El hombre se llama Gutiérrez
Rivera Westerberg
Gutiérrez camina el mundo y canta. Escribe los textos y la música, toma la guitarra. Y canta. Los cantos vienen de lejos porque es mucha la distancia entre las sinuosidades del alma y Gutiérrez las recorre todas –de cima a sima hasta el fondo del sur de las cosas– en once canciones que son barrio, son lucha, son un poco lo agreste que todavía alienta en un país con rumbo a otra parte. Gutiérrez nos hace volver a creer.
Creer que no todo se ha perdido en esta mísera California surera en que convierten al país. En un sentido escuchar este disco es regesar a un tiempo en que la creatividad productiva ocupaba un lugar en la mesa del chileno, un tiempo en que hasta la más íntima de las subjetividades buscaba en otras querer trascender.
Un tiempo en que se hablaba no sólo de dinero,, de plásticos, de deudas o de fútbol y se compartía un vino con la música, la poesía y la esperanza.
Publicado por la Discoteca del cantar popular (DICAP) con patrocinio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes del Estado chileno, Última estación recoge, nos informa el musicólogo Rodrigo Torres en la presentación del trabajo, once canciones creadas en los últimos cinco años por Mauricio Gutiérrez. El CD corresponde a su ópera prima y la carátula nos muestra al autor descendiendo de un viejo vagón de ferrocarril.
El dato tiene importancia. La extensa geografía americana encontró –antes de que los fueran desguazando– en los trenes el único símbolo real de unidad ente gentes y paisajes. Y son paisajes la materia primera y última de esta estación; pero no paisajes de acuarela, no tonos pastel, no mera reproducción del exterior vistoso para atraer turistas.
Gutiérrez viaja desde y hacia otra parte, traza una vertical dentro de sí que ancla al auditor conminándolo a descubrir lo que sea que guarde hasta de su propia mirada. ¿Y si no, por qué éstos versos: Puede que recuerde / todo lo vivido es también / lo que se pierde?
Probablemente Última estación no se conviertirá en lo que llaman un "hit" (un golpe en el mercado), pero, quizá por eso mismo es un trabajo perdurable, lo que la jerga comercial suele denominar "de culto". Por el contenido de las canciones y porque recogen y reflejan –volvemos a citar a Tores–: "…con conocimiento de causa y al modo de ‘aire de’ principales géneros del cancionero tradicional chileno y del cono sur americano".
El tono es esencialmente, en el mejor sentido del término, romántico –no cancioncillas de amor para engatusar incautas/os– y uno de sus picos es la intervención del poeta Elikura Chihauilaf (se puede escuchar de inmediato con un clicc sobre la canción Marrichiweu en Vox Pópuli, a la izquierda de la pantalla).
Aquí, en el el sitio de la Sala Zegers de la Univesidad de Chile, encontrará más información sobre el autor y cuatro de las canciones que componen el compacto. Guriérrez se tituló como intérprete superior en guitarra con los maestros Liliana Pérez-Corey, Ernesto Quezada y Luis Orlandini.
Lo acompañan invitados a esta aventura Miguel Arredondo, cello; Felipe Tobar,violín; Pablo Bruna, piano; Roberto Chandía, acordeón; Maximiliano Grez, arpa; Giorgio Varas, percusión; Ricardo Silva, pandero; Ricardo Silva, quena y palahuito; Ernesto Holman, bajo eléctrico y María José Valenzuela, voz. Lamentablemente el CD no brinda infotmación sobre quien o quienes son los responsables de la estupenda producción musical.
Hola soy GUTI9RREZ
excelente artículo!!!
Quiero aclarar que la Poroducción del disco ÚLTIMA ESTACIÓN» estuvo a cargo de
Producción: Gutiérrez y Giorgio Varas
Iván Lorenzo: Grabación
Jorge «Pluto» Abarca, Giorgio Varas y Gutiérrez: Mezcla y Master
Diseño: Marcelo Baeza
Fotografía Italo Lemus
Mauricio Gutiérrez
mgc200@gmail.com