El Frente Amplio, los partidos tradicionales y los disfraces para ganar votos
El Frente Amplio respira un poco más aliviado, en su intento por lograr el cuarto mandato presidencial consecutivo el último domingo de octubre: El lema Partido de la Concertación (PdlC), formado por los tradicionales partidos Nacional y Colorado a fin de competir juntos contra la coalición de centroizquierda por la Intendencia de Montevideo en 2015, no podrá ser utilizado por segunda vez.
Para que ese lema quedara habilitado, debía presentarse en las elecciones internas del mes pasado y recibir más de 500 votos, pero solo recibió 486. El PdlC se proyectó como expresión electoral sin unificación ni nueva identidad política. Un lema sin partido es un espejismo, una ilusión óptica que puede desvanecerse de improviso, como le ocurrió el 30 de junio a la realidad virtual de la Concertación, señaló un editorial de La Diaria.
Si bien sería un buen intento para vencer al Frente Amplio en una segunda vuelta, la voluntad de derrotar electoralmente a un adversario común no basta, por sí misma, para que una iniciativa política se consolide. Más que unas elecciones parece ser un baile de disfraces, donde todos buscan los votos que los atornillen al poder, más allá de ideas, trayectorias, ética o programas.
Baile de disfraces: a por centristas e indecisos
El proyecto no era visto con simpatía por el sector Ciudadanos, liderado por Ernesto Talvi, que resultó clara mayoría en el Partido Colorado, ni el sector Juntos de Jorge Larrañaga en el Partido Nacional. Incluso, Alem García, uno de los principales lugartenientes del precandidato presidencial Juan Sartori, se expresó muy duramente contra la iniciativa, aunque el empresario prefirió abtenerse de la discusión.
El Partido Nacional (PN, blanco) estuvo dedicado a preparar la presentación de un programa común y a negociar la definición de listas y sublemas, mientras el Frente Amplio y el Partido Colorado (PC) se dedicaron a seducir a los votantes – los llamados centristas o moderados- aún indecisos o con intenciones de voto todavía modificables.
Para ese sector fueron las afirmaciones de que el gobierno venezolano es una dictadura por parte del ministro Danilo Astori, el ex presidente José Mujica y el candidato Daniel Martínez, así como la alianza con la Unión de Izquierda Republicana, que encabeza el diputado Fernando Amado, y la intención declarada de buscar nuevos participantes en ese acuerdo. Para el FA ahora no se trata de llegar al gobierno sino de algo que parece más complicado: conservarlo.
Entre los colorados, el candidato Ernesto Talvi y el expresidente Julio María Sanguinetti le dijeron a Pedro Bordaberry, hijo del exdictador Juan María Bordaberry, salvaguardando la percepción de que el PC cambió y es ahora confiable . Este es un factor que Talvi identifica como la clave de su victoria en las primarias de junio y la base de su posible crecimiento hacia octubre.
Los gestos para atraer a nuevos votantes podrían alejar o desanimar a algunos de los que se consideraban seguros, tanto entre los frenteamplistas, como en los blancos y colorados, en esta búsqueda de los votos del centro. Pero, según demuestran los hechos, los candidatos minimizan ese riesgo.
La mano dura
El senador blanco Jorge Larrañaga ya está fuera de la competencia por la presidencia, pero el proyecto de reforma constitucional que impulsó mediante la campaña “Vivir sin miedo” se votará el 30 de octubre, en forma simultánea con las elecciones nacionales, saltándose al Poder Legislativo para intentar, por otra vía, la aprobación de proyectos que ya fueran rechazados.
A finales de julio, en un discurso en cadena, lleno de falacias y efectismo, Larrañaga señaló vaguedades como que “no se puede seguir así” y que hay que “defender a la gente honesta”, para señalar que su proyecto “es la única propuesta real y concreta para cambiar la realidad que sufrimos”, y a que “si no hacemos esto, […] los delincuentes nos llevan puestos”.
Medrando con el miedo y con el imaginario de la inseguridad, sentenció que “el país necesita orden”, postulando una ilógica y peligrosa equivalencia entre orden y seguridad, típica de las ideologías autoritarias y de los intentos de desestabilización democrática.
Acerca de la propuesta de formar una Guardia Nacional, insistió en que ese cuerpo tendrá “funciones de policía”, en que sus efectivos “recibirán la formación previa para sus nuevos cometidos”, pero se “olvidó” de explicar por qué es necesario que esté integrada por militares y dependa funcionalmente del Ministerio de Defensa Nacional.
Él último domingo de octubre los uruguayos votarán por un nuevo presidente y plebiscitarán la ley represiva de Larrañaga. El Frente Amplio va por su cuarta victoria consecutiva, aunque para ello tenga que buscar votos en el centrismo y entre indecisos.
*Periodista uruguayo, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)