El aislamiento de Bolsonaro y la crisis de legitimidad del gobierno militar
La reunión del presidente Jair Bolsonaro con misiones diplomáticas extranjeras, el 18 de julio, sirvió como una señal de advertencia al mundo sobre sus propósitos antidemocráticos y las cumbres partidistas de las Fuerzas Armadas. El absurdo hecho aceleró la situación y provocó el repudio de gobiernos, mandatarios e instituciones internacionales. También provocó muchas reacciones domésticas; con la excepción, por supuesto, de los notorios colaboracionistas del fascismo Arthur Lira y Augusto Aras.
La conveniencia y eficacia de Bolsonaro y el gobierno militar para la continuación de la guerra de saqueo y robo de riquezas y soberanía nacional que el capital nacional y extranjero ha impulsado desde la farsa del derrocamiento de la presidenta Dilma Rousseff parece haber llegado a su fin.
Esta es, por cierto, una guerra de ocupación por la devastación de Brasil. Y la fuerza ocupante de nuestro territorio, sin embargo, no es ninguna potencia extranjera, sino el mismo Ejército Brasileño, el “brazo fuerte y la mano amiga” que asegura y ejecuta este proyecto de destrucción y barbarie.
El gobierno de EU ha dejado en claro que Bolsonaro y los militares han comenzado a obstaculizar los intereses comerciales y geopolíticos del poder imperial en Brasil y, por extensión, en el continente. Los funcionarios de la administración Biden condenan hoy las amenazas antidemocráticas de manera pública y sorprendentemente perentoria.
Las “instrucciones” de la metrópolis imperial tuvieron fuerte repercusión en los círculos empresariales y financieros de Brasil. En los últimos días, fracciones significativas de las oligarquías gobernantes, incluidos algunos sectores de la lumpen-burguesía extremista y enfermizamente anti-PT, han comenzado a desvincularse del gobierno.
El manifiesto en defensa de la democracia representa el retiro del apoyo y compromiso orgánico de sectores centrales del gran capital a Bolsonaro y al gobierno militar.
La escalada fascista-militar y autoritaria ni siquiera interesa al gran capital, que se ha venido regocijando como nunca en la apropiación del botín de esta guerra de ocupación, saqueo y robo. La ruptura institucional parece ser, en este sentido, una línea divisoria, ya que genera un ambiente dudoso y críticamente inestable para la acumulación capitalista en Brasil.
La expansión del aislamiento de Bolsonaro, considerado durante mucho tiempo un paria internacional, también está acompañada por la profundización de la crisis de legitimidad del gobierno militar. En este escenario de fuerte rechazo por parte del gobierno y Bolsonaro, la elección del expresidente Lula en primera vuelta es una hipótesis muy realista.
Si bien empresarios, líderes de derecha y altas finanzas señalan que la defensa de la democracia no significa un apoyo automático a Lula, el hecho concreto es que el movimiento en defensa de la democracia consolida a Lula como un factor vital para la restauración de la democracia y para la reconstrucción del país.
A sesenta y seis días de las elecciones del 2 de octubre, es evidente la inviabilidad de cualquier opción de la mal llamada “tercera vía”. Lula será el beneficiario del voto útil, una realidad que bloqueará el crecimiento de candidatos sin votos de la derecha tradicional, además de provocar la deshidratación de la candidatura de Ciro Gomes, hoy con cerca de 7 a 9% de intenciones de voto.
La victoria de la fórmula Lula/Alckmin en la primera vuelta es un antídoto fundamental contra las amenazas antidemocráticas y golpistas de Bolsonaro y los militares conspiradores, que no cejarán en provocar el caos, la agitación y la violencia.
Pero esta victoria de Lula no significará automáticamente el fin de la pesadilla fascista, ni la reconversión definitiva de las clases dominantes a la democracia.
Como muestra nuestra historia de golpes y rupturas, para las élites la democracia tiene un valor meramente instrumental, puede ser descartada y violada en cualquier momento, siempre que consideren amenazados sus intereses.
El gobierno de Lula/Alckmin será elegido en el contexto de una elección compleja e imponderable. La amplia movilización popular es el factor decisivo y crucial para garantizar la realización de las elecciones y la victoria de la fórmula Lula/Alckmin en la primera vuelta.
Y será fundamental asegurar la toma de posesión y, sobre todo, el respaldo del gobierno electo, que sufrirá una feroz oposición de la extrema derecha en el Congreso y en la sociedad.
*Miembro del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)