o va a involucrar tarde o temprano, sino a todo el planeta como lo fue la agresión a Iraq, o por lo menos a toda América Latina.

En primer lugar soy también escritor, lo que nos pone en un plano equitativo como hermanos del intelecto. Pero más importante que eso, viví por varios años en Venezuela y, sin pecar de inmodestia, me interioricé profundamente en las raíces sociales y política de ese pueblo al que llegué a querer y conocer al punto que una de mis novelas, El Círculo de Talión, tiene como escenario la tierra de Bolívar y de nuestro Andrés Bello.

En fin, todo eso tendría un valor relativo si no fuera por dos argumentos en mi favor que me llevan a comprender de manera diáfana el fenómeno de la revolución bolivariana, aun estando tan lejos del teatro de esos acontecimientos. El primero, el principal, es que la realidad que está viviendo Venezuela en estos mismos minutos es, en esencia, la misma, prácticamente calcada por un sádico diseñador, que la que vivió Chile a partir de la segunda mitad del Gobierno Popular de Salvador Allende. Siendo más precisos, a partir del cacerolazo de octubre de 1972 cuando comenzó lo que el cineasta Patricio Guzmán llamó La Insurrección de la Burguesía.

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La historia, según los sesudos analistas, no se mueve en sentido recto, como una fuerza vectorial claramente dirigida hacia delante, sino en espiral, repitiendo siempre elementos y sucesos conocidos e incorporando otros nuevos que dinamizan su avance. Por eso, no obstante la similitud en lo fundamental de ambos fenómenos, tengo la gran esperanza que el caso venezolano escape al desgraciado sino que marcó la tragedia de 20 años de dictadura feroz en la que desembocó la experiencia chilena.

Los “admirables muchachos” y la señora Rice

Mi segundo argumento se basa en la apología casi lírica que Teódulo hace a lo que él llama los “admirables muchachos” que irrumpen en las calles de Caracas y otras ciudades venezolanas en “oleada incontenible” en favor de “los derechos civiles”, la “libertad de expresión” y la “limpieza de los principios correctos que este gobierno ha desvirtuado, entiercolado y prostituido” (sic).

Cuando se produjo en Chile la insurrección de la burguesía que preparaba el golpe fascista, era yo dirigente estudiantil como alumno de una de las Facultades de la Universidad de Chile en Santiago, por lo que conozco desde dentro la idiosincrasia de un estudiante enfrentado a un momento crítico de la historia de su país.

Pero comencemos viendo primero la situación general que se vive en Venezuela y que Teódulo pretende separar de los reales motivos que impulsan a gran parte de estos “admirables muchachos” a servir de detonantes del complot interno y externo que van preparando las minorías plutócratas —¡y vayan que son plutócratas, Teódulo, usted lo sabe tan bien como yo!— desplazadas del poder por la revolución bolivariana.

Ellas, junto con la señora Condoreeza Rice que dirige el pandero internacional, como Kissinger en tiempos de Allende, tejen punto a punto la sedición contra el gobierno confirmado democráticamente, no una sino varias veces, por una gran mayoría del pueblo venezolano.

La “oleada incontenible”, como lo fue también en Chile, no es más que uno de los eslabones de la cadena que la secretaria de estado norteamericana y el fascismo que se va gestando dentro de Venezuela, tienen preparada para amarrar los deseos de progreso y bienestar al que aspira hoy ese pueblo y su revolución bolivariana dirigida por el Presidente Chávez.

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Venezuela se encuentra enfrentada a uno de los momentos más cruciales de su vida como nación independiente. Está en camino de introducir las transformaciones más profundas en su estructura económica que haya conocido su historia reciente y pasada, y que le abren las perspectivas de un desarrollo con verdadera justicia social, ahora que el producto de las principales riquezas del país está llegando a manos de todo el pueblo. Sin embargo, como consecuencia de las contradicciones que ello ha acarreado frente a las minorías que sustentaron siempre el poder político y económico, se encuentra también al borde de caer en un espiral caótico cuyo único desenlace sólo puede conducir a una dictadura tiránica, cruel y represiva a la que se quiere arrastrar, una vez más, a los militares.

Ellos, como tantas veces en Latinoamérica, tendrán que hacer el trabajo sucio a favor de la recuperación de los privilegios de una oligarquía que los va perdiendo día a día a manos de la revolución bolivariana de Chávez.

Es, por desgracia, el trance histórico de un país ante cuya definición no caben los terceristas que sueñan con el advenimiento de esa democracia idílica que propone Teódulo en su artículo, casi enternecedora por su ingenuidad, y de la cual el motor serían esos “admirables muchachos”.

En Chile, especialmente a fines del año 1972 y durante todo el año 73 hasta el golpe de septiembre, se movilizaron a las calles también miles de estudiantes contra el gobierno de Salvador Allende, encabezados por un militante de la Democracia Cristiana, Guillermo Yunge, que adquirió fama espectacular por su acérrima animadversión contra el gobierno de la Unidad Popular. Tampoco estos “admirables muchachos” chilenos, al menos la base con los cuales discutíamos en las asambleas, se sentían manipulados por los hilos de la reacción local y los hilos de Kissinger.

Luchaban, según ellos, por una democracia amenazada por el gobierno legítimamente constituido de Salvador Allende, por “limpiar el estiercol de los principios desvirtuados y prostituidos” por el Presidente Allende.

Teódulo que, me imagino, se habrá interiorizado bien de los ejemplos que da la historia, en este caso la de Chile por la similitud asombrosa entre ambas experiencias, sabrá que a poco andar de las manifestaciones pacíficas se pasó a la violencia desatada. Así cada tarde, día a día, hasta el momento mismo del golpe, estos “admirables muchachos”, a los que se fueron sumando grupos organizados y entrenados por movimientos fascistas, pasaron a la segunda etapa del plan Kissinger y comenzaron a quemar vehículos, romper calles y bienes públicos, levantando barricadas, es decir cumpliendo conciente o inconscientemente, con el papel que les asignara la oligarquía y la CIA en el gran complot que se venía preparando y que plasmó el 11 de septiembre, dando nacimiento a una dictadura cuyas atrocidades Teódulo y el resto del mundo conocieron muy bien.

Una vez consumada la gran traición a la democracia por la cual murió luchando el presidente Allende y fueron asesinados unos cuantos miles, un importante número de ingenuos —en Chile se les llama de otra manera— se dieron la palmada en la frente cuando se dieron cuenta el papel de monigotes y tontos útiles que jugaron en la gran tragedia del pueblo chileno, entre ellos la inmensa mayoría de esos “muchachos admirables” que en “oleadas de miles” creyeron también salir a “defender la democracia” que fue aplastada, ahora sí, por los tanques pocos meses después.

Cuando se conoció hace pocos años, por boca del propio gobierno de los Estados Unidos que desclasificó documentos de la CIA de aquellos tiempos, el financiamiento de millones de dólares que recibieron esos “admirables demócratas” para desabastecer, paralizar y finalmente destruir la economía nacional con tal de recuperar sus privilegios, los pocos ingenuos verdaderos que no entendieron la tragedia que se gestaba, comprendieron, por desgracia demasiado tarde, el lamentable papel que les tocó jugar como comparsas de una maquinación monstruosa.

Me gustan los estudiantes porque son la levadura…

Casi todo el mundo conoce la canción de Violeta Parra exaltando el valor innato de los jóvenes que los impulsa a la lucha y que “levantan el pecho cuando les dicen harina sabiéndose que es afrecho”. Cierto, aunque algunas veces se traguen el afrecho cuando este viene convenientemente adobado, como ocurrió en el Chile de Violeta y está ocurriendo hoy en Venezuela. Lo importante es que el sabor del afrecho se reconozca antes que los sobrepase la historia.

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Al terminar, repito una vez más: no conozco a Teódulo López Melendez. Sólo sé por la firma de sus artículos que es escritor. Pienso como el Che que ser joven y no ser revolucionario no es solamente una contradicción social, sino que incluso biológica, pero ahora quiero extender el mismo concepto hacia el mundo de los intelectuales, por lo que prefiero ubicar a este amigo venezolano en el grupo de los futuros “golpeadores de frente” si se llega a producir la tragedia que todos tememos, es decir en el grupo de los ingenuos, en vez de creer que se camufla en una tercera posición para no declarar su pertenencia a las filas de la oligarquía sediciosa y golpista.

Por eso creo, así a la distancia, que si en las manos de Teódulo, y de muchos otros que no comprenden el momento crucial por el que transcurre hoy la realidad venezolana, hubiera estado el poder evitar la caída de Allende, o al menos de la democracia chilena, o más aún, hubiera estado en sus manos evitar el advenimiento de la dictadura de Pinochet, estoy seguro que él habría hecho todo lo posible por impedirla.

En tu patria, Teódulo, todavía estás a tiempo.

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* Escritor.
cristianjoelsanchez@gmail.com.

El artículo de Teódulo López Meléndez a que se hace referencia, se encuentra aquí.

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