EU: Reporte desde el manicomio
Los corresponsales y muchos periodistas en EU (Estados Unidos) asignados a cubrir al régimen de Trump tenemos la tarea de reportear las noticias desde dentro de un manicomio, con internos que hablan y operan como si todo fuera normal, y la respuesta de casi todos los gobiernos y cúpulas alrededor del mundo también pretenden que no hay nada raro aquí (aunque se sabe que en privado dicen lo obvio).
Para muchos de nosotros, como periodistas, el dilema es si reportar todo como lo hacíamos antes de la llegada del bufón peligroso, y con ello otorgar credibilidad y «normalidad» al rey del manicomio y sus cómplices, sólo porque representan el poder político de esta última superpotencia, o si ya nombrar las cosas como son.
Me escapé un ratito del siquiátrico para ofrecer sólo algunos ejemplos de lo que sucede aquí adentro:
Este fin de semana Trump atacó, una vez más, a Saturday Night Live, el añejo programa de comedia y sátira, y pareció amenazar con una acción federal en su contra, indicando que las agencias electorales y de comunicaciones deberían de investigar el show. Peor aún, el episodio era una repetición del originalmente transmitido en vivo en diciembre.
No es la primera vez que este presidente decide que los comediantes son sus enemigos.
Trump, en una entrevista con el sitio ultraderechista Breitbart News, pareció advertir de represión violenta contra opositores al comentar que tiene el apoyo de la policía, los militares y los Bikers for Trump (los clubes de motociclistas) y que podrían ser «muy malo» si tuvieran que entrar en acción.
Tambien decidió renovar ataques contra el venerado senador republicano John McCain, quien falleció en agosto del año pasado, por entregar a la FBI materiales relacionados a la influencia rusa en las elecciones, y acusando que “él tenía ‘manchas’ mucho más graves” en su historial y que era último en calificaciones de su generación en la Academia Naval.
El mes pasado, Robert Kraft, dueño de los Patriotas de Nueva Inglaterra, campeones del Supertazón –amigo del presidente–, fue arrestado junto con varios ejecutivos en una investigación federal de prostitución y tráfico de mujeres, después de que fue captado usando los servicios de un spa en Florida. La fundadora de la cadena de estos lugares es la empresaria china Cindy Yang. Aunque aparentemente ya no era la dueña y no ha sido acusada en este asunto, se reveló una serie de otros negocios que posee en los que ofrecía «acceso» al mundo de Trump. De hecho, circula una foto de ella con el presidente viendo el Supertazón.
El régimen de Trump anunció el pasado viernes que prohibirá la entrada a Estados Unidos al personal de la Corte Penal Internacional si intentan investigar a Estados Unidos por abusos de derechos humanos en las guerras de Afganistán y otras. La Unión Estadunidense de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) denunció este intento «sin precedente» de evitar la «rendición de cuentas» por crímenes de guerra y que «apesta a las prácticas totalitarias que caracterizan a los peores abusadores de derechos humanos».
Cuando Trump fue a Alabama hace una semana para visitar a las comunidades devastadas por torbellinos, asistió a una iglesia donde se le ocurrió firmar Biblias, como si fuera el autor.
Uno de cada cuatro votantes creen que Dios quiso que Trump ganara la elección en 2016, según una reciente encuesta de Fox News.
Estas son sólo algunas de las noticias desde el manicomio; no hay desabasto. La simple tarea de navegar entre las mentiras y engaños es agotadora. En 773 días en la Casa Blanca, Trump ha hecho 9 mil 14 afirmaciones falsas o engañosas, reporta el Washington Post.
Es como esa broma: dos internos están en un manicomio y uno le dice al otro «yo soy el rey», y el otro pregunta «¿Quién dijo?» El otro responde: «Dios». Desde otro cuarto se escucha otra voz: «Nunca dije eso».
Bueno, ya están cerrando las rejas del manicomio y dicen que me tengo que regresar o que me quedaré afuera. ¿Cuál es la decisión correcta para los que tenemos que reportear todo esto?