El cambio climático y el poder de las corporaciones

Vivimos en la era del Antropoceno –la etapa en que las actividades humanas tienen un impacto significativo y acelerado en el clima de la Tierra y en sus ecosistemas–. Reconocer y discutir sobre la era del Antropoceno no es sólo una cuestión de semántica, es una cuestión política y legal. Y, pese a las evidencias científicas sobre las causas del cambio climático, el negacionismo aún está muy presente y es una estrategia utilizada para deslegitimar las investigaciones.

Frente a esto, es necesario demarcar que estos cambios están ocurriendo para que se puedan lograr acuerdos legales con base en esta perspectiva, sobre todo de responsabilidad respecto de las consecuencias del aumento de la temperatura global fruto de la alta concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

La emisión del dióxido de carbono (CO2) es la mayor responsable del calentamiento global. La principal actividad humana que causa este fenómeno es la quema de combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas natural. Las principales empresas relacionadas con estas actividades son gigantes como Shell, Exxon,Chevron, BP y muchas otras que están en el listado de las mayores corporaciones del mundo.Resultado de imagen para El cambio climático y el poder de las corporaciones

El poder económico y político de estas corporaciones es factor de influencia en la toma de decisiones en las instancias dónde se plantea el control de las emisiones de CO2 con el objetivo de frenar el calentamiento global.

Las COPs –Conferencias de las Partes Sobre Cambio Climático–, desde su primera reunión el año 1995, en Berlín, vienen trabajando la problemática del cambio climático, proponiendo y formulando propuestas con medidas jurídicamente vinculantes para que los países miembros reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, estos acuerdos son ajustados para no afectar mucho a los más poderosos; no hablan de erradicar el uso de combustibles fósiles, de responsabilidad por daños y prejuicios y tampoco hay un sentimiento de urgencia.

Pensar un cambio en la matriz productiva es fundamental para lograr frenar el calentamiento global y garantizar la manutención de la vida. En este sentido, no se puede dejar de cuestionar al sistema capitalista de producción y a la lógica hegemónica de desarrollo. La economía basada en un crecimiento infinito frente a recursos no renovables, no respetando los límites planetarios, sólo puede llevar el planeta a catástrofes, las cuales ya estamos pasando. Los eventos extremos, sequías, huracanes, aumento del nivel del mar, desapareciendo de especies animales, derretimiento de los glaciales, olas de calor, propagación de enfermedades, acidificación oceánica, entre tantas otras consecuencias del cambio climático, son una realidad concreta, visible e innegable.

Resultado de imagen para El cambio climático y el poder de las corporacionesMás allá de esto, es menester pensar en términos de justicia climática, porque la problemática del cambio climático no es un tema objetivamente ambiental o físico de la naturaleza, disociado del ser humano, es un problema ético y político. El hambre, la pobreza y la destrucción afectan directamente las poblaciones más vulneradas del mundo. Las sequías y las inundaciones perjudican a los productores y productoras locales que dependen de sus cosechas para subsistir y también implica un aumento en el precio de los alimentos, profundizando la desigualdad social, impidiendo el acceso a una alimentación adecuada, imposibilitando el alcance de la soberanía alimentaria y provocando un aumento del número de refugiados.

En este sentido, los tratados de libre comercio y el modelo neoliberal que permiten a las corporaciones influenciar en las políticas de los Estados y, consecuentemente, destruir nuestra base de construcción democrática, deben ser considerados enemigos de los pueblos. Las privatizaciones del sector público, la desregulación del sector privado y la reducción de la presión fiscal a las empresas son parte de un mismo sistema que tiene por objetivo mantener privilegios a cualquier costo, priorizando lo privado en detrimento del bien común. Desde Virginia Bolten nos preguntamos, ¿Hasta cuándo sostendremos el poder de las corporaciones?

Fuente: http://virginiabolten.com.ar/editorial/cambio-climatico-poder-las-corporaciones/

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Anexo

Resultado de imagen para Conferencia de Bonn sobre el Cambio ClimáticoGrandes controversias y graves riesgos a la hora de definir cómo se implementará el acuerdo de París

Olga Alcaraz y Josep Xercavins| El pasado 11 de mayo terminó la Conferencia de Bonn sobre el Cambio Climático de este año. Los que escribimos este artículo hemos participado activamente en ella y nos gustaría comunicar nuestra preocupación sobre el progreso de las negociaciones.

En 2015 se consiguió aprobar el Acuerdo de París para luchar contra el cambio climático. En ese momento muchos afirmamos que el Acuerdo de París era un acuerdo marco de mínimos. Visto con la perspectiva del tiempo, deberíamos decir que, seguramente, es lo máximo que se podía aprobar con el consenso de todos los estados de la Convención Climática. Pero precisamente en relación a aquel hecho, hoy tenemos que hacer una observación fundamental: lo más importante del acuerdo de París quedaba realmente por hacer. Efectivamente, con el fin de implementar el acuerdo marco, se necesitan una gran cantidad de concreciones, sobre la mayoría de los artículos del acuerdo, a nivel de guías, modalidades, reglamentos, etc. Este es un trabajo ingente que se pretende terminar en la COP24 que se realizará a finales de este 2018 en Polonia.

El Acuerdo de París tiene un único objetivo concreto: que la temperatura media de la superficie del planeta no suba más de 2 °C respecto la temperatura de la época preindustrial. Para conseguirlo el acuerdo establece una metodología de trabajo basada en las Contribuciones Determinadas Nacionalmente (en inglés NDCs) y un mecanismo, el Balance Global, para evaluar el progreso hacia el objetivo de los 2 °C. Los países que hayan ratificado el acuerdo, cada cinco años deberán presentar sus nuevas NDCs donde explicitarán sus nuevos objetivos de reducción de emisiones. Una vez presentadas, el Balance Global determinará su efecto agregado y esto permitirá valorar -pero sólo a efectos informativos- si las políticas que se prevé emprender son suficientes, o no, a fin de alcanzar el tan conocido –pero muy difícil- objetivo.

Resultado de imagen para El cambio climático y el poder de las corporacionesUn primer motivo de preocupación es que las primeras NDCs presentadas por los estados, evidencian el principio de “ya lo harán los otros”. Todos los estudios que se han hecho del efecto agregado de las primeras y actuales NDCs muestran que en 2030 estaremos yendo muy lejos del objetivo de los 2 °C. Por eso, para nosotros es muy importante que las guías que ahora se deben elaborar y aprobar, y de acuerdo con las cuales los Estados deberán hacer sus segundas NDCs, sirvan para enderezar esta situación y encaminen a los estados hacia a una elaboración mucho más progresiva de sus nuevos compromisos. Otro hecho muy inquietante es la postura que va tomando fuerza en las negociaciones actuales, de aplazar la realización de las 2as NDCs hasta el año 2030 (¡el 2030 ya habremos llegado tarde!). Y es en este contexto donde nuestro grupo de investigación e incidencia no se cansa de trabajar e interactuar con cada vez más delegaciones estatales de la Convención Climática para influir en la elaboración de estas guías.

Uno de los conceptos clave con que trabaja nuestro grupo, y que habría que incorporar en las guías, es el de Presupuesto Global de Carbono. Según el último informe del IPCC, este presupuesto es la cantidad máxima de emisiones de gases de efecto invernadero que aún se podrían emitir a lo largo del siglo XXI compatibles con el hecho de que la temperatura no aumente más de 2 °C. Se trata de una cantidad reducida, unas 775 GtCO2, que de seguir con las tendencias comentadas podríamos haber emitido agregadamente, ya, en los próximos 20 años.

Lo que nosotros proponemos para evitarlo, es que las guías para la realización de las nuevas NDCs, recojan que los estados: 1) concreten, además de un objetivo de reducción porcentual de sus emisiones, el camino que seguirán para lograrlo y, por tanto, las emisiones acumuladas que realmente emitirán en el período de que se trate; 2) tengan a su disposición para su consideración “obligada”, una distribución entre todos los estados del mencionado Presupuesto Global de Carbono, hecha con criterios de equidad y justicia climática. Esto daría la fracción del Presupuesto Global de Carbono que cada estado podría emitir y, entonces, una evaluación del nivel de ambición global de las NDCs mucho más compatible con el objetivo de los 2 °C.

Sólo podemos terminar este artículo alertando la ciudadanía que, en las actuales negociaciones, estamos a años luz de estas propuestas. Además, la presión que supone querer tener listo a finales de año todo lo necesario para implementar el Acuerdo de París dificulta enormemente resolver los debates de fondo y llegar a acuerdos progresivos. Desgraciadamente, si las próximas NDCs no se hacen, ya, en 2020 y no suponen un vuelco drástico en las direcciones propuestas, el acuerdo de París no habrá servido para nada y, en menos de 20 años, ya será imposible cumplir su objetivo.

 

* Profesores co-directores del Grupo sobre la Gobernanza del Cambio Climático, GGCC, de la UPC (Universidad Politécnica de Cataluña). Fuente: https://www.ara.cat/firmes/olga_alcaraz_i_josep_xercavins/)

 

 

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