El caballo se desbocó

Wilson Tapia Villalobos*

Que estamos en crisis ya es un lugar común Hoy lo que inquieta son sus consecuencias. Su efecto en el empleo, o la posibilidad cierta que entremos en recesión. Pero también trae otro fantasma. Es la verdadera faz que aún no muestra la crisis. Nadie sabe su magnitud, ni cuando tocará fondo.

 

Voces respetadas como las de George Soros, Paul Volcker, Sygmunt Bauman o Vivianne Forrestier muestran un escenario nada esperanzador. Creen que esta crisis es la mayor de la historia, muy superior a la de 1929. Y la realidad parece darles la razón.

Las bolsas mundiales mantienen una oscilación que demuestra el recelo de los inversionistas. Wall Street tiembla de acuerdo a los anuncios del gobierno estadounidense o de los Estados europeos. Y las medidas adoptadas por éstos, no han sido suficientes para traer estabilidad.

Pese a la inyección de billones de dólares (millones de millones) al sistema financiero, la caída aún o se detiene. Y, peor todavía, las rectificaciones a los sistemas regulatorios se asemejan a medidas vacías. La crisis parece haberse escapado por completo de control.

Para el economista argentino Jorge Beinstein, el fenómeno que hoy afecta a la economía capitalista globalizada, tiene similitud con la desintegración del sistema soviético. Aquel proceso siempre se identificó con la degradación de su estructura burocrática, lo que lo hacía intransferible al capitalismo. Sin embargo este sistema también exhibe una hipertrofia parasitaria. Son estructuras tales como las deformaciones de los sistemas financieros, el militarismo. Y el resultado es el mismo: paralización del sistema en su conjunto.

En este panorama, es difícil hacer augurios. Hasta ahora, por lo demás, los especialistas han sido extremadamente cautelosos en dar a conocer su pensamiento. Y todo hace suponer que aún veremos muchas otras facetas novedosas que tendrán un alto componente de drama.

El problema alimentario se encuentra ya desatado. La recesión es un fantasma a escala global. Las economías norteamericana y japonesa se encuentran ya inmersas en una depresión que es difícil paragonar en el pasado reciente. En el último trimestre de 2008, en comparación con igual período del año anterior, la economía norteamericana se contrajo en 6,2% y la japonesa lo hizo en 12%.

Las consecuencias de tal fenómeno se están viendo en el comercio mundial. China bajó su crecimiento a la mitad de lo que había sido su comportamiento en las últimas décadas. Y las exportaciones, en enero de 2009, experimentaron una disminución de 17,5%. Un anuncio de que las cosas podrían empeorar; especialistas de diversos organismos internacionales creen que así será. Lo que no atinan a vaticinar es el rango de la debacle.

Hay, sin embargo, algunos puntos de acuerdo. Las voces más reputadas coinciden en vaticinar que 2009 será un año complejo. Y hasta algún líder mundial, entre los que se cuenta Barack Obama, cree que la recuperación se iniciará en 2010. Pero sus visiones parecieran estar afincadas más en una expresión de deseos, que en datos duros.

Lo que se está claro es que la estructura financiera mundial se encuentra destrozada. Los esquemas comerciales soportan tensiones que los dañarán. La capacidad productiva se verá afectada en grados que hasta el momento no pueden ser calculados de manera certera, pero el deterioro será profundo. Incluso, se habla de depresión y hasta de implosión.

Hay quienes sostenemos que esta crisis supera con mucho el ámbito netamente económico-comercial-financiero. Se ubica en el ámbito global de las distintas actividades humanas. Con un claro sesgo de mutación de valores y de búsqueda de nueva formas de entendimiento, con la creación de instituciones nuevas. Un proceso, sin duda, necesario. Pero que estará precedido de graves tensiones.

Las fuerzas conservadoras que detentan el poder difícilmente lo dejarán para dar paso a formas que representen un nuevo humanismo. Que den cabida a las exigencias de una realidad diferente y en cambio continuo. Lo único que hoy puede comprobarse de manera objetiva, es que la crisis está desatada. Y que para dilucidar su alcance, no tenemos parámetros en la historia conocida.

El misterio, desgracidamente, no la hace menos dramática.   
   
* Periodista.

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