El 2016 bisiesto en Argentina y Nuestra América

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Para reflexionar sobre lo que el mismo ha dejado para la Argentina y Nuestra América elegiremos algunos aspectos particulares que nos permitan dar una idea de lo que ha pasado, pero también vislumbrar el sentido de los rumbos futuros.

En Argentina

Introducirnos en una evaluación del 2016 que vivimos los argentinos nos obliga a algunas elementales referencias: los datos que nos deja la economía; el saldo represivo, que crece al mismo ritmo que vienen decayendo las condiciones de vida del pueblo; a una breve consideración sobre la concepción macrista de la política y la economía y al tipo de inserción regional y mundial que nos plantea el gobierno.

Durante el año que termina, de un modo reiterado, hemos dado cuenta de la evolución de la situación económica. Es por eso que no hace falta que aquí abundemos en mayores datos sobre la misma. Es sabido que se han profundizado los rasgos, de recesión con inflación, que caracterizan a estos últimos años. Prácticamente todas la variables ecoar marcha federalnómicas tienen signo negativo. Producción, empleo, consumo, inflación, salarios, ratifican esa tendencia que atenta contra los ingresos y la dignidad de gran parte del pueblo. Pero hay excepciones: al amparo de una notoria mejora en la producción y exportación de productos primarios (sobre todo maíz y trigo) hubo mejoras en el saldo del comercio exterior; también mejoró la producción agropecuaria y la fabricación y venta de maquinarias agrícolas.

Resulta lógico que este deterioro económico tuviera su correlato en el aspecto represivo. Un reciente informe de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) nos anoticia que, desde la instauración de la “democracia” (1983) hasta la fecha, hubo 4.960 asesinatos producidos por las fuerzas represivas. Ellos son consecuencia del “gatillo fácil”, muertes en comisarías, patrulleros, centros de detención. Es decir un promedio de 150 asesinatos anuales, cifra promedio que ha ido creciendo con el paso de los años. El 49% de esas muertes fueron de jóvenes de 15 a 25 años, ese porcentaje se extiende al 86% si consideramos los asesinatos de menores de 35 años. Desde la asunción del macrismo (10/12/2015) hasta cumplirse un año de su gobierno los asesinatos, reportados por la Correpi, son 259.

En cuanto a la concepción macrista de la política y la economía, practicada durante este año, hay un par de cuestiones que la explican. Desde el punto de vista político venimos de un extendido período signado por decisiones, desarrolladas por el kirchnerismo, autodefinidas como progresistas. El macrismo centró su accionar político sobre la base de mantener la confrontación con el kirchnerismo, más precisamente en su versión cristinista. En este sentido la mayor derrota del cristinismo y de Cristina no está en el hecho de recorrer los pasillos de los Tribunales para dar cuenta de sus actos sino que lo inédito es que sea el macrismo el sucesor después de 12 años de un “gobierno progresista”, sobre todo teniendo en cuenta que ese proyecto fue derrotado en elecciones y no desalojado por la fuerza.ar represion2

En lo económico el macrismo se caracteriza por su adhesión irrestricta a la economía de mercado y la creencia que el motor de la misma sea el sector privado y sus ganancias, relegando al Estado a un rol secundario. Pero ocurre que nos encontramos con el hecho que el empresariado de mayor peso que opera en nuestro país está cada vez más concentrado y extranjerizado. De modo tal que la economía queda sujeta a los vaivenes, necesidades y conveniencias de los mercados mundiales y de sus socios locales y no de los intereses nacionales y del pueblo que vive y trabaja en este territorio.

Por último y sobre el tipo de inserción regional y mundial, que nos plantea el gobierno, nos encontramos con una lamentable paradoja. Éste hace esfuerzos para demostrar su voluntad de “volver al mundo”, en realidad trata de ser solidario y alcahuete de los grandes poderes mundiales. Pero mientras el macrismo hace ese esfuerzo los grandes países (Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, China) procuran fortalecer sus propios intereses nacionales, usando como instrumento un fuerte proteccionismo económico.

Malcorra y Serra: disparos contra la integración
Malcorra y Serra: disparos contra la integración

Cuando sería el momento ideal de darle protagonismo a las instituciones y unidad de la región el macrismo las destruye, como acaba de ocurrir con los incidentes protagonizados en la reciente reunión del Mercosur realizada en Buenos Aires. En concreto la Argentina desarrolla una idea de “volver al mundo” en un momento que los grandes protagonistas mundiales van en otra dirección.

En Nuestra América

Los pueblos de Nuestra América vivieron, durante este 2016, una serie de situaciones emparentadas con la evolución mundial. Las podemos sintetizar en tres cuestiones que constituyen el núcleo central de lo ocurrido. Se trata de la decadencia de las tendencias progresistas, que gobernaron gran parte de la región en los últimos años; del “Proceso de Paz” en Colombia, con la clausura de la lucha armada, por parte de la guerrilla más antigua de la región; del avance y consolidación del narcotráfico, como un gran protagonista económico, político, social y cultural de la región.

col-paz16Respecto a la pérdida de empuje de las tendencias progresistas, el mismo se puede verificar en el debilitamiento o desplazamiento de algunos gobiernos de esa corriente, como también en el hecho que dejaron en evidencia las limitaciones de sus propuestas. Durante este año fue desplazado el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil; se inició el gobierno de Mauricio Macri en Argentina; Evo Morales perdió, en Bolivia, las elecciones a través de las cuales quería legalizar una nueva reelección; en Venezuela se profundizó la crisis del gobierno bolivariano.

Tanto o más grave es el hecho que este progresismo no fue capaz de cambiar las reglas de juego del viejo sistema liberal. Si bien estos regímenes no son iguales, sí se puede decir que, enamorados de los limitados cambios que habían introducido, dejaron incólumes los pilares del poder económico interno, de esta “democracia” – meramente electoralista- con la que gobiernan y no afectaron los lazos de dependencia que nos mantienen atados al poder imperial. Eso hizo que tengan una invalorable vigencia las palabras del Papa Francisco cuando les manifestó a los movimientos sociales: “la brecha entre los pueblos y muchas formas actuales de democracia se agranda como consecuencia del enorme poder de los grupos económicos y mediáticos que parecieran dominarlas”.

La puesta en marcha del “Proceso de Paz” en Colombia parece dejar en evidencia la clausura coyuntural de un papa-pastoralproyecto histórico: La rebeldía de los movimientos guerrilleros que aspiraban a poner fin a las formas de explotación capitalista y sus mecanismos de organización institucional. Pareciera que la muerte del Comandante Fidel Castro, líder de la legendaria Revolución Cubana, es otro de los signos del fin de ese sueño. Naturalmente que la continuidad de las injusticias reinantes abrirá el camino a las complejas necesidades a las que deberán dar respuesta quienes aspiren a esas transformaciones profundas. Es obvio que, en ese camino, tendrán que lidiar con estas “democracias representativas” fuertemente cuestionadas por el Papa y otros sectores del pueblo.

Por último no se puede dejar de mencionar el peso e importancia que ha venido adquiriendo el narcotráfico en la región. Ya inserto en los pliegues del Estado tiene una fuerte presencia en las fuerzas de seguridad. Desde esas privilegiadas posiciones actúa con varios objetivos: Aportar recursos al sistema financiero internacional, no es el menor de ellos; servir a la lógica que permita desplegar e incrementar el sistema represivo con el argumento del “combate al narcotráfico”, tampoco es una cuestión que no cuente; contribuir al adormecimiento de rebeldías juveniles y a un lento pero inexorable genocidio juvenil, son “detalles” para recordar; ocupar territorios que el Estado actual no atiende, es otra de sus lógicas de avance; ofrecerse culturalmente como una oferta capaz de sobreponerse a la miseria de vastos sectores populares, es una tentación constante para los más humildes.

Por eso no llama la atención que el narcotráfico se esté incorporando a diversas expresiones de la música popular, a las telenovelas y que las ostentaciones en las faraónicas tumbas de algunos narcotraficantes, en cementerios mejicanos, sean el novedoso símbolo del nuevo poder.

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