El escenario post guerra del Cáucaso: Jaque de Moscú a Washington
Leonardo Montero*
La contienda reposicionó a Rusia en el tablero militar y geopolítico. Estados Unidos sufrió un duro revés. ¿Qué papel juegan los hidrocarburos?
Luego de cinco días de combates y varios de alta tensión, la disputa militar entre Georgia y Rusia permanece en estado de alerta, aunque con la indudable conclusión del predominio de las tropas rusas en la región y el debilitamiento casi absoluto del ejército georgiano.
A pesar del paso de las horas, una pregunta sigue sin tener respuesta: ¿Qué motivó a Tbilisi a emprender una acción militar tan desmedida? La lista de hipótesis es amplia, aunque las mayores coincidencias recaen sobre el probable visto bueno de Washington y la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el presidente georgiano, Mijail Saakashvili, para emprender el ataque a Osetia del Sur.
Según publica el diario argentino Clarín, medios estadounidenses acusan a Randy Scheunemann de haber impulsado a Saakashvili. Scheunemann es asesor internacional del candidato republicano John McCain y fue consejero de Donald Rumsfeld durante la preparación del terreno para iniciar la guerra de Irak.
Mas allá de esto, seguramente la mejor estrategia para Estados Unidos y la OTAN es que tome fuerza la hipótesis de “El loco Saakashvili”. Es decir, que todas las culpas recaigan en una decisión desmedida del líder georgiano que decidió enfrentar a la potencia rusa respaldado solamente en un posible desequilibrio mental.
Si se tiene en cuenta el contexto, la posibilidad de que Saakashvili se le haya “ido de las manos” a la Casa Blanca, es improbable sobre todo si se contempla cuál ha sido la estrategia de Estados Unidos en la antigua zona de influencia rusa. Mediante la ampliación de la OTAN, Washington desplazó la frontera hasta los límites rusos. Buena parte de la antigua esfera de influencia de Moscú es ahora terreno propicio para los intereses estadounidenses.
En abril pasado, Washington no pudo lograr su objetivo de que Georgia (también Ucrania) se convierta en miembro de la OTAN. Ahora, espera lograrlo en diciembre. Antes, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) impulsaron la declaración unilateral de la independencia de Kosovo provocando la ira de Rusia.
A esto se agrega la instalación del escudo antimisiles en República Checa y Polonia, una medida rechazada por el Kremlin y a la cual prometió responder. Para agregarle tensión al conflicto, Washington y Varsovia rubricaron el acuerdo en medio de la disputa del Cáucaso.
Todas estas provocaciones tuvieron un quiebre definitivo. La reacción rusa ante la agresión de Georgia contra Osetia del Sur tiene que entenderse como el límite impuesto por Moscú. El mensaje del Kremlin es claro: no permitirá más avances de Estados Unidos y la Alianza Atlántica.
De hecho, el presidente ruso, Dimitri Medvedev, ya anunció que su país apoyará las decisiones de Osetia del Sur y Abjasia respecto a su independencia de Georgia. El ataque a Osetia es la razón definitiva que las regiones necesitaban para conseguir el apoyo ruso y, también, de otros países.
Además de esto, la firma del acuerdo por el escudo antimisiles parece el punto de ruptura de las relaciones entre rusos y polacos. Luego de conocida la noticia, el ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, inmediatamente suspendió su visita a Varsovia programada para el 10 de septiembre.
Asimismo, Medvedev declaró que la base antimisiles “tiene como blanco a la Federación Rusa”. En julio, había asegurado que se veía “obligado a responder de manera adecuada” a Varsovia. Incluso, miembros del Ejército ruso advirtieron a Polonia que se exponía a un ataque.
En definitiva, el escenario posterior a la guerra del Cáucaso encuentra a Rusia reposicionada en el escenario militar y geopolítico y asumiendo una nueva estrategia. Esta nueva estrategia lo lleva a asumir una posición mucho más firme en la disputa por el control de una zona clave para el reparto de los recursos naturales que posee el Mar Caspio.
Georgia ocupa una posición clave en esa disputa. Lo mismo corre para Azerbaiyán, país costero de la cuenca del Caspio. Para Estados Unidos y Europa es un lugar fundamental por donde transportar hidrocarburos del Caspio sin tener que atravesar el suelo ruso.
Para ello impulsaron la construcción de una red de abastecimiento que incluye el oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan (BTC) que transporta petróleo desde la Cuenca del Caspio al mar Negro y al mar Mediterráneo. El BTC tiene unos 1.700 kilómetros de extensión y puede transportar un millón de barriles de petróleo diarios.
El acceso al Caspio es uno los objetivos principales en la disputa por el control de las reservas energéticas del orbe. Aún se desconoce la potencialidad total de la zona, aunque se estima que podrían existir aproximadamente 17 mil millones de barriles de petróleo crudo. El Mar Caspio está rodeado por Azerbaiyán, Rusia, Kazajstán, Turkmenistán e Irán.
En noviembre de 2007, se llevó a cabo un encuentro entre los países ribereños del Caspio, en el cual Irán y Rusia intentaron convencer a los otros países de evitar cualquier tipo de injerencias extranjeras en la región y, también, en la necesidad de que cualquier proyecto de explotación de los recursos del mar deberá ser implementado con el apoyo de las cinco naciones ribereñas.
En ese sentido, la “amistad” estadounidense y europea con Azerbaiyán y Georgia, les garantiza un puente desde el Caspio hasta el Mediterráneo.
En este contexto se enmarca la guerra del Cáucaso. Un escenario conocido para el mundo, donde el objetivo es la disputa de los recursos naturales energéticos, siendo el recurso militar -invasiones estadounidenses a Afganistán e Irak- una herramienta eficaz para obtenerlos. Ahora sew suma definitivamente otro actor de peso: Rusia.
Los “éxitos” diplomáticos de Washington en las ex repúblicas soviéticas ya no serán tan sencillos. Del mismo modo, puede decirse que la idea estadounidense e israelí de atacar Irán encuentra un nuevo obstáculo. La moderada alianza que Rusia mantiene con Teherán puede reforzarse a partir de ahora, teniendo en cuenta los severos roces diplomáticos que hay entre Moscú y Washington.
Además de esto, la posibilidad de estrechar lazos con China, pone en juego por primera vez la posibilidad real de la conformación del eje Moscú-Pekín-Teherán, que despierta la intranquilidad de Estados Unidos.
La pregunta es si ahora Washington y Bruselas seguirán intentando ampliar la esfera de la OTAN, teniendo en cuenta la respuesta que pueden encontrar en el afianzamiento de ese eje y de la Organización de Cooperación de Shanghai y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva. (Ver APM “Estados Unidos, Rusia y la tercera de Newton”).
Más allá de las posibilidades, de algo se puede estar seguro: el despliegue militar ruso en Osetia y la contundente derrota de Georgia, tienen como saldo la confirmación de la reaparición de Rusia como potencia militar y el reposicionamiento del Kremlin como actor político clave.
*Publicado en APM