El cansancio del peakoiler

En el último post en Crashoil, JotaEle terminaba su análisis sobre el futuro de los precios formulando un deseo, el de que los precios del petróleo vuelvan pronto a ser altos, y no sólo porque así el mercado se comportaría de manera más eficiente, sino porque si ya es difícil explicar el problema delpeak oil con precios del petróleo altos, con precios del petróleo bajos es simplemente imposible.

A pesar que desde el principio de este blog se explicó que el peak oil lo que genera es volatilidad de los precios, y la cantidad de veces que hemos repetido el mismo concepto y las peligrosas implicaciones del mismo, da exactamente igual, lo que impregna el discurso propagado por los medios de comunicación y repetido acríticamente por la mayoría es que si el precio es bajo quiere decir que hay abundancia de petróleo y que esta abundancia continuará en el futuro.

La realidad es, sin embargo, muy diferente y mucho más tétrica, pero el sesgo persistente en la información relacionada con la energía hace que el lector desinformado no puede entender qué está pasando y cómo le van a afectar en los próximos años las graves decisiones erróneas que se están tomando ahora. De entrada, muchas veces los medios hablan de «petróleo» queriendo decir «hidrocarburos líquidos». En el mundo se producen hoy en día más de 93 millones de barriles diarios (Mb/d) de hidrocarburos líquidos, de los cuales petróleo crudo es la mayoría, representando algo menos de 80 Mb/d. Es el crudo el hidrocarburo líquido verdaderamente versátil, lo que normalmente llamamos petróleo (aunque la categoría también es bastante vasta e incluye petróleos de diferentes calidades y densidades), y está formado mayoritariamente (casi el 95%) por lo que llamamos crudo convencional (extraído con las técnicas de siempre en reservorios con las características geológicas habituales) y una parte no convencional (poco más del 5%), que es básicamente el petróleo extraído por la técnica del fracking en los EE.UU. petroleo Fracking1

Todo lo que no es crudo es discutible categorizarlo como petróleo, e incluye cosas como los biocombustibles (auténtico pozo energético y económico), las arenas bituminosas del Canadá (de bajísima rentabilidad) y los denominados «líquidos del gas natural», que son en su mayoría (más del 80%) propano y butano y que sólo sirven para ahorrar consumo de petróleo en las refinerías en las líneas de producción de propileno y etileno, y sólo en modesta cantidad. Pero al mirar la evolución de la producción de «petróleo» entendido como «todos los hidrocarburos líquidos» uno no entiende nada, pues cada cosa allí acumulada tiene una demanda y un comportamiento diferente.

Así, mientras la producción del más versátil y barato, el crudo convencional, lleva cayendo desde hace más de 10 años por razones meramente geológicas, la de líquidos del gas natural ha seguido aumentando con la producción de gas natural (pero éstos son los menos útiles), la de biocombustibles se ha estrellado contra el muro de la falta de rentabilidad, y el fracking y las arenas asfálticas se hunden ahora mismo después de haber causado la descapitalización y hasta la quiebra de las empresas que se han dedicado a su producción.
Antonio Turiel| En el último post, JotaEle terminaba su análisis sobre el futuro de los precios formulando un deseo, el de que los precios del petróleo vuelvan pronto a ser altos, y no sólo porque así el mercado se comportaría de manera más eficiente, sino porque si ya es difícil explicar el problema delpeak oil con precios del petróleo altos, con precios del petróleo bajos es simplemente imposible. A pesar que desde el principio de este blog se explicó que el peak oil lo que genera es volatilidad de los precios, y la cantidad de veces que hemos repetido el mismo concepto y las peligrosas implicaciones del mismo, da exactamente igual, lo que impregna el discurso propagado por los medios de comunicación y repetido acríticamente por la mayoría es que si el precio es bajo quiere decir que hay abundancia de petróleo y que esta abundancia continuará en el futuro.

La realidad es, sin embargo, muy diferente y mucho más tétrica, pero el sesgo persistente en la información relacionada con la energía hace que el lector desinformado no puede entender qué está pasando y cómo le van a afectar en los próximos años las graves decisiones erróneas que se están tomando ahora. De entrada, muchas veces los medios hablan de «petróleo» queriendo decir «hidrocarburos líquidos». En el mundo se producen hoy en día más de 93 millones de barriles diarios (Mb/d) de hidrocarburos líquidos, de los cuales petróleo crudo es la mayoría, representando algo menos de 80 Mb/d. Es el crudo el hidrocarburo líquido verdaderamente versátil, lo que normalmente llamamos petróleo (aunque la categoría también es bastante vasta e incluye petróleos de diferentes calidades y densidades), y está formado mayoritariamente (casi el 95%) por lo que llamamos crudo convencional (extraído con las técnicas de siempre en reservorios con las características geológicas habituales) y una parte no convencional (poco más del 5%), que es básicamente el petróleo extraído por la técnica del fracking en los EE.UU.

Todo lo que no es crudo es discutible categorizarlo como petróleo, e incluye cosas como los biocombustibles (auténtico pozo energético y económico), las arenas bituminosas del Canadá (de bajísima rentabilidad) y los denominados «líquidos del gas natural», que son en su mayoría (más del 80%) propano y butano y que sólo sirven para ahorrar consumo de petróleo en las refinerías en las líneas de producción de propileno y etileno, y sólo en modesta cantidad. Pero al mirar la evolución de la producción de «petróleo» entendido como «todos los hidrocarburos líquidos» uno no entiende nada, pues cada cosa allí acumulada tiene una demanda y un comportamiento diferente. Así, mientras la producción del más versátil y barato, el crudo convencional, lleva cayendo desde hace más de 10 años por razones meramente geológicas, la de líquidos del gas natural ha seguido aumentando con la producción de gas natural (pero éstos son los menos útiles), la de biocombustibles se ha estrellado contra el muro de la falta de rentabilidad, y el fracking y las arenas asfálticas se hunden ahora mismo después de haber causado la descapitalización y hasta la quiebra de las empresas que se han dedicado a su producción.

Uno puede coger y mostrar los datos, intentando una vez más convencer a aquellos que se creen a pies juntillas las informaciones poco elaboradas que se sirven en la tele. Así, uno puede enseñar que, de acuerdo con el ultimo Oil Market Report de la Agencia Internacional de la Energía  la producción total de hidrocarburos líquidos no sólo no sube, sino que parece haber llegado a su máximo y haber iniciado un ligero descenso.

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Por otro lado, si uno toma los datos de la Energy Information Administration del Departamento de Energía de los EE.UU. lo que se ve es que la producción de petróleo crudo (convencional y no convencional) está ya en disminución:
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Obviamente esta disminución se debe al hundimiento final de la producción de petróleo de fracking en los EE.UU.; por ejemplo, en los dos territorios más importantes, Bakken y Eagle Ford, las caídas de producción son de más del 25%.
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untitled-4 Y si se piensan que la actual caída de la producción se debe a una razón coyuntural, esto es, por los bajos precios actuales, deberían enterarse de que en realidad el fracking ha estado desde el principio perdiendo a dinero a espuertas, como se explica en este muy recomendable artículo de SRSrocco Report, del cual viene la siguiente figura (y las de Bakken y Eagle Ford de antes) sobre las pérdidas acumuladas en Bakken :
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A pesar de lo cual todavía hoy podemos encontrar a gente (algunos de ellos, los típicos expertos despistados pero no por ello menos mediáticos) que nos dicen que EE.UU. ha alcanzado la autosuficiencia energética gracias al fracking, cuando una simple comprobación del anuario estadístico de BP nos muestra que hasta el año pasado EE.UU. seguía importando más del 40% del petróleo que consumía (y aún importaba algo de gas natural).

untitled-6Imagen obtenida de Flujos de Energía, http://mazamascience.com/OilExport/index_es.html

Es obvio que el fracking ha supuesto una revolución en los EE.UU., cambiando la tendencia de décadas de caída continuada de la producción en muy pocos años; pero eso se ha hecho a costa de grandísimas pérdidas de las empresas del sector: como comentábamos en «La ilógica financiera», durante los tres años de los precios medios del petróleo más altos de la historia las 127 compañías productoras de petróleo y gas del mundo habían perdido más de 100.000 millones de dólares anuales.

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Imagínense cómo deben estar ahora, con los precios a menos de lamitad desde finales de 2014. Las consecuencias no se han hecho esperar: déficits fiscales monstruosos en Arabia Saudita, dificultades financieras terribles e inestabilidad en Venezuela, Argelia, Nigeria;revueltas, guerras… Y desde el punto de vista de las compañías petrolíferas, la necesidad de recortar gastos a la desesperada para sobrevivir: dos años seguidos de recortes en la búsqueda y explotación de nuevos yacimientos, y el riesgo de que la tendencia se mantenga en 2017, como informaba la Agencia Internacional de la Energía en su último World Energy Investment Outlook:
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Con dos años y posiblemente tres seguidos de fuerte desinversión cuando hacía más falta que nunca invertir, aunque no más fuera para mantener la producción, y teniendo en cuenta que el tiempo de poner una nueva explotación en línea es de 2 a 5 años, se está garantizando que a más tardar a finales del año que viene va a faltar petróleo y el precio se va a disparar (para luego caer en un nuevo ciclo de la espiral). A no ser, claro, que algún consumidor importante se hunda y nos deje más a los demás (suponiendo que nosotros nos contemos entre esos demás).

En fin, hasta aquí todo son datos. Son datos que no son nuevos, actualizados quizá, puestos al día, pero no nuevos. Forman parte de un proceso histórico que lleva años desarrollándose y que nos va sumiendo cada vez más profundamente enuna crisis que no acabará nunca. Sin embargo, al ciudadano medio todas estas cosas le resultan indiferentes cuando no estrambóticas. Por ejemplo, el ciudadano español medio no ve la crisis tan profunda en la que se estásumiendo China; las guerras del Oriente Medio y África o el malestar enVenezuela, Brasil o México le suenan lejanísimos; y el hundimiento de la naviera Hajin le parece algo anecdótico. Él sólo sabe que los datos macroeconómicos de España durante los dos últimos años han sido buenos, con una considerable subida del PIB, aunque más de uno (sobre todo el que la padece) se da cuenta de que tal hito se ha conseguido con una más que considerable devaluación interna de consecuencias nefastas sobre el consumo patrio.

Probablemente no se haya enterado de la reciente interrupción durante tres días «por razones técnicas» del suministro de gas desde Argelia (país que ha superado sus picos de gas y de petróleo, y cuya estabilidad está en entre dicho). Y queinevitablemente se continuará en la senda del descenso energético que emprendimos hace años (España consume hoy un 20% menos de energía primaria que hace 8 años, con la consiguiente traslación de tal descenso a su economía) le parece algo demasiado hipotético para ser tenido en cuenta.

En la demasiado individualista y cínica sociedad actual, se considera que todo es opinable e incluso peor, que a todo se le puede dar legítimamente un punto de vista y el contrario. Más aún, que quien sustenta cualquier opinión lo hace siempre desde una agenda propia, y que por tanto no hay hechos indiscutibles sino posiciones interesadas. Pero no es cierto. Todo es discutible pero no todo es opinable. Hay cosas que son hechos, y se tienen que discutir sobre la base factual de las cosas. Por ejemplo, no es legítimo defender que «EE.UU. es independiente energéticamente» cuando eso es una absoluta falacia. Ytampoco se puede poner en pie de igualdad una noticia sobre un presunto milagro tecnológico en materia de energía «que está a la vuelta de la esquina» con los datos fríos e incontestables sobre la decadencia de la producción de las materias primas energéticas (petróleo, carbón y gas natural) que proporcionan más del 86% de la energía primaria que mueve nuestro mundo.

Pero todo eso, al final, es igual. Después de 8 años de crisis económica ala que no se la ve un final claro, después de la severa disminución de los salarios y creciente malestar social en Occidente, golpes de estado encubiertos en Italia y Grecia incluidos, referéndum fallido en Grecia, Brexit y cada vez más atentados, después de las crecientes guerras en países vinculados con la producción y extracción de hidrocarburos, después de que las diversas predicciones sobre la producción de los hidrocarburos se hayan cumplido con bastante precisión (y por supuesto han sido mucho más certeras que las que nos hablaban no hace tanto de abundancia, y aún lo hacen)… después de todo eso, se sigue pidiendo no, exigiendo, al bando picolero que demuestre que no va a surgir un milagro que en el futuro no se va a cambiar una tendencia que ya es pésima; se nos pide no, se nos exige, que predicamos con toda precisión y sin ninguna incertidumbre cuál será el precio del petróleo en cada momento, y no vale que uno dé un intervalo no excesivamente grande (meses, unos pocos años): uno debe acertar lo que no aciertan ni los analistas del Deutsche Bank. Y si por lo que sea uno aventuró que se descadenaría la crisis ya este año y no lo hizo, aún cuando lo haga el año que viene, siempre se mofarán de ti, diciendo: «¿Ves? Es que no das una.»

Ese énfasis en lo que se consideran «errores», mientras se ignora que el curso general corrobora de manera tremenda lo que uno lleva años anticipando, mientras se niegan los tristemente clamorosos aciertos (e.g., Yemen) es bastante duro y bastante pesado. Cualquier ministro del ramo o cualquier analista puede salir diciendo cualquier barbaridad y eso está bien; una persona común, sin grandes medios, analiza los datos públicos, siempre paciales e incompletos, y elucida una tendencia, y si se produce una mínima desviación es que uno es un negado. ¿A qué se debe esta doble vara de medir? A que unos hablan de un futuro que es conforme a las expectativas, en tanto que el otro las contradice. Y por eso se pone una enorme carga de prueba en el que osa contradecir el infundado optimismo dominante.

Al peakoiler se le presupone una agenda derrotista (apocalíptica o catastrofista, se suele decir), que proviene de una mezquindad interior (uno desea que pase las cosas malas que se apuntan) o bien porque tiene un proyecto político de reforma de la sociedad que quiere imponer por el miedo. El común de los ciudadanos suele pensar mal del que dice que no todo es de color de rosa y que hay problemas graves en el horizonte, y no se paran a pensar que si el tipo dice eso no es «por joder», sino porque, justamente, quiere evitar lo peor que puede venir si no reaccionamos. peak_oil_earth

Pero el cortoplacismo de una sociedad basada en el crecimiento exponencial hace que sea impensable que alguien piense a un horizonte de años o décadas (la misma dificultad afecta, por cierto, atanta discusión de problemas medioambientales). Que la consecuencia del peak oil (lo que yo suelo llamar el Oil Crash, y que da título a esteblog) no sea un evento, sino un proceso que se dilata en el tiempo, hace también imposible que se de una respuesta adecuada tanto por los medios de comunicación (con su crónico trastorno de déficit de atención) como por los medios políticos (que sólo piensan, como mucho, a cuatroaños vista, hasta las siguientes elecciones).

Los tiempos propios de este proceso no ayudan a su divulgación, pues la gente tiende a adaptarse a la creciente depauperización («esto es lo que hay») pensando que ya estamos en el estadio final del descenso energético y económico, y no en un escalón que está más alto que los siguientes.

Al final, viendo que sus esfuerzos son inútiles y que por más razones que uno dé corroborando lo que dice no se hace ni puñetero caso, y con la popularidad en su círculo social bajando en picado, el peakoiler se da porvencido y acaba dicendo: «En fin, que se vaya todo al carajo, pues nadie quiere oír y mucho menos trabajar para evitarlo». Es por eso que veo, en mi círculo más próximo, mucha gente que ya da por hecho que no va ahaber ninguna reacción antes de la siguiente gran bofetada, del siguientegran escalón de caída del descenso energético. Y que al final es mejor esperar a esta debacle, confiando en que no sea la última, para ver si después se produce por fin esa reacción.

Por mi parte debo decir que nada de lo que he visto o vivido todos estos años me ha sorprendido; todo ha ido más o menos como yo pensaba que iba a ir desde el mismo día que decidí que comenzaría a hacer públicamente divulgación del peak oil. De hecho, y por el contrario, veo cosas que han ido mejor de lo que esperaba, y aquí y allá identifico ciertas grietas en el pensamiento dominante que me hacen albergar una esperanza que antes no tenía, y es que al final la discusión de la adaptación al peak oil llegue a ser mainstream, en vez de ser una cuestión marginalizada y ninguneada como lo es ahora mismo.

No va a ser fácil, pero eso ya lo sabíamos cuando comenzamos. Lo importante es seguir ahí, ofreciendo una explicación alternativa y coherente cuando todas las demás fallen, cuando los parches que se han puesto para explicar la realidad salten por los aires

Uno puede coger y mostrar los datos, intentando una vez más convencer a aquellos que se creen a pies juntillas las informaciones poco elaboradas que se sirven en la tele. Así, uno puede enseñar que, de acuerdo con el ultimo Oil Market Report de la Agencia Internacional de la Energía  la producción total de hidrocarburos líquidos no sólo no sube, sino que parece haber llegado a su máximo y haber iniciado un ligero descenso.

Por otro lado, si uno toma los datos de la Energy Information Administration del Departamento de Energía de los EE.UU. lo que se ve es que la producción de petróleo crudo (convencional y no convencional) está ya en disminución:
Obviamente esta disminución se debe al hundimiento final de la producción de petróleo de fracking en los EE.UU.; por ejemplo, en los dos territorios más importantes, Bakken y Eagle Ford, las caídas de producción son de más del 25%.

Y si se piensan que la actual caída de la producción se debe a una razón coyuntural, esto es, por los bajos precios actuales, deberían enterarse de que en realidad el fracking ha estado desde el principio perdiendo a dinero a espuertas, como se explica en este muy recomendable artículo de SRSrocco Report, del cual viene la siguiente figura (y las de Bakken y Eagle Ford de antes) sobre las pérdidas acumuladas en Bakken.

A pesar de lo cual todavía hoy podemos encontrar a gente (algunos de ellos, los típicos expertos despistados pero no por ello menos mediáticos) que nos dicen que EE.UU. ha alcanzado la autosuficiencia energética gracias al fracking, cuando una simple comprobación del anuario estadístico de BP nos muestra que hasta el año pasado EE.UU. seguía importando más del 40% del petróleo que consumía (y aún importaba algo de gas natural).

Es obvio que el fracking ha supuesto una revolución en los EE.UU., cambiando la tendencia de décadas de caída continuada de la producción en muy pocos años; pero eso se ha hecho a costa de grandísimas pérdidas de las empresas del sector: como comentábamos en «La ilógica financiera», durante los tres años de los precios medios del petróleo más altos de la historia las 127 compañías productoras de petróleo y gas del mundo habían perdido más de 100.000 millones de dólares anuales.eeuu petroleo

Imagínense cómo deben estar ahora, con los precios a menos de lamitad desde finales de 2014. Las consecuencias no se han hecho esperar: déficits fiscales monstruosos en Arabia Saudita, dificultades financieras terribles e inestabilidad en Venezuela, Argelia, Nigeria;revueltas, guerras… Y desde el punto de vista de las compañías petrolíferas, la necesidad de recortar gastos a la desesperada para sobrevivir: dos años seguidos de recortes en la búsqueda y explotación de nuevos yacimientos, y el riesgo de que la tendencia se mantenga en 2017, como informaba la Agencia Internacional de la Energía en su último World Energy Investment Outlook:

Con dos años y posiblemente tres seguidos de fuerte desinversión cuando hacía más falta que nunca invertir, aunque no más fuera para mantener la producción, y teniendo en cuenta que el tiempo de poner una nueva explotación en línea es de 2 a 5 años, se está garantizando que a más tardar a finales del año que viene va a faltar petróleo y el precio se va a disparar (para luego caer en un nuevo ciclo de la espiral). A no ser, claro, que algún consumidor importante se hunda y nos deje más a los demás (suponiendo que nosotros nos contemos entre esos demás).

En fin, hasta aquí todo son datos. Son datos que no son nuevos para los lectores asiduos de este blog; actualizados quizá, puestos al día, pero no nuevos. Forman parte de un proceso histórico que lleva años desarrollándose y que nos va sumiendo cada vez más profundamente enuna crisis que no acabará nunca. Sin embargo, al ciudadano medio todas estas cosas le resultan indiferentes cuando no estrambóticas. El ciudadano español medio no ve la crisis tan profunda en la que se estásumiendo China; las guerras del Oriente Medio y África o el malestar enVenezuela, Brasil o México le suenan lejanísimos; y el hundimiento de la naviera Hajin le parece algo anecdótico. Él sólo sabe que los datos macroeconómicos de España durante los dos últimos años han sido buenos, con una considerable subida del PIB, aunque más de uno (sobre todo el que la padece) se da cuenta de que tal hito se ha conseguido con una más que considerable devaluación interna de consecuencias nefastas sobre el consumo patrio. Probablemente no se haya enterado de la reciente interrupción durante tres días «por razones técnicas» del suministro de gas desde Argelia (país que ha superado sus picos de gas y de petróleo, y cuya estabilidad está en entre dicho). Y queinevitablemente se continuará en la senda del descenso energético que emprendimos hace años (España consume hoy un 20% menos de energía primaria que hace 8 años, con la consiguiente traslación de tal descenso a su economía) le parece algo demasiado hipotético para ser tenido en cuenta.

En la demasiado individualista y cínica sociedad actual, se considera que todo es opinable e incluso peor, que a todo se le puede dar legítimamente un punto de vista y el contrario. Más aún, que quien sustenta cualquier opinión lo hace siempre desde una agenda propia, y que por tanto no hay hechos indiscutibles sino posiciones interesadas. Pero no es cierto. Todo es discutible pero no todo es opinable. Hay cosas que son hechos, y se tienen que discutir sobre la base factual de las cosas. Por ejemplo, no es legítimo defender que «EE.UU. es independiente energéticamente» cuando eso es una absoluta falacia. Ytampoco se puede poner en pie de igualdad una noticia sobre un presunto milagro tecnológico en materia de energía «que está a la vuelta de la esquina» con los datos fríos e incontestables sobre la decadencia de la producción de las materias primas energéticas (petróleo, carbón y gas natural) que proporcionan más del 86% de la energía primaria que mueve nuestro mundo.

Pero todo eso, al final, es igual. Después de 8 años de crisis económica ala que no se la ve un final claro, después de la severa disminución de los salarios y creciente malestar social en Occidente, golpes de estado encubiertos en Italia y Grecia incluidos, referéndum fallido en Grecia, Brexit y cada vez más atentados, después de las crecientes guerras en países vinculados con la producción y extracción de hidrocarburos, después de que las diversas predicciones sobre la producción de los hidrocarburos se hayan cumplido con bastante precisión (y por supuesto han sido mucho más certeras que las que nos hablaban no hace tanto de abundancia, y aún lo hacen)… después de todo eso, se sigue pidiendo no, exigiendo, al bando picolero que DEMUESTRE que no va a surgir un milagro que en el futuro no se va a cambiar una tendencia que ya es pésima; se nos pide no, se nos exige, que PREDIGAMOS con toda precisión y sin ninguna incertidumbre cuál será el precio del petróleo en cada momento, y no vale que uno dé un intervalo no excesivamente grande (meses, unos pocos años): uno debe acertar lo que no aciertan ni los analistas del Deutsche Bank. Y si por lo que sea uno aventuró que se descadenaría la crisis ya este año y no lo hizo, aún cuando lo haga el año que viene, siempre se mofarán de ti, diciendo: «¿Ves? Es que no das una.»

Ese énfasis en lo que se consideran «errores», mientras se ignora que el curso general corrobora de manera tremenda lo que uno lleva años anticipando, mientras se niegan los tristemente clamorosos aciertos (e.g., Yemen) es bastante duro y bastante pesado. Cualquier ministro del ramo o cualquier analista puede salir diciendo cualquier barbaridad y eso está bien; una persona común, sin grandes medios, analiza los datos públicos, siempre paciales e incompletos, y elucida una tendencia, y si se produce una mínima desviación es que uno es un negado. ¿A qué se debe esta doble vara de medir? A que unos hablan de un futuro que es conforme a las expectativas, en tanto que el otro las contradice. Y por eso se pone una enorme carga de prueba en el que osa contradecir el infundado optimismo dominante.

Al peakoiler se le presupone una agenda derrotista (apocalíptica o catastrofista, se suele decir), que proviene de una mezquindad interior (uno desea que pase las cosas malas que se apuntan) o bien porque tiene un proyecto político de reforma de la sociedad que quiere imponer por el miedo. El común de los ciudadanos suele pensar mal del que dice que no todo es de color de rosa y que hay problemas graves en el horizonte, y no se paran a pensar que si el tipo dice eso no es «por joder», sino porque, justamente, quiere evitar lo peor que puede venir si no reaccionamos. Pero el cortoplacismo de una sociedad basada en el crecimiento exponencial hace que sea impensable que alguien piense a un horizonte de años o décadas (la misma dificultad afecta, por cierto, atanta discusión de problemas medioambientales). Que la consecuencia del peak oil (lo que yo suelo llamar el Oil Crash, y que da título a esteblog) no sea un evento, sino un proceso que se dilata en el tiempo, hace también imposible que se de una respuesta adecuada tanto por los medios de comunicación (con su crónico trastorno de déficit de atención)como por los medios políticos (que sólo piensan, como mucho, a cuatroaños vista, hasta las siguientes elecciones). Los tiempos propios de este proceso no ayudan a su divulgación, pues la gente tiende a adaptarse a la creciente depauperización («esto es lo que hay») pensando que ya estamos en el estadio final del descenso energético y económico, y no en un escalón que está más alto que los siguientes.

Al final, viendo que sus esfuerzos son inútiles y que por más razones que uno dé corroborando lo que dice no se hace ni puñetero caso, y con la popularidad en su círculo social bajando en picado, el peakoiler se da porvencido y acaba dicendo: «En fin, que se vaya todo al carajo, pues nadie quiere oír y mucho menos trabajar para evitarlo». Es por eso que veo, en mi círculo más próximo, mucha gente que ya da por hecho que no va ahaber ninguna reacción antes de la siguiente gran bofetada, del siguientegran escalón de caída del descenso energético. Y que al final es mejor esperar a esta debacle, confiando en que no sea la última, para ver si después se produce por fin esa reacción.

Por mi parte debo decir que nada de lo que he visto o vivido todos estos años me ha sorprendido; todo ha ido más o menos como yo pensaba que iba a ir desde el mismo día que decidí que comenzaría a hacer públicamente divulgación del peak oil. De hecho, y por el contrario, veo cosas que han ido mejor de lo que esperaba, y aquí y allá identifico ciertas grietas en el pensamiento dominante que me hacen albergar una esperanza que antes no tenía, y es que al final la discusión de la adaptación al peak oil llegue a ser mainstream, en vez de ser una cuestión marginalizada y ninguneada como lo es ahora mismo.

No va a ser fácil, pero eso ya lo sabíamos cuando comenzamos. Lo importante es seguir ahí, ofreciendo una explicación alternativa y coherente cuando todas las demás fallen, cuando los parches que se han puesto para explicar la realidad salten por los aires

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