EDUCACIÓN EN EL SIGLO XXI. INFORME DELORS -I-

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El gran reto planteado a la educación del siglo XXI, es el de estimular la creatividad. Es absolutamente indispensable, orientar su enseñanza con un criterio de excelencia y de desarrollo de la productividad. Los niños y los adolescentes, el día de mañana tomaran el relevo de las generaciones adultas, demasiado inclinadas a concentrarse en sus propios problemas.

La educación también es un clamor de amor por la infancia, por la juventud que hay que integrar a la sociedad en el lugar que le corresponde en el sistema educativo, pero también en la familia, en la comunidad de base, en la nación. Hay que recordar este deber elemental para que inclusive las decisiones políticas, económicas y financieras lo tengan más en cuenta. Parafraseando las palabras del poeta, “el niño es el futuro del hombre”.

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El final del siglo XX estuvo caracterizado por la discrepancia y la vehemencia así como los progresos económicos y científicos repartidos desigualmente. En este siglo XXI –en el que la angustia se enfrenta con la esperanza– es necesario que todos los que estén investidos de alguna responsabilidad presten atención a los objetivos y a los medios de la enseñanza.

Las políticas educativas es un proceso permanente de enriquecimiento de los conocimientos, de la capacidad técnica, pero también y quizás sobre todo, como una estructuración privilegiada de la persona y de las relaciones entre individuos, entre grupo y entre países. La esperanza de un mundo mejor, capaz de respetar los derechos del hombre y la mujer, practicar el entendimiento mutuo y hacer del progreso del conocimiento un instrument6o de promoción del género humano, no de discriminación.

Los últimos años del siglo XX, estuvieron marcados por trascendentales descubrimientos y progresos científicos, algunos países salieron del subdesarrollo y el nivel de vida continuó su progresión con ritmos muy diferentes según las naciones. No obstante, un sentimiento de desencanto domino y contrasto con las esperanzas nacidas inmediatamente después de la última guerra mundial.

Se presentaron desilusiones del progreso, en el plano económico y social. El aumento del desempleo y de los fenómenos de exclusión en los países ricos son pruebas de ello, y el mantenimiento de las desigualdades del desarrollo en el mundo lo confirma. Según los estudios de la UNCTAD, el ingreso medio de los “países menos adelantados” –560 millones de habitantes– disminuye, y se situaría en 300 dólares anuales per capita en comparación con 906 dólares en los demás países en desarrollo y 2l.598 dólares en los industrializados…

Actualmente la humanidad esta más consciente de las amenazas que pesan sobre el ambiente natural, pero todavía no se han enregado los recursos para remediar esta situación a pesar de las reuniones internacionales y de las graves advertencias que formulan los estamentos científicos sobre fenómenos naturales o accidentes tecnológicos. De todas formas el crecimiento a ultranza no se puede considerar ya como el camino más fácil hacia la conciliación del progreso material y la equidad, el respeto de la condición humana y del capital natural que debemos transmitir en buenas condiciones a las generaciones futuras.

Uno de los grandes desafíos intelectuales y políticos de este siglo XXI será poner en marcha las vías y los medios de un desarrollo duradero como producto de nuevas formas de cooperación internacional.

Esta prueba no debe llevar a los países en desarrollo a descuidar los motores clásicos del crecimiento, y concretamente el indispensable ingreso en el mundo de la ciencia y de la tecnología con todo lo que ello implica de adaptación de las culturas y modernización de las mentalidades.

Otro desencanto, otra desilusión para quienes vieron en el final de la guerra fría fue la perspectiva de un mundo mejor y pacificado. No basta repetir, para encontrar justificaciones, que la Historia es trágica. Todo el mundo lo sabe o debería saberlo. Si la última guerra ocasiono 50 millones de victimas, cómo no recordar que desde 1945, hasta ahora, ha habido unas 150 guerras que han causado 20 millones de muertos, antes y después de la caída del muro de Berlín.

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Las tensiones están latentes y estallan entre naciones, entre grupos étnicos, o en relación directa con injusticias acumuladas en los planos económico y social. Medir estos riesgos y organizarse para prevenirlos es el deber de todos los dirigentes, en un contexto marcado por la interdependencia cada vez mayor entre los pueblos y por la mundialización de los problemas.

Pero ¿cómo aprender a vivir juntos en el planeta, si no podemos coexistir en las comunidades a las que pertenecemos por naturaleza: la nación, la región, la ciudad, el pueblo, la vecindad?

La interrogante central de la democracia es si queremos y si podemos participar en la vida en comunidad. Esto depende del sentimiento de responsabilidad de cada uno. La democracia, que ha conquistado nuevos territorios hasta hoy dominados por el totalitarismo y la arbitrariedad, tiende a debilitarse donde existe institucionalmente desde hace decenas de años, como si todo tuviera que volver a comenzar continuamente, a renovarse y a inventarse de nuevo.

¿Cómo podrían las políticas de la educación no sentirse aludidas por estos desafíos?, señala el Informe Delors destacando que estas estrategias deben contribuir a un mundo mejor, a un desarrollo humano sostenible, al entendimiento mutuo entre los pueblos, a una renovación de la democracia efectivamente vivida.

Las tensiones presentes

A este fin–indica el Informe Delors– conviene afrontar, para superarlas mejor, las principales tensiones que, sin ser nuevas, están en el centro de la problemática del Siglo XXI, y señala:

– La tensión entre lo mundial y lo local: convertirse poco a poco en ciudadano del mundo sin perder las raíces y participando activamente en la vida de la nación y las comunidades de base.

– La tensión entre lo universal y singular: la mundialización de la cultura se realiza progresivamente, pero todavía de manera parcial; de hecho es inevitable con sus promesas y sus riesgos, entre los cuales no es el menor olvidar el carácter único de cada persona, su vocación de escoger su destino y realizar todo su potencial, en la riqueza mantenida de sus tradiciones y de su propia cultura, amenazada –si no se le presta la debida atención– por las evoluciones que se producen.

– La tensión entre tradición y modernidad pertenece a la misma problemática: adaptarse sin negarse a sí mismo, edificar la autonomía en dialéctica con la libertad y el progreso de los demás, dominar el progreso científico. Con este ánimo conviene enfrentarse al desafío de las nuevas tecnologías de la información.

– La tensión entre el largo plazo y el corto plazo, tensión eterna pero alimentada actualmente por un predominio de lo efímero y de la instantaneidad, en un contexto en que la abundancia de informaciones y emociones fugaces conduce incesantemente a una concentración en los problemas inmediatos. Las opiniones piden respuestas y soluciones rápidas, mientras que muchos de los problemas encontrados necesitan una estrategia paciente, concertada y negociada de reforma. Tal es precisamente el caso de las políticas educativas.

– La tensión entre la indispensable competencia y la preocupación por la igualdad de oportunidades. Cuestión clásica, planteada desde comienzo de siglo a las políticas económicas y sociales y a las políticas educativas; asunto resuelto a veces pero nunca en forma duradera. La Comisión corre el riesgo de afirmar que la presión de la competencia hace olvidar a muchos directivos la misión de dar a cada ser humano los medios de aprovechar todas sus oportunidades. Esta constatación ha conducido a retomar y actualizar el de la educación durante toda la vida, para conciliar la competencia que estimula, la cooperación que fortalece y la solidaridad que une.

– La tensión entre el extraordinario desarrollo de los conocimientos y las capacidades de asimilación del ser humano. El conocimiento de sí mismo y los medios de mantener la salud física y psicológica, o el aprendizaje para conocer mejor el ambiente natural y preservarlo. Y, sin embargo, los programas escolares cada vez están más recargados. Por tanto, es importante tener una clara estrategia de reforma, pero a condición de preservar los elementos esenciales de una educación básica que enseñe a vivir mejor mediante el conocimiento, la experimentación y la formación de una cultura personal.

– Por último, la tensión entre lo espiritual y lo material, que también es una comprobación eterna. El mundo, frecuentemente sin sentirlo o expresarlo, tiene sed de ideal y de valores morales, que noble tarea de la educación la de suscitar en cada persona, según sus tradiciones y sus convicciones y con pleno respeto del pluralismo, esta elevación del pensamiento y del espíritu hasta lo universal y a una cierta superación de si mismo.

La supervivencia de la humanidad depende de ello.

Fuente:: UNESCO: Informe Delors.
La educación o la utopía necesaria en Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI. Ediciones UNESCO. México.

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* Periodista.

giselaoo@cantv.net.

Addenda

El Informe a la UNESCO redactado por la Comisión de Educación para el Siglo XXI, El Informe Delors, (Delors, 1996), constituye el marco filosófico de una agenda de reformas diseñado para entregar las pautas esenciales que guiarán la reestructuración de los sistemas educacionales.
Existe la profunda convicción que una educación de calidad que esté sustentada por los cuatro pilares del aprendizaje –aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser– podrá proporcionar las dimensiones cognitivas, morales y culturales que permitirán, tanto a individuos como a grupos sociales, la superación de los obstáculos y el aprovechamiento de las oportunidades inherentes al proceso de globalización.
Estos cuatro pilares fundacionales de la educación –que promueven un enfoque radicalmente diferente del aprendizaje– en conjunción con reformas estructurales claves, podrán dar lugar a un sistema de educación substancialmente más flexible y dinámico.

Otros intregrantes de la Comisión: In’am Al Mufti, Isao Amagi, Roberto Carneiro, Fay Chung, Bronislaw Geremek, William Gorham, Aleksandra Kornhauser, Michael Manley, M. Padrón Quero, Marie-Angélique Savané, Karan Singh, R. Stavenhagen, Myong Won Suhr, Zhou Nanzhao.

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