El jesuita argentino Jorge Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco I
El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Begoglio, de 76 años, fue elegido como Sumo Pontífice en el segundo día del cónclave en el Vaticano. El nuevo líder de la Iglesia Católica, que eligió como nombre Francisco I, asumió ante los cardenales en el altar de la Capilla Sixtina y luego salió al balcón, frente a la plaza San Pedro, donde concedió la bendición «urbi et orbi» y homenajeó a su antecesor Benedicto XVI.
«El deber de un cónclave es dar un obispo a Roma y parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo», expresó Bergoglio, quien es el primer latinoamericano y el primer jesuita en ser Papa.
Desde la muerte de Juan Pablo II el 2 de abril de 2005, el arzobispo de Buenos Aires fue considerado uno de los candidatos a tomar el lugar del Sumo Pontífice. Incluso fue el más votado detrás de Joseph Ratzinger. Cosas de la vida: Ratzinger fue miembro de las juventudes nazis y a Bergoglio se le acusa de connivencia con la última dictadura argentina.
La decisión se produjo más rápido de lo esperado, en el primer día completo de votaciones de los 115 cardenales electores, quienes se recluyeron tras los muros de la Capilla Sixtina el martes por la tarde. Benedicto XVI fue elegido en el 2005 después de cuatro votaciones.
Ningún cónclave moderno ha alcanzado una decisión el primer día, que se considera un filtro para determinar cuáles son los verdaderos favoritos para las siguientes votaciones.
Una jubilosa multitud congregada en la Plaza San Pedro comenzó a aplaudir cuando emergió el humo blanco, tras haber esperado en medio de una persistente lluvia y el viento helado para presenciar un momento histórico.
En Buenos Aires, tras conocerse la noticia, feligreses se juntaron en torno a la Catedral porteña. «Va a restaurar la Iglesia como lo hizo Francisco», dijeron emocionados. «Ojalá que esto nos ayude y podamos estar unidos», rezaban otros.
A través de una carta, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner saludó al Papa Francisco I, el argentino Jorge Bergoglio, tras haber sido elegido como la máxima autoridad de la iglesia católica. Además, a través de su vocero, Alfredo Scoccimarro, confirmó que asistirá a la asunción en el Vaticano.
«En mi nombre, en el del Gobierno argentino y en representación del pueblo de nuestro país, quiero saludarlo y expresarle mis felicitaciones con ocasión de haber resultado elegido como nuevo Romano Pontífice de la Iglesia Universal», expresó la mandataria en una misiva que subió a su cuenta de Twitter.
«Es nuestro deseo que tenga, al asumir la conducción y guía de la Iglesia, una fructífera tarea pastoral desempeñando tan grande responsabilidades en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y de la paz de la humanidad», agregó la jefa de Estado.
El 226
El Sumo Pontífice electo por los 115 cardenales se hizo presente en el balcón del Vaticano frente a los miles de fieles que se congregaron en la Plaza de San Pedro para darle la bienvenida. Se trata del primer no europeo en ocupar el cargo.
Bergoglio será el pontífice número 266 en los 2 mil años de historia de la Iglesia, una institución que atraviesa por una crisis causada por escándalos de abusos sexuales, disputas y burocracia al interior del Vaticano y la propagación del secularismo.
Bergoglio nació en el barrio argentino de Flores de Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Estudió como técnico químico pero optó por entrar a la Compañía de Jesús.
Vinculan al nuevo papa con dictadura argentina
Jorge Mario Bergoglio llegó al sacerdocio a los 32 años, casi una década después de perder un pulmón por una enfermedad respiratoria y de dejar sus estudios de química. Pero pese a su ingreso tardío, en menos de cuatro años llegó a liderar la congregación jesuita local, un cargo que ejerció de 1973 a 1979. Su ascenso coincidió con uno de los períodos más oscuros de Argentina, lo que le deparó fuertes críticas: la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1982.
El cuestionamiento remite al secuestro de dos jesuitas detenidos clandestinamente por el gobierno de facto por hacer tareas sociales en barriadas de extrema pobreza. Según la acusación, Bergoglio les retiró la protección de su orden religiosa. Ambos párrocos sobrevivieron a un encierro de cinco meses.
El señalamiento consta en el libro El silencio, del periodista Horacio Verbitsky, también presidente de la entidad privada defensora de los derechos humanos CELS. Se apoya en manifestaciones de Orlando Yorio, uno de los jesuitas secuestrados, antes de fallecer por causas naturales en 2000.
“La historia lo condena: lo muestra como alguien opuesto a todas las experiencias innovadoras de la Iglesia y sobre todo, en la época de la dictadura, lo muestra muy cercano al poder militar”, señaló tiempo atrás el sociólogo Fortunato Mallimacci, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Además, Jorge Bergoglio fue citado por la justicia de Argentina como testigo en el caso que juzgaba a responsables del plan sistemático de apropiación de menores hijos de desaparecidos durante la pasada dictadura militar.
Los detractores de esa postura sostienen que no está probada y que, por el contrario, Bergoglio ayudó a muchos a escapar de las fuerzas armadas durante los años de plomo.
En el Vaticano, lejos de la mancha ignominiosa de la dictadura que aún sobrevuela sobre muchos de los que tuvieron actividad pública en esa etapa de Argentina, se espera que este hombre silencioso conduzca la estructura de la iglesia con mano férrea y con una marcada preocupación social.
Los políticos argentinos fueron varias veces blanco de la retórica filosa del sacerdote, que los ha acusado de no combatir la pobreza y querer enquistarse en el poder.
En el 2010, también se enfrentó al Gobierno de la presidenta Cristina Fernández cuando impulsó una ley para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo.
“No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, escribió Bergoglio en una carta días antes de que el proyecto fuera aprobado por el Congreso.
Cardenal desde 1998, muchos de los pares que eligieron a Bergoglio lo conocieron por su inesperada y reconocida actuación de relator durante el Sínodo de purpurados del 2001.
Hijo de un hogar de clase media con cinco hijos, de padre ferroviario y madre ama de casa, poco afecto a aceptar invitaciones privadas y poseedor de un “pensamiento táctico”, según los especialistas, ahora deberá presentar sus credenciales ante más de mil millones de católicos.
Las frases más fuertes de Begoglio
El flamante Papa tuvo una amplia trayectoria en la que se expresó autocrítico respecto de los “errores y pecados” de la Iglesia y repudió las injusticias sociales. Además, tuvo frases polémicas contra el aborto y el matrimonio igualitario, que aseguró es un plan del Diablo.
Entre sus años de trayectoria, el cardenal criticó la pobreza y calificó de «injusticia” el hecho de que haya tanta gente a la que “le falte el trabajo y el pan”. «Cuánta gente, cada día más, duerme en la calle, en plena Plaza de Mayo, pleno corazón de esta Ciudad, pero para este mundo cruel, que no mira los rostros, son material de descarte», pronunció.
Este mismo año, Bergoglio reconoció “errores y pecados” de la Iglesia y llamó a producir «un cambio» en la sociedad, la cual, dijo, afronta «realidades destructoras» como «la droga, la corrupción y la trata de personas».
Por otra parte, Francesco I se manifestó en contra del matrimonio igualitario cuando el Congreso votaba la aprobación de la ley, y lo calificó como parte de un plan del diablo. «No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios», dijo en una carta de repudio dirigida a los cuatro monasterios de Buenos Aires.
En el mismo sentido, afirmó que “se trata de una movida del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios».
De igual manera, el nuevo Sumo Pontífice expresó en reiteradas ocasiones su rechazo al aborto al subrayar que con esa decisión se “ignoran los derechos de los niños por nacer». “Una vez más se avanza deliberadamente en limitar y eliminar el valor supremo de la vida e ignorar los derechos de los niños por nacer. El aborto nunca es una solución. Debemos escuchar, acompañar y comprender desde nuestro lugar a fin de salvar las dos vidas”, señaló.