El embrollo del Canal de Nicaragua

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Tanto en Nicaragua, como fuera de ella, hay poca claridad respecto al futuro Canal que unirá los océanos Pacífico y Atlántico, y cuya construcción el gobierno sandinista pretende iniciar el año entrante.
Sergio Ramírez Mercado, ex Vicepresidente de ese país, escribió un artículo en La Jornada de México, en el que llama al proyecto un “sueño de opio”, y expone datos y reflexiones que, en quince minutos de entrevista televisiva, expuso Jaime Íncer Barquero, a quien el escritor nicaragüense llama “el más reputado de los científicos nicaragüenses y lúcido defensor de nuestro patrimonio ecológico”.
En dicha entrevista, Íncer Barquero cuestiona la posibilidad de iniciar la construcción del proyecto el año 2014 pues, dice, son tantos y de tal profundidad los estudios previos que se requieren, que se tardaría “no pocos años” en hacerlos. No son solo de este tipo las objeciones técnicas; el profesional abunda en inconvenientes relacionados con la profundidad del Gran Lago de Nicaragua y de la abundancia del caudal de los ríos que deberían proveer de agua al canal en la vertiente atlántica del país.
Por otra parte, la BBC de Londres explora las implicaciones geopolíticas del proyecto. Se trata de especulaciones basadas en entrevistas hechas a académicos, de derecha e izquierda, de México y Nicaragua.
Según Heinz Dieterich, «para China sería un golazo geopolítico frente a Estados Unidos y una respuesta a lo que hace Washington, al trabar alianzas» en la región cercana al país asiático.
El problema, sin embargo, es que Nicaragua no tiene relaciones diplomáticas con China; en Centroamérica, solamente Costa Rica las ha establecido recientemente (hace dos años), y en su reciente visita a este país, el presidente Xi Jinping dejó muy claro que ellos privilegian  las relaciones comerciales y de inversión con los países con los que mantienen relaciones diplomáticas.
La relación del proyecto con China es un tanto tortuosa. Según la ley que el jueves pasado aprobó el congreso nicaragüense, a quien se le otorga el derecho a construir el canal es a un empresario chino, Wang Jing, radicado en Hong Kong que, hasta donde se sabe, nunca ha emprendido un proyecto de esta envergadura.
¿Quiénes serían los inversionistas que acompañarían a Wang Jing en esta empresa? Tampoco eso se tiene claro. Por el momento, países asociados al ALBA no parecen tener mayor interés, aunque un canal de esta naturaleza favorecería a China al agilizar el comercio para sus productos con la costa atlántica de América Latina, que se ve enlentecido por la saturación del Canal de Panamá.
Arturo Cruz, del think tank de derecha centroamericano, el Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE), y que entre el 2007 y el 2009 fue embajador de Nicaragua en Estados Unidos, coincide en que el tercer actor en disputa en todo este entramado son los Estados Unidos, pero a diferencia de Dieterich, considera que «la relación entre China y Estados Unidos es íntima, tienen más en común que en conflicto», por lo que un nuevo canal no sería visto con malos ojos por la potencia del norte sino, todo lo contrario, con simpatía, porque “políticos y empresarios estadounidenses buscan cómo administrar esta relación, mientras que la cúpula del gobierno chino reconoce que ese vínculo es estratégico en su futuro.
Es decir, un verdadero embrollo en el que, hasta el momento, una sola cosa está clara: el congreso nicaragüense dio luz verde al proyecto, y el gobierno sandinista promete que este sacará de la pobreza secular a Nicaragua.
Rafael Cuevas Molina, AUNA-Costa Rica
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