EEUU no encuentra reclutas en el Caribe para su ofensiva contra Venezuela

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En pleno 2015, después de declarar a Caracas como «una amenaza inusual y extraordinaria”, Barack Obama realizó la primera visita a un país caribeño desde los años 80 para lanzar la Cumbre de Seguridad Energética del Caribe, un foro usado por Washington para promover el uso de energías limpias para sustituir el petróleo vendido a precio preferenciales a las distintas Antillas por parte de Venezuela a través de la iniciativa Petrocaribe.

“Ya sea en Ucrania o en el Caribe, ningún país debería poder usar sus recursos naturales como método de coerción”, dijo el entonces vicepresidente Joe Biden durante la conferencia, a la cual también asistieron representantes de la Unión Europea, el Banco Mundial, la Organización de Estados Americanos y el Fondo Monetario Internacional. Detrás de todo el evento estaba el temor sobre la influencia de Petrocaribe, una iniciativa que había logrado estabilizar la economía de muchos de los países del Caribe al proveer combustible para sus plantas eléctricas y un suministro confiable de gasolina sin grandes variaciones de precio.

PETROCARIBE – Escambray

Un ejemplo de lo importancia de este programa, lanzado por Hugo Chávez unos años antes, es lo que sucedió en Haití. Desde 2008 hasta 2017, Puerto Príncipe tuvo asegurado un suministro de combustible barato por parte de Petrocaribe que le permitía pagar el 60% de su valor a 25 años con un 1% de tasa de interés. “Esto proporcionó petróleo barato y dinero disponible para el gobierno de Haití sin las las limitaciones requeridas por los prestamistas y donantes internacionales.

Los dólares de PetroCaribe se acumularon rápidamente en el Banco Central de Haití y fueron puestos en uso inmediato por el Gobierno, que necesitaban dinero en efectivo para proporcionar alivio a la acosada nación. Un período de estabilidad siguió de 2011-2014. La economía de Haití rebotó de la noche a la a la mañana. Según el economista haitiano Kesner Pharrell: durante todo el período de Petrocaribe la tasa de inflación fue inferior al 10%. El programa estabilizó la moneda”, según la investigadora Ingrid Arnesen

Para Estados Unidos ha sido un objetivo estratégico cortar los lazos de Venezuela con los países del Caribe. Por eso uno de los primeros programas que bloqueó Donald Trump en su primera presidencia fue Petrocaribe, al sancionar a PDVSA

“No era petróleo barato, era crédito barato”, sostuvo David Goldwyn, ex enviado especial del Departamento de Estado de Estados Unidos para la energía internacional. Para Kesner Pharrel, un economista de haitiano, fue un “periodo de bonanza”, eclipsado por los casos de corrupción en la nación haitiana. Para Haití, por ejemplo, el programa Petrocaribe representó el 31% total de la ayuda internacional, un poco por debajo del 49% de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, y muy por encima del entre 9, 7 y 4% dado el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Unión Europea, según informe interno de la estatal petrolera venezolana PDVSA.

Desde estos años, para Estados Unidos ha sido un objetivo estratégico cortar los lazos de Venezuela con los países del Caribe, a través de Petrocaribe y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), un foro del que participan, junto a Venezuela, Nicaragua y Bolivia, islas como Cuba, Antigua y Barbuda, San Vicente y Las Granadinas, Granada, Dominica, San Cristóbal y Nieves y Santa Lucía, entre otras. Por eso uno de los primeros programas que bloqueó Donald Trump en su primera presidencia fue Petrocaribe, al sancionar a PDVSA, lo que desató una nueva ola de inestabilidad en Haití que dura hasta estos días. 

El Comando Sur en busca de reclutas para su guerra contra Venezuela  

El fin de Petrocaribe, junto a la presión de la primera Administración Trump, llevó que países caribeños, como República Dominicana y la propia Haití, pasaran de votar a favor de Venezuela en la Organización de Estados Americanos a hacerlo en contra después de varios ciclos de presión estadounidenses. Varios años después, algunos, como Haití y Santa Lucía, hasta integraron el famoso Grupo de Lima para apoyar la campaña de presión a favor del reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de Venezuela.

Trinidad y Tobago, además, fue el único país que no firmó una declaración de la Comunidad del Caribe (Caricom), el organismo que nuclea a toda la región, donde se reafirma el compromiso de “mantener la Región del Caribe como una Zona de Paz y la importancia del diálogo y la colaboración para la resolución pacífica de controversias y conflictos”

En esta nueva oportunidad, el ex líder del Comando Sur, el general Alvin Holsey, buscó reclutar a algunos países cercanos para apoyar el despliegue de una “fuerza anti droga” dirigida a derrocar al presidente Nicolás Maduro. El epicentro de este despliegue es Puerto Rico, a pocos kilómetros, donde el aeropuerto José Aponte de la Torre y la estación naval Roosevelt Roads sirven de lugar para alojar 10 aviones F-35 y al menos, cinco mil soldados.

En el mar Caribe, mientras tanto, navegan los buques de guerra USS Sampson, USS Jason Dunham y USS Gravely, el USS San Antonio, especializado en desembarco de tropas y equipo; y el USS Fort Lauderdale, enfocado en transporte y apoyo logístico, destructores de la clase Arleigh Burke, alrededor de 4,000 marineros e infantes de marina, aeronaves de reconocimiento P-8 Poseidón, buques de guerra adicionales y al menos un submarino de ataque nuclear.

Para el analista  militar Thomas Keith, de Soverign Protocol, dedicado a investigar conflictos, guerras de la información; “el despliegue estadounidense sirve para cuatro objetivos. Primero, la interdicción y el espectáculo: abordajes y ataques a embarcaciones pequeñas presentadas como parte de grupos “narcoterrorristas”.

Segundo, para un mapeo de Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento (ISR): ubicar radares costeros, baterías de misiles tierra – aire (SAM), patrones de patrulla, centros de drones, depósitos de combustible y municiones, y enlaces de comunicación mientras se mide el tiempo de reacción militar de Venezuela. Tercero, ventajas cinéticas limitadas: ataques a objetivos marítimos expuestos o nodos logísticos temporales fuera del espacio aéreo defendido.

Cuarto, operaciones psicológicas: crear una sensación de “red ocupada” en el Caribe que normaliza la presencia estadounidense mientras pinta a Venezuela como un santuario criminal”. En su opinión, la intención es generar “una burbuja de alta velocidad alrededor de Venezuela” con tráfico costero, salidas aéreas y emisiones (señales de radio, GPS, transmisiones de radio, sensores) cerca del paísF-35C

De forma constante, el despliegue utiliza, cerca de Venezuela, los sobrevuelos de aviones F35, e incluso hace unos días, de dos bombarderos B-52, capaces de llevar bombas antibunkeres, con la manifiesta intención de crear una percepción de fuerte asediado, a punto de ser atacado, para generar algún quiebre interno en las fuerzas militares. Para Jesús Romero, ex marine del Instituto de Inteligencia Estratégica de Miami partidario de invadir Venezuela, el reciente despliegue de una nueva Fuerza de Tarea Conjunta del Comando Sur, anunciado hace pocos días, busca, además, generar una «presión multidominio contra las redes narcoterroritas».

Romero es un gran promotor de una campaña de bombardeos en Venezuela bajo el supuesto de que el 60% de las defensas aéreas del país están “inoperativos”. Mark Cancian, un coronel estadounidense retirado, en cambio, sostienen que éstas podrían provocar un gran daño a los aviones y soldados estadounidenses, si deciden entrar a Venezuela.

Uno de los pocos países caribeños que ha permitido el uso de su espacio aéreo para este despliegue es Trinidad y Tobago, donde helicópteros de ataque MH-6 Little Bird y MH-60 Black Hawk realizaron ejercicios cerca de varias plataformas petroleras y gasíferas. Para Cancian, es posible que estos helicópteros hayan sido operados por el 160.º Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales, conocido por realizar operaciones peligrosas, junto a Navys Selas, Delta Force y Boinas Verdes, como el asesinato de Osama Bin Laden en Pakistán.

Cerca de las costas de triniteñas, además, estuvo desplegado el buque El MV Ocean Trader, un buque comercial reconfigurado como una base flotante de operaciones especiales, que puede llevar aeronaves y helicópteros, según las imágenes satelitales Washington Post.

El permiso para operar en sus tierras, dado por la primera ministra Kamla Persad-Bissessar, contrasta con la necesidad de Trinidad y Tobago de negociar con Venezuela para reactivar el yacimiento de gas Dragón desarrollado por Shell, la estatal venezolana PDVSA y la Compañía Nacional de Gas de Trinidad y Tobago (NGC) en aguas compartidas por ambos países.

En paralelo al despliegue, el secretario de Estado, Marco Rubio, volvió a conceder un prtmiso por seis meses a las petroleras para que operen el campo si alcanzan una formula que bloquee cualquier ingreso para el gobierno venezolano. Para la isla el asunto es estratégico porque ese yacimiento puede evitar el colapso de la producción de gas del país, la que se espera que decline si no se suman nuevos proyectos como este que se estima que produzca, al menos, 175 millones de metros cúbicos diarios de gas.

La realidad es que hasta el momento el jefe del Comando Sur solo ha recibido el consentimiento para operar en El Caribe de Puerto Rico, un dominio colonial estadounidense, Guyana, un país enemistado con Caracas por las explotaciones en la zona de reclamación de El Esequibo, y Trinidad y Tobago

Trinidad y Tobago, además, fue el único país que no firmó una declaración de la Comunidad del Caribe (Caricom), el organismo que nuclea a toda la región, do nde se reafirma el compromiso de “mantener la Región del Caribe como una Zona de Paz y la importancia del diálogo y la colaboración para la resolución pacífica de controversias y conflictos”.

En este contexto, el jefe del Comando Sur, Holsey, visitó las islas de Antigua y Barbuda y Granada para intentar sumarlas a la operación “antidrogas”. En Antigua y Barbuda, un país miembro del ALBA y cercano a Caracas, el primer ministro, Gaston Brown, dijo, antes de la reunión, que su país no tiene “interés en hospedar ningún activo militar en el país” y calificó a la isla como una zona de paz. “Somos amigos de todos y enemigos de nadie”, remarcó.

Holsey, jefe del Comando Sur

La reunión por lo tanto se centró en el combate contra el crimen organizado y el narcotráfico en el marco de la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe (CBSI) entre Estados Unidos y los países del Caricom. Holsey, por su parte, no hizo ninguna petición militar al estado insular, según el jefe del Estado Mayor de Defensa de la isla, general de brigada Telbert Benjamin,

En Granada, en cambio, la expectativa era que el gobierno aceptara una petición estadounidense para instalar equipos de radar TPS-78 y personal técnico en el aeropuerto internacional Maurice Bishop, ubicado a 160 kilómetros de Venezuela, con el fin de vigilar mejor las aguas y el espacio aéreo venezolana. Sin embargo, la conversación de Hosley con el primer ministro granadino, Dickon Mitchell, solo se centró en la lucha anti narcóticos y el crimen organizado al igual que en Antigua y Barbuda.

La solicitud quedó bajo la revisión de los Ministerios de Seguridad Nacional, Asuntos Legales y Relaciones Exteriores, según el gobierno. Lo paradójico es que Estados Unidos quiere instalar sus radares en el mismo aeropuerto, cuya construcción utilizó como pretexto para invadir Granada en los años 80 bajo la acusación de que sería utilizado por soviéticos y cubanos para atacar los intereses de Estados Unidos. El aeropuerto hasta lleva el nombre del primer ministro derrocado; Maurice Bishop.

Más allá de las especulaciones, la posición de Granada respecto al despliegue ha sido negativa; incluso al punto de emitir una declaración en setiembre, donde expresó su preocupación por la operación del Comando Sur que ponía en riesgo El Caribe como una Zona de Paz. En la Asamblea General de la ONU, el primer ministro Mithchell sostuvo que el Caribe, como una región pacífica, no es una simple frase diplomática. “Es un compromiso con la gente, ya que el conflicto socava el desarrollo, y la paz es la primera inversión en la gente”. 

La realidad es que hasta el momento el jefe del Comando Sur solo ha recibido el consentimiento para operar en El Caribe de Puerto Rico, un dominio colonial estadounidense, Guyana, un país enemistado con Caracas por las explotaciones en la zona de reclamación de El Esequibo, y Trinidad y Tobago, inmerso, además, en un contexto de críticas por el asesinato de dos pescadores trimiteños en uno de los ataques a las lanchas del despliegue.

Las dudas sobre la veracidad del operativo no solo preocupan a los países caribeños, con posiciones históricas de neutralidad y convivencia con Venezuela y Estados Unidos, sino al propio Hosley, quien anunció su retiro del cargo por preocupaciones sobre la misión y los ataques a lanchas, según altos funcionarios estadounidenses entrevistados por The New York Times

La presencia estadounidense en Puerto Rico permite el lanzamiento de ataques de “descabezamiento” o “quirúrgicos” contra instalaciones estratégicas y líderes del país. Sin embargo, la falta de permiso de Colombia y Brasil no le permite a las fuerzas estadounidenses lanzarse operaciones para ocupar pozos petroleros, por ejemplo, en el Lago de Maracaibo o en la Faja Petrolífera del Orinoco sin tener grandes bajas.

Para el analista militar Sidorienko; “los marines desplegados no representan ni una brigada; no podrían ni siquiera establecer una cabeza de playa frente a una resistencia de milicianos que operen como guerrillas (los que según cifras oficiales se estiman en más de ocho millones). En términos lógicos, además, sería costoso sostener esa eventual cabeza frente a drones navales y aviones militares venezolanos. Ni Colombia, ni Brasil les darían apoyo; solo quedaría como aliado Guyana, que es un país con poca infraestructura para ayudar a Estados Unidos”.

La nula cooperación regional con Estados Unidos, además, pone en riesgo el objetivo de Trump de una operación de “cambio de régimen de bajo costo”. Sobre todo porque para Thomas Keith, de Sovereign Protocoll; “la contra respuesta venezolana ha sido armar el costo (con la defensa aérea, drones y la negación marítima), armar la sociedad (con milicias y bases de defensa local) y armar la verdad (con la documentación y verificación de las acciones militares estadounidenses). Ya que el objetivo de Caracas no es superar a Estados Unidos en términos militares; sino hacer que cada paso de la escalada sea tan costoso, visible e ilegítimo que deje de escalar”

  • Periodista, trabajó en Telesur y ha publicado en Sputnik, Vice y Télam de Argentina.

 

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