El campo y la economía cubana

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La insurrección revolucionaria que triunfó en Cuba en 1959 vino del campo a la ciudad. Ahora, 52 años después, el éxito o el fracaso del modelo económico cubano, denominado Actualización, parece depender en buena medida, del campo, de la agricultura. Pero repartir tierras no basta. Son necesarias otras medidas. | MANUEL ALBERTO RAMY.*

Recuerdo que en varias oportunidades el presidente cubano ha calificado este esfuerzo  de “estratégico”, dirigido a lograr la “sustentabilidad alimentaria” y garantizar la “irreversibilidad del socialismo”.

El decreto-ley 259, promulgado en 2008, repartió tierras en usufructo entre nuevos y viejos campesinos, aumentando a estos últimos la cantidad de hectáreas a laborar. (Hasta el momento se ha entregado más de un millón de hectáreas entre unos 130 mil cubanos).  Repartir tierras es un paso, el primero, más no basta. Es preciso dictar e instrumentar medidas destinadas a la eficaz concreción de lo ya aprobado.

Financiamiento, mercados mayoristas bien surtidos con insumos y medios de labor, mayor agilidad y amplitud en el otorgamiento de créditos bancarios, por ejemplo, son temas de los cuales ya he escrito con anterioridad.

Después de haber caminado campos del occidente del país y de haber hablado con campesinos, retomo un par de puntos que aún permanecen pendientes y que quiero compartir con los lectores en breves notas. El primero es la necesidad de la efectiva realización del ejercicio de la propiedad otorgada, que no es otra cosa que la capacidad de decisión sobre todo el proceso desde la siembra hasta la comercialización. Y aquí es donde aparece el controversial monopolio estatal de acopio.

“Acopio dicta el precio al que nos compra los productos… algunos roductos] nos lo pagan mejor, como el quintal de frijol, pero no lo que merece”, me dijo un productor de la provincia de Artemisa. Sin embargo, “a veces se te quedan en el campo las cajas ya recolectadas esperando por ellos”. Y como Acopio evalúa la calidad de la producción cosechada, “cuando llegan a recoger te lo pagan a precio de menor calidad…no es justo… la merma ha sido por ellos”, precisó. No es opinión única, sino bastante generalizada.

Meses atrás, Orlando Lugo, presidente de los pequeños agricultores y miembro del Comité Central del Partido Comunista, refiriéndose a este punto opinó que “Si en Cuba existen una producción privada y diversificada, no puedes tener una comercialización monopolizada… Tenemos que seguir insistiendo en la comercialización directa de los productores hacia la red minorista”. Pero aún nada.

En opinión del sociólogo y politólogo cubano, Juan Valdés Paz, –con quien conversé largamente — la cuestión “no es poner parches, sino desarrollar un modelo integral”.
Otro aspecto sumamente importante y que se asocia con la necesidad de  “recampesinar el sector pasa por la modificación de la ley 259 a fin de que esta permita a los nuevos usufructuarios construir su vivienda en la tierra otorgada. Hasta el momento no es así.

Debiera rectificarse a fin de motivar e incentivar a todos y especialmente a los jóvenes que ingresen al sector.  Según la última cifra de la que dispongo al calor de la ley 259 unos 20 mil jóvenes se han incorporado integrándose a las cooperativas. Asentarlos es ayudar a garantizar la sustentabilidad alimentaria y la irreversibilidad del proyecto cubano.

La ley tampoco contempla el traspaso del usufructo en calidad de herencia. ¿Heredar no asentaría más aún al hombre con la tierra que cultiva?  ¿Con la casa bajo cuyo techo hace los hijos y estos crecen?

* Periodista, corresponsal en Cuba de Progreso Semanal

http://progreso-semanal.com

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