Juan Antonio Sanz - publico.es
La última matanza de otros cinco periodistas engrosa los crímenes de guerra de Israel, que, incapaz de destruir a Hamás, convierte a cualquier civil en blanco militar.
Los chalecos que llevan en Gaza los periodistas para identificarse como Prensa se han convertido ya en reclamos y blancos prioritarios para los drones israelíes. Al igual que los carteles de los hospitales, las insignias de las ambulancias, las colas de hambrientos que esperan recibir una miserable ración de comida o los patios de las escuelas que acogen a niños y refugiados. Todo vale en la cruzada de odio y venganza desatada por Israel en Gaza para aniquilar físicamente a los gazatíes y silenciar las voces de quienes denuncian el genocidio palestino.
Una cruzada mezcla de racismo, ultranacionalismo, extremismo religioso, supremacismo, xenofobia y expansionismo geopolítico que, en realidad, constata el fracaso militar de Israel en Gaza. Tras 23 meses de guerra contra la milicia palestina Hamás, Israel solo ha demostrado su incapacidad para derrotarla y ha de centrar sus esfuerzos bélicos en arrasar a la población y las infraestructuras civiles del enclave palestino, así como silenciar a los testigos de esta aberración ignorada, permitida o incluso aplaudida en Occidente.
Aunque quizá ese sea el objetivo real del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. No tanto la eliminación del grupo que perpetró la masacre terrorista el 7 de octubre de 2023, como la erradicación de todo un pueblo, el palestino, sobre el que el Estado de Israel ha centrado la inquina acumulada de muchas décadas y le ha llevado a convertirse de víctima en verdugo.
Si la matanza que provocó Hamás en Israel ese día de hace casi 23 meses causó la muerte de 1.200 israelíes y ciudadanos de otros países, y tomó como rehenes a 251 personas, la maquinaria de guerra israelí ha acabado ya con la vida de 63.000 palestinos, casi un tercio de ellos niños.
Silenciar a quienes denuncian el horror
Ted Chaiban, director ejecutivo adjunto de UNICEF, señaló a principios de agosto que al menos 18.000 niños han sido asesinados desde el comienzo del conflicto en Gaza. “Un promedio de 28 por día”, aseguró Chaiban. Una tasa de muertes, bajo las bombas y ahora de hambre, que está siendo denunciada internacionalmente por los periodistas gazatíes que trabajan para medios extranjeros, a pesar del denuedo de Israel para silenciar sus voces, como hizo el dron que atacó reiteradamente el hospital Nasser este lunes.
“Israel valora el trabajo de los periodistas, del personal médico, y a todos los civiles”, espetó este lunes el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Se le olvido añadir, que los valora como excelentes blancos móviles para sus drones, aviones de combate y cañones, como demostró horas antes el ejército judío en su doble ataque al hospital Nasser, en Jan Yunis, sur de Gaza.
Las bombas israelíes acabaron en el centro hospitalario con la vida de veinte personas, cinco de ellas periodistas gazatíes que trabajaban para medios internacionales como las agencias Reuters y AP, el canal NBC y la cadena Al Jazeera, la web de información Middle East Eye (MEE) o la Red Quds Feed. Uno de los periodistas escribía ocasionalmente para el prestigioso diario israelí Haaretz.
Los matarifes del ejército israelí esperaron a que la conmoción de un primer ataque reuniera en el Nasser a la prensa y a los trabajadores sanitarios para lanzar un segundo bombardeo que acabó con la vida de los periodistas y de otras personas que habían acudido a ayudar a los heridos. Un sexto periodista fue asesinado en un ataque aparte, en el campo de refugiados de Al Mawassi, también en el sur de Gaza.
Un “trágico accidente”, según Netanyahu
Netanyahu se limitó a señalar que el bombardeo del hospital Nasser fue “un trágico accidente”, a pesar de que los periodistas estaban identificados como tales, al igual que los sanitarios.
Este tipo de ataques “dobles” son utilizados por grupos terroristas en todo el mundo para matar o herir al personal de emergencia, a la prensa y la policía que acude a un ataque inicial. En Oriente Medio, durante la guerra civil siria, las fuerzas del dictador Bachar al Asad solían emplear “ataques aéreos dobles” para multiplicar los efectos devastadores de sus bombardeos iniciales. Ahora Israel puede añadir otra muesca a sus abundantes actos de terrorismo de Estado.
Al fin y al cabo es fácil matar niños, mujeres y ancianos, sanitarios y periodistas, mientras que los guerrilleros de Hamás se les escapan bajo los pies o entre las ruinas de las ciudades a los soldados israelíes. La rabia del trabajo sin completar realimenta una y otra vez la insidia sobre la población civil y la frustración por la incapacidad para cumplir la misión con la que se justificó la invasión de Gaza.
El fin de la impunidad
Tras el ataque, Reporteros Sin Fronteras (RSF) reclamó el “fin de la impunidad” que tiene Israel para imponer con sangre sus intereses en Gaza y pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para que se cumpla la resolución que protege a los periodistas en zonas en conflicto. Una resolución que ha sido pisoteada una y otra vez por Israel: desde octubre de 2023 han sido asesinados 245 periodistas e informadores que cubrían la invasión israelí.
Los periodistas extranjeros tienen prohibido por Israel pisar Gaza, de ahí que sean reporteros locales los que llevan a cabo las labores de información, mientras se convierten en prioridad de los francotiradores, drones y aviones israelíes. Tel Aviv no duda después en acusar a los muertos de tener relaciones con Hamás o simplemente de estar donde no deberían estar y ser confundidos con guerrilleros islamistas. Todo ello aunque los periodistas puedan ser asesinados en ataques premeditados y bien organizados cuando duermen en sus tiendas de campaña, como ha ocurrido en recientes ocasiones.
También los sanitarios son presa de los soldados de Israel
La cacería lanzada contra la prensa por el ejército israelí es ampliada con el asesinato de los trabajadores sanitarios y de aquellos operarios que prestan ayuda humanitaria, ya sea en sus puestos de trabajo en hospitales y escuelas que albergan a refugiados, o en los convoyes de asistencia que acuden a rescatar a heridos tras un bombardeo.
Entre los muertos en Gaza se cuentan unos 1.160 sanitarios, unos 310 trabajadores de la UNRWA (la agencia de la ONU para los refugiados palestinos) y medio centenar de operarios de la Media Luna Roja. Jerome Grimaud, coordinador de Emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Gaza, es tajante: “durante los últimos 22 meses, hemos presenciado cómo las fuerzas israelíes han arrasado centros sanitarios, silenciado a periodistas y sepultado a profesionales sanitarios bajo los escombros”.
La UE protesta, pero sin aspavientos
La matanza de los periodistas en el hospital Nasser ha conmovido incluso a la Unión Europea, cuyos líderes, encabezados por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abiertamente proisraelí, son habitualmente muy parcos a la hora de condenar a Netanyahu y sus adláteres extremistas en el Gobierno y el ejército israelíes.
Así, la comisaria europea de Emergencias y Preparación de Crisis, Hadja Lahbib, afirmó en redes sociales que Israel debería “cesar la práctica de matar a quienes intentan informar al mundo sobre lo que sucede en Gaza”. Y añadió que médicos y rescatistas “deben estar protegidos en todo momento” por el Derecho Civil Humanitario. Nada más lejos, al parecer, de la deontología de las autoridades israelíes.
Esta vez hasta se pronunció la oficina de la alta representante para la Política Exterior de la UE, Kaja Kallas. “Los civiles y los periodistas deben estar protegidos por el Derecho internacional”, indicó en un comunicado uno de sus portavoces. Nada particular, sabiendo que Kallas se ha caracterizado por su tibieza en las críticas a Israel e incluso se ha opuesto, como Von der Leyen, a que la UE suspenda su acuerdo comercial con Tel Aviv.
El cinismo alemán
Entre los países de la UE más reacios a condenar a Israel está Alemania, que rige su estrategia en torno al conflicto palestino-israelí con parámetros forjados en su papel genocida de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y que hoy día es incapaz de encontrar la mínima mácula en comportamientos similares del Israel de Netanyahu.
Así, respecto a la intención de algunos países occidentales, como Francia, Canadá e incluso Reino Unido de unirse en septiembre a quienes han reconocido el Estado palestino, el canciller alemán, Friedrich Merz, declaró tras la matanza de Nasser que su Gobierno no ve las condiciones para un reconocimiento de Palestina. “Lo que ha pasado en los últimos días no cambia nuestra postura”, subrayó Merz.
Sobre el asesinato de los cinco periodistas en el citado hospital, Merz indicó que no creía que hubiera sido un ataque deliberado contra los informadores. El canciller alemán no parecía muy al tanto de los detalles del ataque ni de las declaraciones de los testigos.
No es muy extraño, pues Merz tampoco ha tenido nunca en cuenta los 63.000 asesinados palestinos, la intención de Netanyahu de expulsar del norte de Gaza a un millón de personas para arrasar las localidades de la zona. Tampoco ha condenado la ofensiva en marcha en este área de la Franja que podría ampliarse al resto del enclave palestino a fin de cumplir su plan de hacinar a los más de dos millones de gazatíes en una “ciudad humanitaria”, en realidad un inmenso campo de concentración de donde nadie podría salir.
Protestas crecientes en Israel
El canciller alemán no parece igualmente al tanto de las protestas generalizadas que se suceden en Israel contra Netanyahu y sus reiterados sabotajes de las negociaciones con Hamás para alcanzar un alto el fuego (ya aceptado por los palestinos), pues ello supondría la posible liberación de las dos decenas de rehenes israelíes aún vivos en manos del grupo islamista o al menos de buena parte de ellos.
Este martes, grupos de manifestantes bloquearon las principales carreteras de Israel mientras demandaban la liberación de los rehenes retenidos en Gaza y un acuerdo de alto el fuego con Hamás. El llamado Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos, al frente de la protesta, acusó a Netanyahu de obstaculizar las negociaciones de la tregua, como ha hecho una y otra vez.
Sin rehenes en manos de Hamás, Netanyahu se quedaría sin apenas argumentos para continuar su mesiánica conquista de Gaza, salvo que reconociera, como ya han hecho sus pretorianos extremistas en el Gobierno, que en realidad lo que busca es la anexión de ese territorio y evitar ser juzgado por las imputaciones de fraude y corrupción que pesan en Israel en su contra.
*Periodista y analista para Público en temas internacionales. Es especialista universitario en Servicios de Inteligencia e Historia Militar.
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