El espionaje colombiano
Eleazar Diaz Rangel*
Dificulto que alguno de ustedes recuerde o conozca de algún servicio de inteligencia en el mundo que haya admitido el desempeño de agentes suyos en un país extranjero donde hayan sido detenidos, interrogados, y reconocido sus actividades de espionaje.
¿Cuántos agentes soviéticos fueron capturados en el exterior? ¿Cuántos de Estados Unidos, incluidos diplomáticos secuestrados? ¿Cuán larga es la lista de espías fusilados en la historia de las confrontaciones internacionales? No obstante toda la actividad que los organismos de seguridad e inteligencia desarrollan en otros países, a veces descubiertos y puesta en evidencia su actividad, los gobiernos respectivos no admiten esas interferencias.
Nunca lo hicieron públicamente Moscú ni Washington.
Por ello, lo que faltó al ministro (venezolano del Interior) Tareck El Alsami, concluido su informe a la Asamblea Nacional sobre los agentes del DAS colombianos detenidos y declarados en Venezuela, fue advertir cuál podía ser la reacción en el país vecino. No era difícil suponerlo. Como es conducta tradicional de los servicios de contrainteligencia, y era lógico esperarlo, el gobierno colombiano negaría todo el informe y la autoría de sus agentes, como en efecto lo hizo.
Aunque debió reconocer que son colombianos algunos de los documentos secretos que reveló el ministerio
Sería ingenuo pensar que el presidente Álvaro Uribe pudiera admitir en algún momento que agentes de su país buscan información clasificada en territorio venezolano. "Las labores de contrainteligencia la hacemos en territorio colombiano", aclaró un directivo del DAS. ¿Quién puede creerle? Hace poco, el diario El Universal, de México, publicó un reportaje de investigación donde concluía que "agentes colombianos investigan en México a grupos de izquierda que expresan apoyo y simpatías con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia". De la Universidad Nacional Autónoma de México, el profesor Alberto Santana demandó del gobierno de Calderón "poner un alto al gobierno colombiano".
La embajada de Bogotá desmintió esas acciones.
El 9 de junio hubo un debate en el Senado colombiano sobre las actividades de contrainteligencia, en tanto incluían la persecución de periodistas, defensores de los derechos humanos, etc, y su "acoso en otros países" por el G3, grupo especializado en estas tareas.
Hace años, en la cuarta república, tuve oportunidad de participar en reuniones de la Comisión de Defensa del Senado, y escuché informes de coroneles para ascender a generales, según los cuales en torno a las bases aéreas de Aragua habían detectado la presencia de colombianos viviendo en ranchos, organizadamente instalados en esa área, y que eran reservistas del Ejército de Colombia. Fueron desalojados. En esa misma época, de negociaciones sobre el golfo de Venezuela, y ante informaciones recabadas por la DIM, se instruyó a los oficiales para que no emplearan en sus "servicios de adentro" a personas nacidas en Colombia.
¿No se ha denunciado muchas veces la penetración de los paramilitares en territorio venezolano? En poblaciones del Táchira bajo amenazas obligaron el viernes a un paro del comercio. ¿Pensarán que todo lo hacen por su propia voluntad, sin ningún nexo con el DAS y los organismos militares de inteligencia de ese país? ¿Cuántos helicópteros colombianos han sobrevolado territorio venezolano fronterizo? Alguna unidad debió aterrizar y aquí recibió combustible y ¡apenas quedó registrada en el libro de novedades! Entre las actividades de contrainteligencia desde territorio colombiano debe mencionarse la emisora del Ejército con mensajes hacia los venezolanos de fronteras.
De manera que esa labor de espionaje o contrainteligencia, ni es sólo contra Venezuela ni es nueva. Es variada, sistemática, ininterrumpida, con muchas expresiones, sólo que ahora se les agarró con las manos en la masa y se puso al descubierto para que todo el país las conociera. Aunque una buena parte dudara o no las creyera. .
* Periodista, director del diario Últimas Noticias de Venezuela