Ecuador: – Manuela Sáenz y el ímpetu de la memoria
Desde los primeros días del gobierno de la Revolución Ciudadana iniciamos una especie de balance y reparación de lo que el Neoliberalismo había producido con su ignominiosa prepotencia, salvajismo e insensibilidad. El 15 de enero dijimos: que a nadie le quepa duda, nuestro gobierno será bolivariano y alfarista.
Hoy, 24 de mayo, al conmemorar 185 años de la Batalla de Pichincha, empezamos a ajustar cuentas con la Historia.
El nombre de Manuela Sáenz fue escondido, vilipendiado, olvidado por décadas y décadas. Las cartas íntimas, diarios y documentos fueron ocultados por más de 130 años. Para muchos, no cabía ensalzar la figura de quien les parecía más concubina y adúltera que la expresión más pura de la revolución, el coraje, la independencia y el amor.
Esa Manuelita Sáenz Aizpuru, que padeció la lacra social de ser hija ilegítima; entregada, de acuerdo a las convenciones de la época al Monasterio de Santa Catalina, huérfana de madre, logró ganar el caroño de su madrastra y el amor de su padre, Simón Sáenz. Los retratos de su niñez la pintan jugando en el jardín, con ojos vivaces y escrutadores, suelta y embellecida por su espíritu insubordinado, como anticipando lo que sería una práctica de vida: el asombro, la valentía y la pasión.
Tras su matrimonio, Manuela reside en Lima y en esa ciudad se inicia su cruzada libertaria. Influye para que el batallón realista Numancia rompa amarras con los conquistadores y forme parte de las filas patriotas. Su actitud conspiradora le valió el reconocimiento del General José de San Martín que la condecoró con la Orden de Caballeresa del Sol.
Hizo amistad con la guayaquileña Rosita Campuzano, compañera de amor y de ideales de San Martín. De vuelta a Quito, y con los acontecimientos de la Batalla de Pichincha, Manuela se incorpora a la lucha al presentarse a colaborar con el ejército independentista. Participa en el auxilio de los heridos, y, tras la capitulación realista, traba amistad con el Mariscal Sucre. Conoce a Bolívar el 16 de junio de 1822, y se inicia uno de los más hermosos romances de nuestra historia.
En septiembre de 1823, Bolívar se encuentra en Lima y al enterarse de un motín en Quito, escribe a Manuela expresándole su preocupación y admiración por disolver «… con la intrepidez que te caracteriza, ese motín que atosigaba el orden legal establecido por la República…»; así mismo pide que se traslade de inmediato a Lima para hacerse cargo de la Secretaría de la Campaña Libertadora y de su archivo personal y ordena al coronel O’Leary realizar los arreglos necesarios para la llegada de Manuela y su incorporación al Estado Mayor General con el grado de húsar.
El 9 de junio de 1824, Bolívar, desde el Cuartel General de Huaraz, invita a Manuela a marchar juntos hacia Junín. La respuesta de Manuela, fechada el 16 de Junio, revela su talante orgulloso y altivo: «…mi amado, las condiciones adversas que se presentan en el camino de la campaña que usted piensa realizar, no intimidan mi condición de mujer, por el contrario, yo las reto… ¡Qué piensa usted de mi! Usted siempre me ha dicho que tengo más pantalones que cualquiera de sus oficiales, ¿o no?…»
Tantas cosas hizo Manuela por la liberación. Armó, junto a Bolívar, lo que ella llamó «una verdadera comisaría de guerra». Recolectaba chatarra, confiscaba campanas, sacaba clavos de estaño de las bancas, todo para la fabricación de armamento. Fomentó la construcción de talleres para hilar lanas para los uniformes de la tropa. Bien podemos decir que nuestro programa Hilando el Desarrollo, tiene su patrona y madrina en la figura de Manuela.
A pesar de los consejos de Bolívar, y de las sugerencias a Sucre para que se encargue personalmente del cuidado de Manuela en los días de la Batalla de Ayacucho, ella contradice la orden de ponerse a resguardo, y la carta de Sucre a Bolívar es evidencia de la heroicidad de nuestra Manuela. Sucre escribe:
«…incorporándose desde el primer momento a la división de Húsares y luego a la de Vencedores; organizando y proporcionando el avituallamiento de las tropas, atendiendo los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos…; doña Manuela merece un homenaje en particular por su conducta, por lo que ruego a Su Excelencia le otorgue el grado de coronel del Ejército Colombiano».
Bolívar, entre feliz y orgulloso, comunica a Manuela su sorpresa de que «… mi orden de que te conservaras al margen de cualquier encuentro peligroso con el enemigo, no fuera cumplida, a más de tu desoída conducta, halaga y ennoblece la gloria del Ejército Colombiano, para el bien de la patria y, como ejemplo soberbio de la belleza, imponiéndose majestuosa sobre los Andes. Mi estrategia me dio la consabida razón de que tu serías útil allí; mientras que yo recojo orgulloso para mi corazón, el estandarte de tu arrojo para nombrarte como se pide, coronel del Ejército Colombiano».
Tras la muerte del Libertador, y exiliada en Paita, Manuela recibe visitas de Garibaldi, Herman Melville, Simón Rodríguez, González Prada. Su lealtad al Libertador la acompañó hasta los terribles días en que una epidemia de difteria terminó con la existencia física de nuestra Manuela en noviembre de 1856.
Pablo Neruda dedicó a Manuela la hermosa y triste elegía: La Insepulta de Paita, en la que dice, en este breve fragmento: «Ésta fue la mujer herida. En la noche de los caminos tuvo por sueño una victoria, tuvo por abrazo el dolor, tuvo por amante una espada. Tú fuiste la libertad, Libertadora enamorada».
Manuela, estás en el recuerdo de García Márquez, que al contar las últimas horas de Bolívar te describe: «Fumaba una cachimba de marinero, se perfumaba con agua de verbena que era una loción de militares, se vestía de hombre y andaba entre soldados, pero su voz afónica seguía siendo buena para las penumbras del amor».
Manuela: Eres la luz despierta de los tiempos oscuros. Eres nuestra compatriota y nuestro destino. Hoy eres memoria viva de la Libertad. Hoy eres el espejo en el que otras mujeres se miran y agigantan.
El gobierno de la Revolución Ciudadana, confeso en su adhesión a la figura de Manuela, se enorgullece en contar en su gabinete con mujeres patriotas que dirigen los destinos de sus ministerios con la mayor consagración y devoción por el pueblo ecuatoriano. Está con nosotros la memoria de Guadalupe Larriva, inolvidable compañera socialista.
Los programas y proyectos del gobierno van dirigidos hacia la mujer, hacia su sobriedad y sabiduría en el manejo de recursos, hacia su condición de madres y protectoras del hogar.
El mayor homenaje a Manuela se expresa en los proyectos para dotar de trabajo y salario digno a las madres solteras; en la protección a las mujeres que son víctimas de maltrato familiar y violencia doméstica; en dotar de condiciones de dignidad humana a las mujeres que padecen privación de su libertad; en la entrega de micro créditos para que las madres dirijan la economía y las pequeñas unidades de producción familiar.
El tributo a Manuela se manifiesta en la Campaña Nacional de Salud, Solidaridad y Responsabilidad Social, en el que las mujeres y madres son las coautoras del bienestar social; en la Comisión de la Verdad que esperamos informará, al fin, el paradero de los hijos desaparecidos a sus desesperadas madres; en la entrega del Bono de Vivienda; en el orgullo de las madres trabajadoras, con quienes tuvimos el privilegio de desfilar el Primero de Mayo.
El reconocimiento a la memoria de Manuela se traduce en la mejora salarial de las madres y mujeres que realizan trabajo doméstico; en la malaventura de las madres que han sufrido por las fumigaciones y la desatención del Estado; en las madres tagaeris y taromenanis, y demás nacionalidades y pueblos, siempre oprimidos y postergados.
Este es el mayor manifiesto a la memoria de Manuela: la consagración diaria y permanente a luchar por los desposeídos y por la reivindicación de la mujer, de Matilde Hidalgo, Manuela Cañizares, Manuela Espejo, Nela Martínez, Dolores Cacuango, Alba Calderón, y de todas las mujeres anónimas de nuestra historia pasada y presente.
Nadie va a frenar el ímpetu de la memoria. Ninguna conspiración vencerá a este pueblo que camina altivo hacia la libertad. Ningún complot podrá con la voluntad indómita de los ciudadanos y ciudadanas de esta tierra sagrada. Ninguna conjura artificiosa y desleal volverá a someter al pueblo ecuatoriano. Ningún ardid podrá emboscar esta insurgencia y la decisión libre y soberana de amar nuestra propia historia, nuestros propios héroes, nuestra propia vida.
Manuela Sáenz: si ayer fuiste la luz morena del Pichincha, húsar del Estado Mayor Independentista, Caballeresa del Sol, Libertadora del Libertador, Coronela del Ejército Grancolombiano, Insepulta de Paita, hoy eres, y para siempre, Generala de la República del Ecuador.
Eres todo eso, pero nunca será suficiente para tu estatura indomable, generosa y libertaria. Generala Manuela Sáenz, ¡hasta la victoria siempre!
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* Economista, presidente de la República de Ecuador. Discurso pronunciado en la ceremonia militar por el aniversario 185 de la Batalla de Pichincha.
En ALTERCOM, agencia de prensa independiente del Ecuador. Comunicación para la libertad.