El «Inca» Valero y las miserias del sistema

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Néstor Francia.*

El Nacional de Caracas dedica su principal titular, de manera escandalosa, a los numerosos casos de violencia contra la mujer que se presentan en Venezuela, dándole, por supuesto, un sesgo político que, a fin de cuentas, pretende culpar al gobierno de esos hechos tomando como base la tragedia del Inca Valero. Por su parte Leopoldo Castillo, conductor del bodrio antichavista Aló Ciudadano, prácticamente culpó de manera directa al presidente Chávez y su “lenguaje de odio” del desenlace de ese sonado caso.

No podemos perder tiempo en el análisis de esas opiniones totalmente prejuiciadas y malintencionadas. Ha habido, en torno a este doloroso asunto, otras opiniones mucho más serias, y justamente críticas. Aquí no podemos dejar de notar la importancia de los distintos puntos de vista. Sobre casi cualquier cosa puede haber distintos puntos de vista, y todos ellos desde su perspectiva, llegar a conclusiones correctas.

El pasado martes, por ejemplo, en un reportaje de Ultimas Noticias, Erick Rodríguez aborda el tema desde la perspectiva siquiátrica, refiriendo que el Inca “Debió recibir mucho más apoyo…Era evidente que necesitaba tratamiento, y que la patología de base debió ser más conservadora. Todo eso se conocía, por lo tanto no lo podías llevar a un calabozo”. Tiene razón mi querido amigo y camarada. Casi todo el mundo concuerda en que esta situación fue manejada de manera negligente en varios sentidos: el médico, el judicial, el mediático, el empresarial.

Desde la perspectiva médica, ya vimos lo que ha dicho Erick.

Desde la judicial es evidente que se fue débil, permisivo, en un caso muy grave de violencia contra la mujer, sobre lo cual volveremos en este análisis.

Desde la mediática, ya vemos la poca seriedad con que abordan el tema los medios de la derecha, y como fue manejado en general de una manera amarillista, que seguramente influyó en las fatales decisiones de este hombre atormentado y abandonado a su triste suerte.

Desde la empresarial, quedan en evidencia las miserias del boxeo, y el deporte en general, como negocio capitalista. Para los empresarios boxísticos, el Inca no fue un ser humano, sino una mercancía, una cosa para vender y hacer dinero.

Al final, quien había sido una mina de oro para muchos, termino siendo este ser degenerado, solo, abandonado.

Una opinión muy importante a tomar en cuenta es la de un grupo de organizaciones e individualidades que actúan en defensa de los derechos de las mujeres y se oponen frontalmente a la violencia de género. También, desde su punto de vista, llevan la razón. El grupo afirma que “Durante un mes, aproximadamente, la sociedad venezolana y sus  Instituciones y las organizaciones presenciaron indolentes, como esta mujer era víctima de una espiral de violencia que culminó la madrugada de este 18 de abril en tan horrendo crimen: fue asesinada por su condición de ser mujer prácticamente frente a nuestros ojos.

Ella fue dejada en manos del agresor, vulnerable y sin capacidad de gritar o defenderse, sola y por eso no pudo zafarse de quien sabía sería su verdugo y en eso tenemos que señalar de quienes ha sido la responsabilidad ante esta tragedia que nos maltrata a todas y todos”. Y además: “En este caso el Estado venezolano, una vez más, se muestra complaciente y tolerante ante la violencia doméstica contra las mujeres,  por ineficacia de la acción judicial; esto ocurre en el marco de una flagrante violación a la “Convención intermaericana para prevenir, sancionary erradicar la violncia contra la mujer —Convención de Belem do Para— suscrita y adoptada por Venezuela en el año 1995”.

Con respecto a estos razonamientos, el caso del Inca Valero presenta agravantes, pues estuvimos frente a una pareja bastante dispareja en cuanto a sus capacidades físicas. Valero era un atleta, un campeón de boxeo, un noqueador a lo largo de su breve carrera. Su esposa, a todas luces una mujer de carácter interesante y positivo, se veía infinitamente débil frente a su poderoso agresor. Estamos ante un hecho criminal desarrollado con un ventajismo indignante, un acto incalificable de tortura hacia una mujer que difícilmente podía oponerse, desde el punto de vista físico, a los ataques.

Una conclusión ineludible es que los casos de violencia de género tienen que ser tratados con mayor rigor y que se necesita, en ese sentido, leyes más severas y disuasivas.

Pero hay un punto de vista también ineludible, que es el nuestro, que nos planteamos el caso desde la perspectiva política. Para un revolucionario tiene que estar claro que en esta tragedia hay directamente dos víctimas e indirectamente muchas más (familias, allegados, el pueblo que quería a su campeón) del sistema de vida podrido que es el capitalismo. Ya hemos dicho como estos boxeadores son tratados como mercancía, que es como el capitalismo trata a todos los seres humanos. Los lanzan a los leones para lucro de mercaderes sin escrúpulos. Hay más: generalmente se trata de personas que provienen de una situación miserable de pobreza e ignorancia, excluidos de todo, que en muchos casos no están preparados para comprender el repentino y desproporcionado acceso a bienes materiales que no pudiesen haber soñado en otros campos de su quehacer humano.

Seres martirizados por el individualismo, la incomprensión de su propia naturaleza, enfermos de deseos promovidos por la publicidad y el consumismo, acostumbrados a confundir el amor con la propiedad, dominados por una cultura banal y brutal que los hunde en la degeneración y la corrupción del alma.

En nuestra opinión, el caso Valero nos remite a una enfermedad sistémica que solo tiene un antídoto: una revolución política, social, cultural, espiritual radical, que se proyecte hacia una nueva cultura de la solidaridad, del amor desvinculado del sentido de propiedad, de la dignificación de cada vida humana. Otra vez se nos plantea la dicotomía decisiva para el futuro de la humanidad: socialismo o capitalismo, transformación o extinción de la especie.

La mejor manera de compensar las desgracias que como sociedad inferimos a estas dos víctimas es hacer que su sacrificio justifique una discusión profunda sobre la violencia de género, las leyes, la cultura, los contenidos mediáticos y publicitarios, las verdades sociales, donde por supuesto se pueda ventilar los diferentes puntos de vista. Esta es una tarea que podría emprender el grupo de mujeres al que nos hemos referido en este análisis.

* Analista de asuntos políticos.

Addenda

Edwin, el Inca, Valero, campeón de peso ligero del Consejo Mundial de Boxeo, asesinó a su çonyuge, se entregó y, detenido, se suicidó. Tenía un historial de peligrosidad, consta que otras veces golpeó a su madre, su hermana y a su compañera —aunque ellas pretendieron en principio negarlo.

Valero había sido recientemente inculpado por amenazas en contra de la doctora Indira Briceño y la enfermera María Omaira Zerpa, flagrancia y resistencia a las autoridades; tenía problemas de alcoholismo y consumo de drogas.

El prontuario del Inca no fue suficiente para considerarlo un tipo peligroso cuyos estados depresivos podían llevarlo a hacer lo que hizo.

Un hecho que, lamentablemente, se repite —y no sólo en Venezuela.
 

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