Ecuador, cuento entre Navidad y Año Nuevo: los alquileres y la libertad de expresión

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Alberto Maldonado S.*

Aunque no como el Christmas Carol de Dickens, éste relato también permite una reflexión sobre la naturaleza política humana. Que se haya leído en la revista Vanguardia o en alguno de sus diarios sipianos patrocinadores (El Universo y Expreso de Guayaquil, La Hora y sus varias versiones citadinas) no recordamos, tampoco que hayan denunciado los “excesos policiales” o la “barbaridad” de los jueces de inquilinato, cada vez que algún arrendatario moroso ha sido desalojado de su vivienda de alquiler, por no haber pagado tres o más meses de pensión.

Al pobre diablo y su familia, el pelotón policial más el alguacil y el depositario judicial, sin miramiento alguno, le han echado a la calle y le han dejado en la vereda, con los pocos enseres de casa que no se llevaron, no tanto por “una actitud humanitaria” sino porque ya no tenían valor alguno.

Sin embargo, fue suficiente que un juez de inquilinato, mediante providencia debidamente sustentada, haya ordenado el desalojo de un edificio de tres pisos, en un sector residencial de Quito, que ocupaba la revista Vanguardia (de oposición del gobierno) y que el alguacil y el depositario se hayan llevado las computadoras que encontraron en las oficinas, para que la comunicación sipiana “denuncie” una grave agresión contra la libertad de expresión de ellos; y que los gendarmes que fueron a este desalojo hayan sido acusados de “excesos”.

Y los propios medios sipianos y los organismos de “defensa de la libertad y la democracia” (SIP-CIA, Grupo de Diarios de América, directorio de la UNP, Fundamedios, Participación Ciudadana, y otros) hayan levantado un vocerío tan grande y bullicioso, solo comparable a esas bandadas de loros  que por nuestro suelo tropical, de vez en cuando, pasan “haciendo bulla”

Era “la prueba” de que el Gobierno de Rafael Correa es autocrático y enemigo de los medios de comunicación del sistema (prensa impresa, radio, televisión) Era “la prueba” de que en el Ecuador del gobierno “autocrático” de Rafael Correa, no se respeta este “derecho universal, lo mismo que en Cuba y en Venezuela”.

La historia subterránea

Desde luego, en esta como en otras historias, hay una memoria subterránea que es la que los medios sipianos no cuentan; o si lo hacen (porque no les queda más remedio) la insertan en los textos “informativos” de manera que el gran público perceptor o no se entera de ella o no la tome en cuenta. Para eso son los titulares:

“Se denuncia que la libertad de expresión ha sido atropellada”
“El abogado de la revista acusa al gobierno de Correa por la agresión”
“Sin los discos duros, la revista no puede Informar”
etc.

Y según una vieja investigación del CIESPAL, el 60% por ciento de los lectores de un periódico se limita a leer los titulares de la prensa escrita. Hoy, el porcentaje de lectores debe ser muy bajo (menos del 3%) y mayor el de los que se conforman con leer solo titulares. La dimensión del problema se da porque en Ecuador, muchas radios y no pocas estaciones de televisión, siguen leyendo como propias la noticias de los diarios.

Para ir en orden, lo primero que hay que hacer es un breve recuento sobre la historia de esta revista Vanguardia y el por qué de la alharaca sipiana:

Vanguardia fue el producto comunicacional de un periodista “estrella” colombiano (José Hernández) de quien se dice y se asegura que se ha nacionalizado ecuatoriano, hace poco. Este “compañerito” fue traído poco antes de los años dos mil, por la señora Guadalupe Mantilla, directoria y accionista de El Comercio de Quito. A título de “modernización” del diario (que ya es centenario) se le dio carta blanca al periodista importado para que haga y deshaga de él.

Resultado: que al mismo tiempo que cambió el diseño del periódico e introdujo una nueva manera de “informar y opinar” gran parte del viejo plantel de periodistas fue lanzado a la desocupación. Y Hernández —con el visto bueno y el respaldo de la señora Mantilla y de la vieja UNP— se convirtió en el editor del principal periódico ecuatoriano y adoptó una política empresarial muy consecuente con el neoliberalismo (la SIP-CIA, el Grupo de Diarios de América, un anticomunismo bien acentuado, una posición contraria a la revolución cubana  y muchas otras actitudes).

De la “santa inquisición”  se salvaron unos pocos periodistas de antaño, que seguramente hicieron “méritos” para que el nuevo Torquemada les “perdone la vida”.

En los medios impresos del sistema, Hernández adquirió fama de ser el “ejecutivo” que estaban buscando; y el mismo individuo encontró tierra fértil en el Ecuador ya que aquello no se daba con tantos y tan importantes respaldos, en la vecina Colombia. De lo que se sabe, Hernández fue contratado por el diario guayaquileño Expreso, para un proceso de modernización, ya que ese periódico (que nunca logró una aceptación de públicos) atravesaba por una situación económica “difícil” (casi de quiebra).

¿Qué pasó con Vanguardia?

Y de pronto, hace unos cuatro o cinco años, apareció en el escenario político ecuatoriano la revista Vanguardia, bajo la dirección del mismo José Hernández, que para esos años había entrado de lleno en los ámbitos comunicacionales de Guayaquil y de Quito. La revista tenía el patrocinio de los herederos del diario El Universo de Guayaquil; un diario que presumía “hace décadas” de ser el “mayor diario nacional” aunque sus detractores (que no han faltado) decían que era “el mayor daño nacional”. Vanguardia empezó como una revista política de “denuncia y objetiva”; una denuncia y una objetividad sipianas, desde luego. Es decir, todo a favor del sistema y nada en su contra. Y en eso, Hernández era diestro (de derecha)

Hasta que advino a la Presidencia del Ecuador (enero/2007) Rafael Correa con un discurso de cambio y de revolución. Desde luego, ni El Universo, ni Expreso, ni La Hora podían estar de acuerdo con semejante posición; por lo tanto, Vanguardia no podía ser menos. Y mucho menos si había de por medio una suerte de reducción publicitaria proveniente del Estado.

Hace pocos meses, el colombiano (¿ecuatoriano?) Hernández se marginó de la publicación y dio paso a una nueva administración de Vanguardia, esta vez directamente relacionada con El Universo, ya que apareció como presidente de su directorio el señor Andrés Crespo R. otrora dirigente de la democracia cristiana ecuatoriana; y esposo de una de las hijas del fallecido Carlos Pérez Perazzo, quien fuera director-propietario de El Universo. Y el Universo, más El Comercio y Hoy de Quito, y el mismo Expreso y La Hora, más canales de televisión vinculados, son el esquema que en este país andino actúa, desde hace años, la plataforma mediática de la SIP-CIA y de los sectores ultristas, de lo que hoy se conoce como “terrorismo mediático”.

Por lo tanto, el desalojo de Vanguardia del edificio que ocupaba en Quito no podía ser sino “una agresión más de Correa contra los medios independientes” Olvidaron (¿) que la acción había sido expedida por un juez de inquilinato, en vista de que la revista no había pagado 13 meses de arriendo al Fideicomiso “No más Impunidad” que se hizo cargo de los morosos de la banca que quebró o fue cerrada en los años 20000, a raíz de la llamada “crisis bancaria”.

Los pocos bienes que fueron incautados a los “banqueros corruptos” pasaron a este Fideicomiso de la Agencia de Garantía de Depósitos (AGD) entre ellos, el edificio que ocupaba Vanguardia y cuyos administradores “se olvidaron” de pagar el canon de arrendamiento (USD 1.200 mensuales) por todo un edificio de tres plantas en un sector privilegiado de Quito. Los que entienden de estos menesteres dicen que lo que pagaba Vanguardia, por ocupar todo el  edificio,  era un regalo.

Seguramente, los nuevos dueños y administradores de Vanguardia pensaron que “por qué debían pagarle a un organismo del Estado, nada, si en el pasado, un ejecutivo que se precie, no solo que no pagó nunca al Estado sino que las deudas fueron condonadas a sus deudores, por el Congreso Nacional”.Esta vez no fue así. El representante legal del Fidecomiso (un señor Delgado, que es primo del Presidente Correa) les recordó, primero, que debían pagar el arriendo atrasado; y, como no lo hicieron, les enjuició  ante juez competente, por morosos. El juez, de acuerdo a la ley, dictaminó el desalojo de Vanguardia del edificio y la incautación de sus bienes, hasta que cubran la cantidad demandada y sus respectivos costos.

¿Es eso persecución política, como han afirmado los medios sipianos y “ha denunciado” el asambleista de oposición César Montúfar?  Montúfar está auspiciado oficialmente por Participación Ciudadana, uno de los tantos membretes que, según La Telaraña Imperial de Eva Golinger, actúa en nuestros países, a nombre de la NED y la USAID norteamericanas.

¿Podría aceptarse que hay una transgresión a la famosa “libertad de expresión” sipiana? No, si recordamos que el desalojo fue ordenado por juez competente y que el Jefe de Estado no tiene competencia para ordenar nada en el ámbito del llamado poder judicial. Además, hay que recordar que los “ejecutivos mediáticos”  son iguales ante la ley y no gozan de ninguna excepción que les permita vivir en una mansión sin pagar arriendo, así sea que este sea uno de los tantos edificios que dejaron los banqueros corruptos.

 Además, la revista ha circulado sin inconvenientes con la edición que ya estaba lista; y con seguridad habrá aumentado sus ventas por la publicidad gratuita que ha recibido estos días, por el escándalo de su desalojo. Ya que Vanguardia (desde su nacimiento) ha tenido una circulación muy limitada; y las y los ecuatorianos, que aún compran o leen medios impresos, poco o nada sabían de su existencia. Y para un medio sipiano, no hay mejor publicidad que un buen escándalo.

Como era de esperarse, la SIP no tardó en “protestar por el atentado” Y con ella, los sipianos de dentro  y de fuera. Una vez más, la agresión mediática continental no se hizo esperar solo que ha quedado demostrado que la gran prensa continental, alineada con Miami y sus muchachos, anda a la caza de cualquier desliz para encasillar a un Gobierno progresista como es el de Correa, entre los “perversos” pero para el sistema neoliberal.

Y si de algo hay que censurarle al Gobierno-Correa es que, nuevamente, ha quedado demostrado que no tiene a su servicio una política de comunicación apropiada. Igual que ocurrió con el levantamiento policial y más del 30-S, mucho de lo que lograron “inculcar” la agresión mediática se hubiera podido contrarrestar si alguien habría informado que la publicación en referencia no pagaba sus arriendos por el edificio ocupado: y si otro alguien se hubiera adelantado a informar que el juez de inquilinato tal había dispuesto su deslojo como una vulgar morosa.
 
* Periodista.

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