El encuentro Cristina-Obama el viernes. en Cannes: 22, 45, 54

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También hay coincidencias parciales –por ejemplo, el papel de las misiones de paz en el marco de Naciones Unidas, la regulación de los mercados financieros, la promoción de los derechos humanos y la solución pacífica de las disputas– en las que hay en juego valores e intereses, algunas veces concurrentes y otros en controversia.

Existen coincidencias naturales –por ejemplo, el que en ambos países esté claramente delimitado por ley el campo de la defensa externa del de la seguridad interna– que, sin embargo, conducen a fricciones, tal el caso del incidente de la valija militar de este año. Por último, hay coincidencias coyunturales (por ejemplo, ambos Ejecutivos pueden compartir la oportunidad de una negociación del país con el Club de París).

Se puede confeccionar, asimismo, una lista de divergencias, algunas significativas, otras tácticas y aún otras simbólicas. No obstante, la mano tendida de Washington no apunta a remarcar, al menos en esta hora, las diferencias. Como lo señaló la secretaria de Estado, Hillary Clinton: “Sé lo importante que es nuestra relación entre Estados Unidos y la Argentina y me alegra que, dejando de lado las dificultades que hemos tenido, podamos empezar a mantener un diálogo continuo, porque ciertamente es importante que renovemos nuestro compromiso con una relación fuerte y exitosa”.

No obstante todo lo anterior –lo que sucede globalmente y el nivel de coincidencias bilaterales—, resta el interrogante: ¿y por qué el gesto de Obama ahora y no cuando anunció su periplo de marzo de 2011 por América latina?

Lo esencial, a mi entender, es el reciente resultado electoral en la Argentina, mediante el cual fue reelecta Cristina Fernández. Washington –como cualquier otra potencia– entiende que la política genera hechos que no pueden desconsiderarse en razón de posturas dogmáticas y que la debilidad del otro puede ser fuente de desatención o desdén, pero no así el fortalecimiento relativo de la contraparte. Estados Unidos comprende que en algún momento debe reencauzar relaciones, aun con aquellos que no lo abrazan a plenitud en todos los temas y todos los escenarios.

En 2003, Néstor Kirchner llegó al gobierno con el 22 por ciento de los votos; en 2007, CFK ganó su primera presidencia con el 45 por ciento de los votos; el 23 de octubre pasado obtuvo el 54 por ciento de los votos. La secuencia 22-45-54 es demasiado trascendente como para ignorarla. Obama lo comprendió. Ojalá Cristina entienda que tiene la oportunidad de usar la ocasión del diálogo bilateral para subrayar los puntos en común y la necesidad de una nueva agenda más sofisticada. Quizás, y ése puede ser un gesto interesante, la Presidenta lo invite a que si en 2012 Obama planea otro periplo por la región, entonces venga a Buenos Aires, algo que bien pudo haber hecho este año.

* Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella.

 

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