EL DIABLO EN MISA

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El muestrario es largo, abrumador, y abarca el arcoiris completo de los sostenedores de este paraíso del fin del mundo incluyendo, como siempre, a los monopolizadores de la religión.

Mi paciente lector: ¿sabe quién es Domingo Faúndez? Probablemente no. Pero el señor Papa, ese que vive en Roma como decía la Violeta, sí lo sabe. Lo sabe también nuestro veneradísimo cardenal de vinoso apellido, el mismo que hace unos días se dio el lujo inquisitorio, uno más, de censurar de puño y letra, manu militari, el documento de los obispos reunidos en Brasil donde se aludía a la opción por los pobres como porfiado sueño de la teología de la liberación, hoy reducida a polvo por gracia de Juan Pablo II, candidato a santo, y su sucesor el “obersturmbannführer” Benedicto XVI.

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No, claro que no sabe usted quién es el padre Domingo Faúndez, y probablemente apenas se enteró de la enorme trascendencia del acto prepotente de nuestro Cardenal (izq.). ¿Razones? simplemente porque la censura consensuada del contubernio político de nuestro país administró ambos hechos de tal forma que usted sólo pudo mirar por las rendijas del monopolio informativo que ellos manejan.

Ni uno sólo de nuestros actores del vodevil lastimoso de la política criolla ha levantado la voz para denunciar estas nuevas arbitrariedades que nos llegan desde el Santo Oficio inquisitorio del clero romano. Este silencio cómplice es absolutamente explicable si se considera que el Opus Dei, con mano de hierro, sigue siendo el gran aliado del sistema neoliberal a cuya instauración mundial contribuyera entusiastamente el “santo Wojtyla” con tal de borrar el socialismo de la faz de la tierra.

“Llegaron los sarracenos y nos molieron a palos…

que Dios ayuda a los malos cuando tienen más que los buenos”… Modificando un poco el viejo adagio, le vamos a comentar ambos sucesos con la sola intención que si es usted católico el próximo domingo, cuando se instale en la misa matinal, ejerza el derecho que le garantizó el mártir del Gólgota y se pare exigiendo terrenalmente una explicación sobre estos hechos al prestidigitador que desde el púlpito le vende la prédica anestésica del conformismo.

No se olvide, eso sí, que aún le queda el recurso de sacar a latigazos a estos fariseos desde el templo, aunque luego le apliquen la ley antiterrorista como se la aplicaron a Jesús.

Empecemos, entonces, por la menos conocida de estas perlas eclesiásticas. Hace algún tiempo, digamos el 15 de enero de este año para ser más precisos, se cometió en Puerto Montt un crimen que desplazó en importancia a los que con cierta frecuencia sacuden a esta bella ciudad de la región de Los Lagos de Chile.

Un sacerdote, Benedicto Piccardo, a la sazón conocidísimo y respetado ciudadano que ofició de rector del Liceo de Hombres de Puerto Montt por varias décadas, fue asesinado en su departamento por dos individuos que habían acudido llamados por el sacerdote a prestarle “servicios sexuales”, calificación eufemística para las prácticas homosexuales remuneradas. En el lugar, los “prestadores de servicios” optaron por subirse la tarifa y, tras golpear al cura Piccardo, lo amordazaron y huyeron con un botín en dinero y especies, robando de paso el automóvil del afectado.

El asunto hubiera tenido sólo un carácter delictual menor si no fuera porque el sacerdote, de edad avanzada, falleció como consecuencia del trato violento a que fue sometido, aunque la intención de los culpables no fuera asesinarlo. Según declaró en tribunales el médico Eduardo Valdés, el sacerdote, que sufría además una enfermedad sexual, no murió a consecuencias de una asfixia provocada por la mordaza sino por una arritmia cardiaca.

Un asunto repudiable como lo puede ser la muerte violenta de cualquier ciudadano sin importar su condición social ni los pergaminos que exhiba en la comunidad donde habita.

Sin embargo, las connotaciones de hecho trascendieron más allá de la crónica roja para desatar una pugna, soterrada a veces, más o menos pública en otras, entre quienes querían ocultar a todo trance la condición homosexual de la víctima dado sus pergaminos y los que ingenuamente alegaban por la no existencia de asesinados de primera y de segunda clase. Se agregaba a esto que las connotaciones sexuales del crimen adquirían especial importancia para la defensa ya que desde un punto de vista legal podían introducir atenuantes a favor de los implicados, como por ejemplo que ellos no habían ingresado al domicilio de manera forzada sino invitados por el dueño de casa.

El final del cuento fue que la justicia actuó con mano implacable y se aplicó una castigo drástico al principal autor del ilícito, Alex Escalante, quien fue condenado a 20 años en su grado máximo sin derecho a ningún beneficio, y a su cómplice, un uruguayo de apellido Caetano, a 15 años de reclusión.

¿Pero qué tiene que ver el curita Domingo Faúndez en todo esto y, sobre todo, qué papel juega el señor Ratzinger sentado en la fastuosidad de su trono papal a 15 mil kilómetros de distancia de nuestro humilde Puerto Montt?

Fray Domingo, perteneciente a la congregación Siervos de María y párroco de una comunidad modesta de la ciudad de los salmones, la de Santa Cruz de Pelluco en la salida hacia la carretera austral, cometió en enorme sacrilegio: asistir sacerdotalmente a los implicados a quienes conocía con anterioridad pues formaban parte de sus feligreses. Es más: la defensa de los responsables presentó en el estrado a fray Domingo Faúndez quien declaró como testigo a favor de uno de los acusados, a quien había ayudado incluso a encontrar trabajo, diciendo que “el error que cometió (Escalante) fue un accidente, tal vez por ganar plata fácilmente se equivocó, pero no creo que tenga sentimientos de homicida”.

El resultado de esta acción del cura Faúndez fue que el Papa Benedicto XVI, mediante un decreto pontificio refrendado por él, compartido con entusiasmo por el señor Errázuriz, cardenal censor de la teología de la liberación como comentaremos más abajo, y el obispo Cristian Caro de Puerto Montt, es decir la plana mayor mundial y local, despojaron de su condición de sacerdote al padre Faúndez de por vida, prohibiéndole toda función relacionada con la Iglesia, bloqueando de esta forma las labores en favor de la comunidad que él desarrollaba en un medio humilde como lo es el área de Piedra Azul, en Pelluco.

Esta destitución, resistida por las organizaciones comunitarias del lugar y que defienden las labores sociales del religioso, ha sido acompañada por ataques personales que de manera interesada se han esparcido por la ciudad, señalando al cura también como un homosexual, amante del ahora condenado Alex Escalante.

Un oscuro asunto, tan oscuro como las sotanas de sus actores. Lo concreto es que, al margen de la opción sexual tomada por el cura Benedicto Piccardo, y la que eventualmente esgrimiera Faúndez o cualquiera de los implicados, opción por lo demás absolutamente legítima, la hipocresía y la discriminación social practicada desde Roma forzó la balanza católica, una vez más, a favor del sector social más poderoso a espaldas del gran ingenuo de Nazaret.

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Oremos, oremos, pero no nos turbemos…

El otro caso, en el que participa directamente el “benemérito” cardenal Errázuriz y de quien no se ha sabido que se le haya aplicado ningún castigo papal no obstante la gravedad internacional de su acción, se gesta en la reunión de obispos de América Latina y el Caribe habida en la ciudad de Aparecida, Brasil, país que, dicho sea de paso, ha sido uno de los porfiados sostenedores de la teología de la liberación que busca el verdadero camino señalado por el Nazareno y abandonado por la curia plutócrata a poco avanzar la era cristiana.

En dicha Conferencia del CELAM, Comité Episcopal Latinoamericano, que se realizó entre los días 13 y 31 de mayo en la ciudad brasileña, se evidenció una vez más, la pugna sorda entre los obispos y las bases de la comunidad creyente que quieren devolverle a la Iglesia el camino opcional por los pobres y desamparados del continente, y el sector más retrógrado del clero, afianzado en Roma con los papados de Juan Pablo II y el actual Benedicto XVI, ayudados por sus agentes dispersados en el mundo, uno de los cuales, el cardenal Errázuriz de Chile, es un genuino representante.

Como probablemente usted alcanzó a saberlo antes que se tendiera un velo de silencio y no se volviera a tocar el asunto acá en Chile, nuestro “justo y benemérito” cardenal, tomó el documento final aprobado en esa Conferencia y, al más puro estilo goebbelsiano, o más cerca aún, al estilo pinochetista de censura, no sólo jibarizó el documento cercenando frases y palabras consideradas como “subversivas”, sino que agregó, de su propio peculio reaccionario, párrafos completos destinados a frenar ese fantasma tenebroso que quita el sueño celestial a estos sostenedores del nuevo orden.

La pesadilla papal es la amenaza que las comunidades cristianas de base se plieguen en masa a los nuevos vientos libertarios que recorren el continente americano.

Los virulentos ataques de alto Clero contra los gobiernos de Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia, de Rafael Correa en Ecuador, de Daniel Ortega en Nicaragua, e incluso de Nestor Kirchner en Argentina, además de las eternas diatribas contra Cuba Revolucionaria, son el reflejo palmario de este enorme temor del Opus Dei en Roma a que la doctrina de Jesús vuelva a tomar fuerza entre los desposeídos del continente.

Ni una letra, ni una tilde, señor Errázuriz

Lo dijo el Dios de los cristianos refiriéndose a la Biblia, libro sagrado de esa religión: “Quién se atreva a cambiar una letra, una tilde de estas escrituras, será perseguido hasta la quinta generación”. El señor Errázuriz cambió mucho más que una coma, que una palabra, que un acento, como se disculpara minimizando su felonía. Veamos un ejemplo de los muchos tijeretazos del señor Cardenal.

Refiriéndose a las CEPs, Comunidades Eclesiales de Base, consideradas solapadamente como nidos para incubar el comunismo por los conservadores del Clero, el documento original de Aparecida, aprobado por votación de los participantes del CELAM, decía:

“Arraigadas en el corazón del mundo, son espacios privilegiados para la vivencia comunitaria de la fe, manantiales de fraternidad y de solidaridad, alternativa a la sociedad actual fundada en el egoísmo y en la competencia despiadada”.

Pues bien, designado sólo para presentar el documento al Papa, el cardenal chileno pisotea la voluntad de la mayoría de los obispos expresada en este documentos y no solamente borra este párrafo que habla de solidaridad y fraternidad cristiana, criticando la sociedad actual, la del neoliberalismo y el capital globalizado, la sociedad gestada entre Roma y la CIA hace ya 20 años, sino que lo cambia por este otro de la manera más prepotente y arbitraria, sentándose en los acuerdos de la Conferencia. Juzgue usted:

“Puebla constató que las pequeñas comunidades, sobre todo las comunidades eclesiales de base, permitieron al pueblo acceder a un conocimiento mayor de la palabra de Dios, al compromiso social en nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios laicales y a la educación de la fe de los adultos, sin embargo también constató que no han faltado miembros de comunidad, o comunidades enteras que, atraídas por instituciones puramente laicas o radicalizadas ideológicamente, fueron perdiendo el sentido eclesial”.
(subrayado nuestro)

He ahí una de las perlas del señor obispo. Si a usted le interesa conocer a fondo el escándalo de la intromisión de Errázuriz en la adulteración del documento de Aparecida, utilice la internet, ya que acá en los diarios, televisión y radios –concertacionistas o de la derech–, se soslayó o se minimizó el asunto dándole una mano a este “amigo del sistema”. Cierto, la señora Bachelet y correligionarios, jamás se han salido de madre para merecer los ataque del Clero, sufridos por los gobiernos de Caracas, Managua, Quito, La Paz o Buenos Aires. Es, sin duda, una devuelta de mano.

Visite en la internet las páginas dedicadas a la Conferencia y conocerá las increíbles repercusiones de este hecho y que acá se barrieron bajo la alfombra del sistema. De igual modo, acceda a los informes desde Aparecida que envió el presbítero argentino doctor Eduardo de la Serna, quien fue el primero en descubrir las andadas del cardenal chileno.

Se puede esconder el fuego, pero ¿qué hacer con el humo?

Es un proverbio que trasciende más allá de su origen en la sabiduría africana. En efecto, continúa saliendo humo en Puerto Montt porque el curita Faúndez optó por la rebeldía y, desoyendo el veredicto de la Santa Inquisición en Roma, sigue oficiando misa en su parroquia de Santa Cruz de Pelluco que el mismo construyó, como tituló el diario local de Puerto Montt. Como no se le puede condenar al “garrote vil” ni a la rueda desmembradora ni menos a la tea inquisitoria, seguramente será excomulgado y enviado directo al averno con el timbre papal en la espalda que diga “Rebelde”.

El obispo Errázuriz, en cambio, ya se ganó el Cielo. Su líder en Roma, “führer” en alemán –que es el idioma materno del papa Ratzinger–, le habrá conseguido el visado celestial por “favores recibidos”.

Así se estila en la doctrina globalizada del Vaticano. Pero usted se preguntará al final ¿qué tiene que ver el caso de fray Domingo con el documento del CELAM redactado en Aparecida?

Pregúntele al señor cardenal de Santiago de Chile.

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* Escritor.

cristianjoelsanchez@gmail.com.

Addendas

I – Dimisión de estado clerical de Fray Domingo Faúndez

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Comunicado de Mons. Cristián Caro dirigido al clero y a todos los fieles de la Arquidiócesis de Puerto Montt, hecho público el fin de semana del 15 y 16 de septiembre.

El Arzobispo de Puerto Montt, Mons. Cristián Caro Cordero, informó a los fieles de la arquidiócesis que el Santo Padre Benedicto XVI ha decretado con fecha 7 de Julio de 2007, por el bien de la Iglesia, imponer la dimisión del estado clerical y de la Orden Siervos de María, a Fray Domingo Dagoberto Faúndez Millar (der.), concediéndole la dispensa de todas las obligaciones inherentes a la Sagrada Ordenación Sacerdotal.

Junto con explicar que la decisión del Pontífice es “suprema e inapelable, sin posibilidad de recurso alguno”, y que está fundada en el “grave comportamiento de dicho sacerdote”, Mons. Caro recuerda que es pública su desobediencia pertinaz a sus legítimos Superiores y su rechazo a todas las invitaciones a enmienda que le han presentado con paciencia y caridad, tanto sus Superiores como el Arzobispo.

Esta decisión le fue comunicada personalmente a Fray Domingo por el Arzobispo de Puerto Montt, acompañado por el Vicario General, Pbro. Tulio Soto Manquemilla y el Padre Damián Caldognetto, de la Orden Siervos de María, Vicario Parroquial de la Parroquia San Peregrino Laziosi, el lunes 10 de Septiembre, en casa del Arzobispo.

«Lamentablemente nuestro hermano se negó a firmar tanto el Decreto como el Acta y se retiró irritado de la audiencia», señala el Comunicado de Mons. Caro que fue leído en todas las Misas y celebraciones de la Palabra del fin de Semana del 15-16 de Septiembre de 2007.

Conforme al Decreto Pontificio, el sacerdote dimitido pierde los derechos propios del estado clerical y queda excluido del ejercicio del sagrado ministerio. No puede celebrar la Santa Misa, ni bautizar, ni confesar, ni administrar la Santa Unción a los enfermos. Si llegara a celebrar matrimonios, éstos serán inválidos. Tampoco le está permitido pronunciar la homilía, ni desarrollar funciones directivas en el ámbito pastoral, ni ejercer oficios eclesiásticos; tampoco usar el hábito eclesiástico. Excepcionalmente, por caridad, en caso de extrema necesidad (peligro de muerte, grave accidente) puede absolver válidamente a algún penitente. Tampoco puede ejercer oficios directivos o enseñar la religión en los institutos de estudio de grado superior o inferior, dependientes o no de la Autoridad eclesiástica.

Mons. Caro exhorta a todos los fieles a prestar debida obediencia a la decisión del Santo Padre y no solicitar ningún servicio sacerdotal a nuestro hermano Domingo Faúndez. «Al contrario, ayudémoslo a asumir su nueva condición de laico cristiano, participando en la vida del Pueblo de Dios como un buen hijo de la Iglesia», concluye el Comunicado.

En http://noticias.iglesia.cl.
Fray Domingo Faúndrez tiene 53 años y nació en la Patagonia, en un poblado de Aysén.

II – Cardenal Errázuriz en polémica por documento papal

En agosto de 2007 un cable de la agencia de prensa EFE informaba:

El documento aprobado por los obispos que participaron en mayo pasado en la Conferencia del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM) en Aparecida (Brasil) es diferente del que fue presentado al Papa Benedicto XVI, según religiosos citados hoy por el diario O Estado de Sao Paulo. «No sé quien lo alteró, pero quiero saber, porque no es la primera vez que eso ocurre», afirmó el cardenal brasileño Geraldo Majella Agnelo, arzobispo de la ciudad de Salvador y primado de Brasil, en declaraciones al diario paulista.

Según laicos y teólogos que participaron en la Conferencia de Aparecida, el documento aprobado por el Papa tiene al menos 200 enmiendas con referencia al votado por los obispos y, pese a que algunas son correcciones gramaticales, de redacción y de forma, otras son conceptuales y de contenido.

«Los cambios más significativos se refieren a las Comunidades Eclesiásticas de Base, núcleos vinculados a la Teología de la Liberación con gran actuación pastoral e ideológica en el continente en los últimos 40 años», según O Estado de Sao Paulo.

Tras ser aprobado en la ciudad brasileña de Aparecida por los 266 obispos que participaron en la Conferencia, el documento fue corregido por el arzobispo de Santiago de Chile, cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa, y por el obispo de Reconquista (Argentina), Andrés Stanovnik, entonces presidente y secretario del CELAM.

Después fue entregado al Papa Benedicto XVI por Majella Agnelo, quien fue uno de los presidentes de la Conferencia, y por Errázuriz Ossa, así como por el prefecto de la Congregación para los Obispos, el cardenal Giovanni Battista Re.

«Yo pensé que estaba entregando el original», afirmó el arzobispo de Salvador en sus declaraciones al diario paulista. Majella Agnelo descartó que los cambios hubiesen sido una imposición del Vaticano, ya que «el Papa respeta lo que los obispos deciden».

Pese a que el arzobispo de Salvador pide que la versión original sea restaurada, el actual presidente del CELAM y arzobispo de Aparecida, Raymundo Damasceno, considera difícil que el texto sea cambiado tras haber sido aprobado por el Papa.

Por su parte, el arzobispo de Santiago, en una carta enviada a sus sucesores en el CELAM y a la que el diario O Estado de Sao Paulo tuvo acceso, pide que el asunto sea olvidado.

«Le daríamos una gran alegría al demonio si nos ocupásemos tanto de los cambios que ocurrieron en el texto final, de forma que el malestar consiga eclipsar la maravillosa experiencia de Aparecida y sus grandes orientaciones pastorales», afirmó el religioso según la carta citada por el diario brasileño.

La V Conferencia Episcopal Latinoamericana fue clausurada a finales de mayo por el Papa Benedicto XVI en la Basílica del Santuario Nacional Nuestra Señora de Aparecida, dedicado a la patrona de Brasil y mayor centro de peregrinación de los católicos brasileños.

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1 comentario
  1. marcelo dice

    Espero que transcurrido el tiempo y decantado los sucesos hayas podido informarte mejor sobre fray domingo y que la pluma que usas para usas para usufufructuar puedas usarla para decir la verdad sobre el diablo en misa…

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