El día después de las PASO

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Poco después de conocidos los resultados de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) en Argentina, junto con los sorprendentes resultados que dio por ganadora a la oposición de izquierda, peronistas y kichneristas, habrá a esta hora muchos petulantes sabiondos como yo, que están agarrados del computador escribiendo sus opiniones y, sobre todo, las conclusiones y predicciones que se pueden sacar de este apasionante acontecimiento que nos han proporcionado nuestros hermanos trasandinos.

Lo sorpresivo no es el triunfo de la izquierda que ya se veía venir ante el hundimiento económico del barco neoliberal pilotado por Mauricio Macri y sus lugartenientes, el FMI, la banca internacional y los tiburones internos y de Wall Street. Lo que dejó pasmados a gobernantes y opositores, sin dejar de lado a los socios de don Mauricio a este lado de la cordillera y hacia el lado norte de la Argentina, ha sido la paliza sin precedente que han significado los 15 puntos de diferencia entre una alternativa y otra.

La alegría de las fuerzas progresistas de América, tan vapuleadas este último tiempo es, sin duda, legítima, y no se puede cuestionar el hálito de esperanza que provoca este acontecimiento. Sin embargo, y sin el ánimo de ser el aguafiestas del momento, si se analiza de manera objetiva lo que podría esperarse del casi seguro triunfo del Frente de Todos en octubre, con Cristina y Alberto Fernández a la cabeza, habría que repetir lo que dijo Allende la noche del 4 de septiembre desde los balcones de la Fech, celebrando el triunfo de la Unidad Popular: “Esta noche cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante” y vaya si fue duro, ¿verdad?

Fíjense ustedes que en Argentina como en el Chile de entonces, no sólo comenzó de inmediato la campaña del terror a cuya cabeza se puso con un descaro inaudito, el propio Macri en la conferencia de prensa que acaba de dar, augurando las penas del infierno para el pueblo argentino si volvía la izquierda a gobernar, sino que se agrega a ello una inquietante “advertencia” que deslizaron anoche un par de políticos de la derecha, corroborado hoy por la propia gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal, todos los cuales insinuaron que si el futuro gobierno  de Alberto Fernández se inclinaba demasiado hacia las conquistas populares “podría poner en peligro la institucionalidad del país”, ergo podría provocar un golpe de estado. Así de caraduras.

Me recordó esto cuando los dirigentes sindicales chilenos con Bernardo Ibáñez a la cabeza, concurrieron a La Moneda a advertirle al en esos momentos dictador Carlos Ibáñez del Campo que comenzaría el movimiento sindical en su contra, el general respondió: “Está bien, pero no se olviden que yo también tengo mi sindicato… y mucho más disciplinado que el de ustedes” Obviamente se refería al Ejército, eterno guardián de los intereses de las oligarquías en América Latina.

La amenaza solapada deslizada ante el triunfo de la izquierda argentina, y que en Venezuela es una abierta realidad, es sólo uno de los escollos con los que deberá contar el dúo Fernández-Fernández si de verdad hacen cumplir un programa que inevitablemente deberá tocar los grandes intereses del capitalismo nacional e internacional, a los que el gobierno de Macri favoreció descaradamente en desmedro del pueblo argentino.

El sabotaje económico, el bloqueo internacional y las amenazas del FMI exigiendo el pago de la deuda contraída por don Mauricio serán sin duda las primeras maniobras del acoso contra el gobierno de Alberto Fernández. Si la resistencia argentina se erige como una fuerte barrera como lo hace el pueblo venezolano, las amenazas del golpismo, hoy todavía veladas y musitadas entre dientes, podría llegar a ser una tenebrosa realidad.

En el año ’73, consumado el golpe pinochetista, los argentinos cantaban un emocionante estribillo: “Hermano chileno, no bajes la bandera, que aquí estamos dispuestos a cruzar la cordillera”. Hoy ya no, hermanos argentinos. Ya nadie estará dispuesto a cruzar la cordillera en sentido inverso si la bestia parda vuelve a poner sus garras sobre vuestro país.

Salvo poquísimas excepciones, la izquierda chilena es un conglomerado informe, degradado por la ambición y los intereses personales, sin ideales, lo que la ha llevado a alinearse junto al oligarca reaccionario que vienen ustedes de derrotar, al fascista brasileño que ayer auguraba el “río de argentinos” que cruzarían hacia Brasil arrancando del retorno de la izquierda en ese país, y también junto al señor Trump, todos formando el afiatado coro anti venezolano con el que se pretende ahogar la revolución bolivariana que impulsara Hugo Chávez.

La vigilancia del pueblo argentino, de sus dirigentes y también más allá de sus fronteras, debe ser permanente. Como dice la canción de Patricio Manns, hay que ir a vigilar, no hay que cerrar los ojos. No vaya a ser cosa que el día de mañana este pueblo hermano tenga un amargo despertar del sueño que comenzara a vivir ayer, 11 de agosto, cuando ya los días comienzan a insinuar la cercanía de la primavera.

 

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