Ecuador: los desafíos de Correa en su segundo mandato

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Néstor Restivo*
 
Abril, en Quito. Un taxista me lleva desde el hotel hasta la casa de gobierno (el Palacio Carondelet, en el hermoso distrito histórico) y me da su impresión sobre el presidente Rafael Correa, que el día previo ha sido reelecto por mayoría absoluta de votos. "No me gusta. No le da seguridad jurídica a las empresas". El mismo argumento escuché en otro trabajador ecuatoriano. Pero podría ser peruano, colombiano, chileno, uruguayo o argentino.

Tanto ha penetrado el discurso promercado y neoliberal que ahora un trabajador se preocupa de la "seguridad jurídica" de las empresas. Si eso pasa, estamos en problemas, pienso mientras avanza el taxi. Estamos peor de lo que creía. El 10 de agosto Correa asume su nuevo mandato. Habrá que corregir, también ahí.

No está mal que un inversor reclame reglas claras. Si va a destinar su dinero a un mercado, obviamente exigirá estabilidad en el marco que lo va a regular. Claro, si no lo regulan, como pasó en años recientes, mejor, porque se trata de optimizar ganancias a como dé lugar, que eso es el fin de un capitalista, no como dicen en las engañosas propagandas según las cuales su prioridad es el cliente, el país, la creación de empleo, etc. Puñeterías. El objetivo es ganar dinero, cuanto más mejor.

Y eso tampoco está mal pues son empresas, no entidades filantrópicas, sólo que no les gusta que se note. Perry Anderson hablaba del carácter vergonzante de decirse capitalista, algo que cambió en la década del 90, tras la caída del comunismo soviético. Antes se decían el mundo libre, Occidente, y Anderson registra que cuando el enemigo ya no estuvo, dejó de ser vergonzante llamarse capitalista. Al contrario, ahora anacrónico suena decirse comunista.

Pero ahí están las compañías, su enorme poder mediático, para reivindicar su derecho a pedir reglas claras. Y bien que lo hacen. ¡Si hasta lo acaba de reclamar, como enojado, el presidente de Repsol a los gobiernos de América Latina, donde la petrolera ganó más dinero que en ningún otro lado (y de paso se hizo petrolera en serio)! Ahora, que la "seguridad jurídica" de las empresas la pida un trabajador y se olvide en todo caso de exigir seguridad para su trabajo, su salud, la estabilidad de sus ingresos, la educación de sus hijos, la seguridad de su techo, de su alimento diario, de sus aportes jubilatorios, habla de cuánto terreno ganó el discurso del "mercado".

Los accionistas pueden dormir tranquilos, la masa laboral le cuida sus intereses.

O al menos una parte de ella. La mayoría, aun cuando incluya a personas que quieren se respete el derecho empresario, viene votando por el cambio en Ecuador desde hace tres años. Correa, un joven economista de izquierda, ganó en 2006 su presidencia, en 2007 arrasó con su convocatoria a Asamblea Constituyente y ahora volvió a ganar para un período de 4 años con una mayoría importante, en el nuevo marco institucional del país andino, por cierto, con una de las constituciones más avanzadas de la historia.

Se hizo eco de una gran demanda nacional: el repudio a los partidos políticos tradicionales que llevaron a Ecuador a un sendero de crisis permanente, saqueo de recursos, emigración forzada de millones de ecuatorianos  y penetración de un discurso de la dominación. Los dos más grandes, el Social Cristiano e Izquierda Democrática, ni siquiera presentaron candidato a presidente. Tal su descrédito.

Correa tiene grandes desafíos que afrontar a partir del 10 de agosto. No es menor la dolarización de la economía, herencia de los tiempos neoliberales del año 2000. Eso le resta política monetaria y cambiaria. Pero es una bomba que habrá que desarmar con sumo cuidado. Sin la impericia, si lo comparamos con la convertibilidad en Argentina, de la Alianza. Ni metiendo al elefante en el bazar, al ruinoso estilo megadevaluatorio de la transición duhaldista en 2002.

Ecuador depende de reunir los dólares que se necesitan a diario en un contexto de baja demanda mundial de petróleo y otros exportables, por la crisis, y de menor envío de remesas de los emigrados. Las fuentes de divisas presentan problemas estos días. Habrá que ver cómo evoluciona la crisis.

¿Una moneda regional como horizonte superador?  Auspicioso, pero nadie lo ve a corto o mediano plazo.

Otro reto es el alto techo que supone la nueva Constitución, con derechos extendidos como nunca a toda la sociedad ecuatoriana y a sus diversos segmentos. Gozan de mucha legitimidad. Pero ¿cómo financiarlo? ¿Cómo fijar un cronograma de conquistas graduales, hasta cumplir las ambiciosas metas fijadas? ¿Y cómo congeniar riqueza natural con equilibrio ecológico? Otro reto.

De enorme carisma y con el rasgo de los grandes caudillos latinoamericanos (en Ecuador sólo lo comparan al cinco veces presidente José María Velasco Ibarra, un caudillo conservador popular), Correa es producto también de un cambio de época regional. Un proceso al que él está sumamente atento, con excelentes relaciones con varios gobiernos vecinos y con una apuesta seria a la defensa del sistema democrático, a la soberanía y la independencia y al proceso de integración sobre la base de acuerdos concretos, en lo monetario, en lo productivo, en el área de las infraestructuras y de los recursos naturales. Ecuador justamente asume también en estos días la presidencia del Unasur, con el que está más comprometido que otros socios. Y empujará por más y mejor integración.

Su segundo mandato, al fin, también coincidirá con un mapa latinoamericano ya no con el auge renovador de gobiernos progresistas y reparadores sino con la derecha económica reorganizándose y con ganas de volver a gobernar, con cualquier método que pueda, ¿que alguna vez cuidó las formas? No porque no haya ganado dinero en esta década con sus denostados "populistas", sí porque en todo caso perdió prerrogativas para imponerles su agenda.

En esa pelea, para profundizar los cambios, también habrá que convencer a los trabajadores ecuatorianos de que se preocupen más por su seguridad que por la de las empresas, que bien a resguardo tienen las ganancias extraordinarias que siguen acumulando gracias a la incomparable riqueza latinoamericana.

* Periodista e historiador.
En: www.sinpermiso.info

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1 comentario
  1. Martha Alicia dice

    ¡Excelente el artículo!
    El poder de la ideología es la capacidad de transformar en intereses universales los intereses de la clase hegemónica.

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